Una serie de arrestos y condenas de exmilitares en Nicaragua ha puesto al descubierto una creciente disidencia dentro de las filas que alguna vez fueron leales al Frente Sandinista. Lo que inicialmente se presentó como acciones aisladas, se perfila ahora como una «cacería desmedida», orquestada por el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo, en un intento desesperado por contener el descontento interno y sofocar cualquier atisbo de conspiración.
Fuentes cercanas a los acontecimientos y testimonios de exmilitares que han logrado evadir la represión, confirman que la ola de detenciones, que se intensificó en mayo de este año, no es casualidad. Exmilitares de alto rango como Álvaro Baltodano y Aníbal Rivas han sido sentenciados a penas draconianas de 20 y 50 años de prisión, respectivamente, bajo la acusación de «traición a la patria», cargos que muchos consideran fabricados para silenciar voces críticas.
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La génesis de esta inconformidad se remonta a 2018, cuando un grupo de exmilitares, preocupados por el rumbo político del país y la deriva autoritaria del gobierno, formó un grupo de WhatsApp para intercambiar opiniones y analizar la situación. Este espacio de debate, inicialmente cauteloso, comenzó a radicalizarse tras el violento arresto del mayor en retiro Edy González Paldilla en 2024, quien sufrió un disparo durante su detención.
El trato inhumano hacia un hombre que había arriesgado su vida por el sandinismo indignó profundamente al grupo, llevándolos a adoptar posturas más confrontativas.
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Sin embargo, la paranoia del régimen parece haber sido un paso adelante. La infiltración fue clave en el desmantelamiento de este núcleo disidente. Un miembro del grupo, al intentar contactar a un oficial militar activo de su confianza, se topó con un informante que lo denunció a la dirección de inteligencia del ejército. Esta traición condujo a una investigación clandestina que culminó con la ola de arrestos y la desarticulación del grupo.
La reacción de Daniel Ortega no se ha hecho esperar. Sus recientes llamados al ejército y la policía para mantener la unidad y evitar la división son una clara señal de su preocupación por la estabilidad interna.
Este descontento se ve exacerbado por la prolongada permanencia del General Julio César Avilés en su cargo por 21 años, lo que ha generado frustración entre los militares de carrera que ven sus aspiraciones de ascenso bloqueadas. A esto se suma el reciente arresto y posterior muerte de Humberto Ortega, hermano de Daniel Ortega, un evento que, para muchos analistas, es otro indicio de la paranoia y la purga dentro de la cúpula del poder, revelando las profundas grietas en el corazón del régimen sandinista.
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