“No hay que mirar hacia atrás a menos que sea para obtener lecciones útiles de los errores del pasado.” George Washington.
Las 13 colonias británicas y el malestar de los colonos
El triunfo de la guerra de los 7 años causó que los recursos del tesoro de la Corona británica se vieran muy disminuidos. El déficit fiscal los llevó a elevar los impuestos en sus 13 colonias asentadas en la costa este de América del Norte a través de medidas legislativas como la ley del azúcar y la ley del sello que generaron mucho malestar entre los colonos. El descontento social provocó el surgimiento de grupos opositores como los «Hijos de la Libertad», cofundado por el filósofo político Samuel Adams y el comerciante John Hancock. Esto intensificó la represión política y las acciones de protesta social como la masacre de Boston (1770) y el motín del té en Boston (1773). De estos sucesos se adoptó una consigna razonable y célebre: “ningún impuesto sin representación”.
De la Norteamérica británica a Estados Unidos de América
De la audacia de intelectuales, líderes y patriotas independentistas, movidos por ideas y convicciones ilustradas y emancipadoras, se crearon órganos de gobierno “en la sombra” en distintas colonias como comités, congresos provinciales, convenciones y asambleas de hombres libres. Se logró instalar órganos de contrapoder ante las estructuras políticas coloniales hasta celebrarse el Primer Congreso Continental (1774), antecesor del Segundo Congreso Continental (1775) que movilizó a los patriotas norteamericanos a su guerra de independencia. Este Congreso de representantes americanos designó a George Washington como líder militar del ejército continental, quien llegó a utilizar tácticas de guerra de guerrillas para enfrentar a las poderosas tropas reales del imperio británico comandadas por William Howe, destacado estratega militar.
Los enfrentamientos en Lexintong y Concord el 19 de abril de 1775 detonaron la secuencia de combates por el nacimiento de un nuevo país y la primera democracia contemporánea en el mundo. Fue determinante la alianza de los rebeldes americanos o «continentales» con los franceses, los españoles y los neerlandeses para conseguir victorias épicas contra los ingleses y sus aliados alemanes en las batallas de Saratoga (1777) y Yorktown (1781). Con la firma del Tratado de Paris (1783) el imperio británico reconoció la independencia de la nación estadounidense que se fue edificando con el transcurso del tiempo como una unión federal.
Democracia, Estado de Derecho y derechos humanos
Los «padres fundadores» fueron los arquitectos de un nuevo sistema sin cabezas guillotinadas ni fusilamientos sumarios que boicotearan la dinámica de su obra política. Se comenzó a ensayar el modelo republicano de separación de poderes con presidencialismo, un poder legislativo bicameral, un poder judicial, elecciones periódicas e igualdad ante la ley que jurídicamente echó por la borda los privilegios de la sociedad estamental dominada por el clero y la nobleza durante el «Antiguo Régimen». La libertad económica sería el dínamo del sistema económico postcolonial.
La Declaración de Derechos de Virginia (1776), la Constitución (1787) y la Carta de Derechos (1791) fueron los cimientos americanos del Estado de Derecho, el constitucionalismo clásico y el sistema de derecho anglosajón. Quienes redactaron estos textos estaban inspirados por la escuela de derecho natural o iusnaturalista – contrapuesta al positivismo jurídico – cuya polémica intelectual dio fundamentación filosófica a la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789) en Francia y en el siglo XX a la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1949) de Naciones Unidas, piezas de colección jurídica en la evolución histórica de los DD.HH.
La democracia contemporánea bajo ataque global
¡La democracia contemporánea está bajo ataque a escala global! El autoritarismo político se está regando como las caries y los defensores de la democracia luchamos porque nuestros valores no sean vencidos por los antivalores de autoritarismos terribles que tienden a destruir a la humanidad. Déspotas y clanes de poder se coluden por todas partes para oprimir, violentar y empobrecer a las gentes. 248 años después de la firma del Acta de Independencia de los Estados Unidos de América, los derechos a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad de la revolución estadounidense siguen vigentes como filosofía política; premisas para una organización democrática de las relaciones de poder frente al absolutismo político travestido en pleno siglo XXI. La primera independencia del continente americano desencadenó la era de las revoluciones, las guerras de independencia hispanoamericana y un irreversible proceso de descolonización.
¿Hacia un nuevo orden mundial? Autoritarismo político versus libertad humana
El orden mundial post Segunda Gran Guerra se está transformando y estamos presenciando eventos internacionales de impacto que apuntalan a uno nuevo. Nos asolan ciclones de autoritarismo político que amenazan seriamente la democracia contemporánea. Vladimir Putin, el “zar” de la Federación Rusa, Xi Jinping, el presidente de la China continental y Kim Jong-un, el líder supremo de Corea del Norte, son los nombres más sonados que personifican regímenes políticos autoritarios, personalistas, absolutistas y monopartidistas. Estos referentes autoritarios tienen cajas de resonancia en las teocracias de Medio Oriente, Estados fallidos africanos y ciertos países latinoamericanos, que reproducen posiciones duras contra el modelo de vida occidental.
Como corolario, este ciclo histórico plantea un conflicto fundamental entre quienes son adeptos de sistemas de autoritarismo político y quienes tomamos posición por sistemas orientados a la libertad humana. El movimiento libertador no es ya contra colonizadores extranjeros sino contra opresores domésticos que encuentran en las posturas posmodernistas, ultraizquierdistas y decoloniales su falacia ad hoc para perpetuarse en el poder, dinamitar la democracia liberal y arruinar las economías de sus países, mientras se enriquecen ilícitamente al drenar los fondos públicos.
«El despotismo del siglo XXI»
Rusia y China, con un pasado de zares y dinastías imperiales, son regímenes políticos muy atractivos para la fauna de autócratas y caudillos latinoamericanos que conquista el poder (por vías electorales inclusive) y acto seguido destruye la democracia con populismo. Como maestros de la conspiración, fanatizan a su base social; se coluden con empresarios prebendarios; obtienen la protección de los militares; organizan grupos armados irregulares; hacen negocios con la narcoactividad y el crimen organizado; silencian a periodistas, académicos e intelectuales y reprimen con barbarismo toda expresión de oposición, activismo y protesta. Cuba, Nicaragua y Venezuela son la troiska de este autoritarismo político con rasgos acentuadamente totalitarios.
El discurso político por un supuesto “socialismo del siglo XXI” realmente se trataba de un «despotismo del siglo XXI». Sus formas pre-modernas y absolutistas – una mezcla nociva de estatismo, populismo y neo-patrimonialismo – atropellan sin miramientos las libertades fundamentales y los derechos humanos de personas, sectores y comunidades que se interponen en sus intereses creados de poder familiar, partidario y estamental. Estos piratas tropicales maldicen el capital privado pero se adueñan del capital público y parasitan el Estado. Se trata de revolucionarios de la violencia que no progresan nada en la economía, en la educación, en la tecnología ni en las ciencias. Se autodenominan “progresistas”, cuando son “pobrecistas” al privatizar el poder político, socializar el fracaso de su gestión pública, redistribuir igualitariamente la pobreza y provocar los grandes éxodos en la historia contemporánea. Su discurso emocionalista aliena a su mercado cautivo: los estratos en vulnerabilidad socioeconómica.
Resistencia, defensa y evolución de la democracia contemporánea
El ataque global a la democracia está creando su propia resistencia en las nuevas generaciones. Los defensores de la libertad y la democracia estamos conscientes de su dialéctica y evolución, pero adversamos por entero a sus enemigos abiertos y encubiertos. La democracia es un estadio de evolución humana y, por tanto, una realidad sujeta a optimización política. La democracia es una actitud ética ante el poder y una propuesta sistémica en mejora continua. Coincidiendo con Yuval Noah Harari, los imperios y las democracias son las formas de organización política que más progreso han traído a la humanidad, siendo deseable el perfeccionamiento de la segunda.
En América y Europa, los enemigos de la democracia actúan en los espacios de libertad que la misma democracia les permite: cultura, universidades, activismo, medios de comunicación, redes sociales, círculos empresariales y políticos. Son infiltrados y kamikazes sin armas ni bombas. Esto se debe no sólo a vertientes teóricas nefastas, sino a la sensación de que la democracia no resuelve los problemas comunes más angustiantes de la ciudadanía, por lo cual se están votando por extremos en el espectro político que agudizan conflictos sociales y tensiones políticas sin opción de restaurar una paz social positiva con multiplicidad de perspectivas e intereses.
Por doquier se empoderan opresores con «síndrome de Hubris» que tratan a individuos y comunidades como súbditos y servidumbre, en el peor de los casos, como parias e ilotas. Si los colonizadores extranjeros lograban aliados domésticos para colonizar, ahora los opresores domésticos tienen aliados extranjeros para oprimir. Esta crisis del mundo democrático nos remite a los años 30 del siglo XX y la teoría generacional de Strauss-Howe que plantea un ciclo tetra-etápico de Cumbre–Despertar–Desengaño–Crisis; es decir, los millennials asumiríamos el gran reset y la reconfiguración macrosistémica similar a la generación heroica de la Segunda Guerra Mundial.
Innovación y reforma estratégica para superar la crisis
El liderazgo estadounidense innovador, reformador y estratégico está llamado a reinventar su democracia y superar tiempos de crisis. Esto exige sagacidad y voluntad para concebir soluciones – a la luz de escuelas de pensamiento – a la cuestión migratoria, la inseguridad ciudadana, las fricciones interculturales y la carestía de vida. La extrema polarización, el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021, debates políticos de baja calidad y aspirantes anacrónicos a la Casa Blanca, son algunos rasgos alarmantes de las autocracias de hierro y las democracias de plástico en la política estadounidense. Debe cambiar la política de menosprecio hacia Centroamérica y de indiferencia hacia Suramérica; pues en el tablero de la geopolítica y geoeconomía los enemigos de la democracia occidental aumentan su esfera de influencia en la subregión, sin olvidar que hay mafias gubernamentales (como en Nicaragua) que exportan y reexportan migrantes irregulares.
El país donde nació la democracia contemporánea necesita «madres y padres innovadores y reformadores» que desaten un potente influjo para los defensores de la democracia que libramos nuestras luchas libertarias y emancipadoras contra opresores domésticos, especialmente contra los regímenes liberticidas, inequitativos y empobrecedores por antonomasia: el castrista, el sandinista y el chavista. La libertad, la equidad y la prosperidad, bajo modelos democráticos, son valores e intereses comunes de las Américas anglosajona, latina y caribeña. 248 años después de un evento trascendental para América y el mundo, con gente visionaria y beligerante como Washington, Jefferson, Franklin o Adams, ¿cuáles son las lecciones que podemos aprender del desarrollo histórico para superar la crisis, causar el colapso de los autoritarismos y reinventar la democracia?
Sirva para la reflexión lo que escribió el genio literario nicaragüense Rubén Darío en uno de sus poemas de oda panamericana: “Águila, existe el cóndor. Es tu hermano en las grandes alturas. Los Andes le conocen y saben que, como tú, mira al Sol”.
Por Marco Aurelio Peña Morales