El sandinismo como doctrina sutil
Hola, soy Jennifer Ortiz y en unos meses cumpliré 20 años de hacer periodismo formalmente. Cuando estaba en los últimos grados de la primaria recuerdo haber inventado una técnica para que la clase de historia no me pareciera tan aburrida. Hacía “películas” en mi mente. Es decir, mientras el profesor narraba los hechos yo imaginaba todo como si estuviera en primera fila frente a la gigantesca pantalla del cine. ¡Funcionó!
Fue así que la clase que más me aburría y bloqueaba mi mente a la hora de estudiar me empezó a fascinar, y le preguntaba a mi papá sobre cosas que escuchaba decir a mi profesor o a otras personas relacionadas a hechos del pasado.
El profesor hablaba de héroes patrios y como era un ferviente sandinista, de vez en cuando contaba la historia de los personajes de ese partido y nos hacía pensar que eran seres impolutos. Los barrios de la Managua donde yo crecí llevaban los nombres de esos personajes del sandinismo, así como los hospitales, y hasta algunas escuelas.
Aunque mi infancia y adolescencia se desarrolló durante gobiernos liberales, todo estaba de alguna manera tocado por el sandinismo. Pero claro, no nos dábamos cuenta. Todo esto, aunque grotesco, era parte del paisaje y se camuflaba sin que uno llegara a darse cuenta.
Las calles de mi barrio se alborotaban los 19 de julio con gente que se pintaba la cara de rojinegro y con bandera en mano se iban a la plaza, la música revolucionaria a toda marcha no descansaba hasta que el nuevo día empujaba la noche. En los canales de televisión transmitían “La ofensiva final” y toda clase de reportajes sobre el sandinismo y cómo habían “triunfado e instaurado la democracia”.
En mi casa ese día era como cualquier otro, aunque no tanto, mis padres conocieron el dolor del exilio y la muerte a causa del sandinismo. Un hermano de mi mamá que fue obligado a ir al servicio militar murió a los días de haber partido y nunca entregaron su cuerpo. Mi padre fue perseguido y con dos de sus hijas pequeñas en mano y mi madre se cruzó la frontera a Costa Rica ansioso por vivir.
El sandinismo, después de perder las elecciones del 90, hizo muy suya aquella amenaza de Ortega de gobernar desde abajo, y eso no solo implicó torcerles el brazo a todos los gobiernos con huelgas y revueltas callejeras, sino inundar de su ideología todo espacio. Quizá era sutil o quizá no tanto, era una niña y no lo notaba, pero viendo hacia atrás alcanzo a dimensionarlo un poco.
En mi barrio, por ejemplo, había movimientos y agrupaciones comunales ligadas al sandinismo que organizaban cada tanto jornadas culturales o actos cívicos. Ami me encantaba bailar folklore y siempre me anotaba para participar. Ahí en esos actos, y oigan, a pesar que yo era una niña formada en un entorno antisandinista, yo escuchaba que halagaban a los supuestos héroes sandinistas y sus «hazañas» y en el subconsciente fui registrando eso, sin ser sandinista nunca.
Las imágenes de la salida de Somoza y el fotógrafo que las tomó
He hablado con varios amigos ahora sobre eso y le bautizamos «adoctrinamiento sutil». Éramos antisandinistas, pero no cuestionábamos el “heroísmo” de algunos personajes, así nos lo contaron desde que tuvimos uso de razón. Aunque reconozco que mi papá hizo un gran trabajo, siempre me asombraba con historias que contradecían esos hechos y en mi mente florecían así las dudas y las ganas de investigar más.
Me acuerdo que en Ofensiva Final o en algunos de esos tantos reportajes pro sandinistas que ponían en la tele el 19 de julio y que me molestaban tanto porque los canales paraban la programación regular y nos quitaban las caricaturas, aparecían personajes como Tomás Borge, Dora María Téllez y Edén Pastora pintados como héroes. De por sí en aquellos años, ahora eso cambió, pero antes, si salías en la televisión, al menos los niños y jóvenes, creíamos que es porque eras alguien extraordinario y que solo decías verdad.
La «otra historia»
Ya en mis primeros años en el periodismo recuerdo, por ejemplo, haber ido a entrevistar a Víctor Tirado López, un exguerrillero sandinista. Como suele suceder, tras apagar las cámaras, a los periodistas las fuentes nos relatan muchas cosas que no se atreven a decir públicamente. El señor me contó sobre una vez que llegaron a una finca, donde una familia campesina les alojó para protegerlos de la guardia. Entre ellos iba Tomás Borge. Resulta que a media noche una niña de la familia llegó llorando a los pies de sus padres. Borge había abusado de ella y la familia con arma en mano estaba dispuesta a hacer justicia. Los otros guerrilleros mediaron y empezaron a pedir tranquilidad a Borge que estaba dispuesto a matar al aguerrido padre que defendía a su hija. Se fueron finalmente, pero saber esto me pareció chocante, aunque para entonces ya sabía que muchos de esos personajes eran escoria humana, la verdad, no tenía claro del nivel de maldad que les describía más perfectamente.
Empecé a leer y a peguntar más sobre “la otra historia”. La que no nos contaron. Fue así como un día llegué al tema de las confiscaciones.
Mis padres algo me habían contado, pero es que uno nunca alcanza a dimensionarlo hasta que no se mete de lleno y escucha a las víctimas.
A medida que leía vi, por ejemplo, que Sergio Ramírez, un escritor admirado en todo el mundo y reconocido había sido parte de ese proceso, Dora María Téllez, Ernesto Cardenal y hasta artistas y periodistas que yo admiraba. Fue un choque ético, debo admitirlo. Pensé que quizá, como le pasó a mucha gente que conocí, se entusiasmaron con el sandinismo y decidieron apoyarlo y luego al ver qué buscaban en verdad estos «revolucionarios», ellos se arrepintieron, se retiraron y contaron todo lo que sabían, y si algún daño hicieron, buscaron como revertirlo, porque, en mi mente, eso pensaba que haría una persona coherente. Entonces pasé años y años buscando información, pero nunca encontré nada sobre lo último.
Nunca fue el momento para las víctimas
Cuando era niña mi papá fundó una cooperativa de buses y era feliz. Fue su proyecto de vida, le dedicó años. Yo lo vi y lo acompañé en sus desvelos escribiendo actas y dándole vida a eso que tanto amó. Un día, llevó a unos “amigos” y los integró al proyecto y en cuestión de dos o tres años le quitaron todo. Mi papá cayó en depresión, aunque nunca lo entendimos así, porque antes esa palabra no era tan común como ahora. Pero por todos los síntomas que tuvo, yo llegué más tarde a la conclusión que eso había sido: tristeza sin fin. El golpe fue tremendo y las secuelas más, y no solo para él, para toda la familia.
Perder todo lo que has construido a lo largo de una vida no es fácil. Y por eso entendí a víctimas de las confiscaciones con las que he hablado a lo largo de mi carrera periodística. Lloran y me dicen que esto que pasó les arruinó la vida. Una de las personas con las que hablé para producir uno de los videos que publiqué recientemente, me contó que una de las víctimas está gravemente enferma y en condiciones terribles, porque después de haber tenido una vida holgada producto del esfuerzo de su trabajo lo perdió todo a manos de Sergio Ramírez, quien, además, increíblemente, era amigo íntimo de la familia a la que confiscó.
Hace como un año o un poco más. Recibí una queja en mi cuenta de X de una persona que cuestionaba una de nuestras noticias donde citamos como fuente a la Dra. María Oviedo. Su nombre es Wilfredo Balmaceda. Estaba indignado porque su papá, acusado de haber orquestado un atentado contra militantes sandinistas un 19 de julio de 2014, fue condenado por pruebas que ella presentó cuando fue fiscal y promovió ese juicio.
Investigué, y era verdad. La doctora Oviedo fue fiscal en ese caso. Leí bien todo y hasta hablé con uno de los periodistas que siguió de cerca esa cobertura y todo concluía que el caso fue armado. Wilfredo me contó que su padre, del mismo nombre, ha sido sometido a torturas terribles y ya en la tercera edad su situación es a riesgo de muerte.
Pensé que, si se hacía un llamado a la doctora Oviedo, con quien yo había coincidido meses atrás en un evento en Estados Unidos, ella contaría los hechos y lo aclararía todo para limpiar al menos la reputación de esta victima de la dictadura. Pensé eso porque ella me pareció buena persona, era de verdad muy cálida y respetuosa.
En mi mente idealista quizá, yo creo que las personas tenemos derecho a arrepentirnos, pero no basta con eso, debemos en la medida de lo posible, tratar de resarcir el daño. Eso implica que si mentiste por alguna u otra razón, digás la verdad, que si robaste, devolvás, que si ofendiste, te retractés.
Bueno, ellos mismos lo dicen, recuerden que la oposición ha sido la principal promotora de aquello que se conoce como justicia transicional y que tiene cuatro pilares: verdad, justicia, reparación y no repetición.
De hecho, ese concepto lo aprendí solo cuando ellos empezaron a promoverlo y me vi en la obligación de investigarlo para hacer con más claridad mis reportes sobre el tema.
Hice una entrevista con Wilfredo, se hizo un llamado a la doctora Oviedo para que contara lo que sabía de primera mano sobre ese caso que en su momento conmocionó al país, pero no pasó nada. Eligió el silencio y condenó de nuevo a la víctima a morir manchado con la atribución de un crimen que aparentemente no le corresponde. El señor Balmaceda lleva 11 años en prisión. Quizá el testimonio de la doctora Oviedo hubiera servido para que él fuera reconocido como preso político y quizá hubiera logrado ser negociado a como los 222 que tuvieron esa posibilidad. O quizá no, pero al menos su reputación se habría limpiado.
Entonces, me confundí un poco. ¿qué tipo de Nicaragua queremos construir cuando el ruin sandinismo finalmente y ojalá pronto, deje el poder?
Impunidad y olvido: la receta para crear «héroes»
Y es que lo que pasó en los 80 y la razón por la cual esto no funcionó, fue porque precisamente se metieron los crímenes debajo de la alfombra. Pero las heridas siempre quedaron abiertas.
Se pensó que la paz se tenía que construir encima de la impunidad, y, de hecho, los decretos de amnistía florecieron uno tras otro desde 1990 hasta el regreso de la dictadura sandinista.
Los disidentes del sandinismo solo salieron del Frente Sandinista en 1995. Desde 1979 hasta 1995 estuvieron en un “error”. Es mucho tiempo para equivocarse, y muchas muertes, porque es que el sandinismo no solo confiscó, también mató gente, apresó, desapareció, cerró y quemó medios. Eso pasó mientras estuvieron ahí todavía. Pero ahora se quiere hacer creer que de todo eso ya no fueron parte solo porque renunciaron casi 20 años después y solo hasta que ya se había hecho la transición a una frágil democracia.
Otro lema actual de la oposición es: “Ni perdón, ni olvido”. Pero ahí está un anciano al que Sergio Ramírez confiscó muriendo en la ruina, esperando que le devuelvan sus bienes. Lo que dicen los opositores es que ellos no merecen justicia, o al menos, no por ahora, ¿Quizá cuando muera?
¿No merece si quiera este señor una disculpa?, por decir lo menos.
Esto no es una campaña personal, yo siempre he hecho productos de memoria histórica, antes no les molestaba que yo hablara del pasado, pero ahora sí. Lo que pasa es que siempre se decía que los disidentes sandinistas, aun cuando despotricaban contra Ortega, seguían viviendo en casas que habían confiscado, pero la gente solo lo comentaba, eran rumores. Yo no tenía como probar o asegurar con certeza que eso era así.
Recién encontré este documento, con vergüenza lo admito, porque llevo mucho investigando el caso, y es un documento oficial, una investigación hecha para el Senado de Estados Unidos.
Y así como me he decepcionado, de un escritor que admiré por sus habilidades narrativas que han impresionado al mundo, un sacerdote rebelde que escribía poemas que trascendieron generaciones, una mujer que nunca le tuvo miedo a meterse y protagonizar en un “mundo de hombres” y ocupar titulares internacionales, un periodista laureado que todos mencionan con halagos en cualquier parte del continente, imaginé que en la construcción de esta nueva Nicaragua esas experiencias que vivieron podrían servir para aprender y saber qué si y qué no debemos llevar a esa nueva patria, pero no es lo que ha pasado. Esa es la historia que yo hubiera querido contar, la de unos disidentes honorables que hicieron bien el proceso de justicia transcicional que tanto demandan de esta segunda dictadura.
Ataca al mensajero: villano el que cuenta no el que confiscó
He contado mil videos de memoria y mucho, mucho sobre las confiscaciones de Ortega, la de su casa más, porque está ampliamente documentada, Jaime Morales Carazo hizo una denuncia y el mismo Ortega se burló de su “hazaña”, diciéndole una vez al confiscado: “su casa, es mi casa”. Esos videos nunca incomodaron a estos personajes, porque apenas se les mencionó, pues yo no tenía pruebas y siempre busco respaldar lo que digo.
Ahora, con estos videos, su respuesta, fue el ataque, me han acusado de somocista, de infiltrada, de sandinista. Y este amplio texto es toda la respuesta que daré a esto, no volveré a contestas nada ni en X, ni en Facebook, ni en ningún lado. Que sean las audiencias, a las que me debo, las que me juzguen o me reivindiquen.
No me asombra, los sandinistas me acusan de MRS, los somocistas de sandinista. Si no me logran identificar, creo que eso es bueno, porque yo soy periodista y trato de acercarme a la verdad, aunque la verdad sea quizá, un camino largo, sinuoso e infinito. Y eso, con mucha decepción, lo he empezado a aceptar hace poco.
“No es el momento”, dijo Miguel Mora en una entrevista a Luis Galeano. También lo dijo Félix Maradiaga en un documento que publicó bajo el sello de Fundación Libertad. Edipcia Dubón escribió un “análisis de la semana” que recompartió La Mesa Redonda en el que dijo que estoy “apuntalando la grieta política y debilitando como efecto colateral la narrativa común frente al régimen”.
Señora Dubón, debo decirle con mucha pena, que no se puede dividir lo que nunca ha estado unido. Además, no es trabajo del periodismo dividir ni unir a ningún grupo político, nuestro trabajo es contar los hechos. No traten de echar la culpa de la ineptitud política que lleva casi 8 años (solo por contar lo reciente) a un par de videos publicados hace solo unos días. Aquí ha ha habido asesinados, desterrados, confiscados, desnacionalizados y ustedes nunca han podido unirse. Ahora resulta que es mi culpa. Creo que entendieron mal mi oficio, yo no milito en la política, milito en el periodismo.
Si algunos colegas, por lo que usted dice, cuando habla de “una parte del periodismo”, han asumido esa tarea de hacer apuestas políticas, eso es algo que tiene que ver más con sus convicciones personales que con la razón de ser de este ejercicio y es un asunto de ellos, que las audiencias verán si premian o castigan. Lo respeto, es su decisión, pero eso no me obliga a actuar de la misma manera.
No sé quién les contó que los periodistas somos actores políticos. Sin duda, la política es un eje transversal a toda cosa cotidiana de la vida, pero no deberíamos defender políticos, sobre todo cuando sabemos lo decepcionantes que pueden llegar a ser, pues unas veces abanderan una causa y pronto los vemos en otra completamente antagónica.
Ejemplo de ello son Wilfredo Navarro o Enrique Quiñonez, «potentes voces opositoras» de antaño, imaginen qué sentirá algún periodista que hace 15 años “apadrinó” con coberturas privilegiadas a estos personajes por verlos ahora ser lo que son. Es por eso que los políticos no son mi público nunca, son mis audiencias las que me interesan.
Me atacan, me acusan de promover una agenda sandinista, pero no. El que me conoce sabe que siempre he sido de alguna manera rebelde, y que si algo me parece incorrecto, trataré de denunciarlo.
Es por eso que cuando muchos de esos disidentes sandinistas estuvieron presos o fueron desterrados y confiscados, Nicaragua Investiga estuvo entre los medios que cubrimos y denunciamos. Y si vuelven a vivir algo que consideremos injusto, lo cubriremos con el rigor de la verdad y la condena que se requiera según sea el caso. Y aunque ahora digan que estamos dejando atrás las actuales violaciones de derechos humanos, eso es totalmente falso, en Nicaragua Investiga tenemos una amplia cobertura y el que lo niegue no puede sonar meos que sospechoso. La memoria histórica siempre ha sido parte de nuestros ejes de trabajo y quien nos sigue desde nuestra fundación, puede atestiguarlo.
Lo que estoy haciendo no es fácil, porque yo sabía que esto iba a pasar. Y se que muchos periodistas más me darán la razón, pero entre rumores privados porque saben lo que implica, así como claro, habrá otros, como ya los hay, que me acusan de todo tipo de bajezas, aunque en el fondo saben que no pueden decir que yo miento.
De hecho, todo argumento han usado, menos decir que los hechos relatados son falsos.
Por décadas, esta historia se ha mantenido oculta o más bien silenciada, y por algo será. Muchos de los implicados se convirtieron en parte de las élites y con el poder se puede incluso, por lo que he visto, borrar tu pasado. Pero aquí estoy dispuesta a pagar el precio. ¿Soy idealista?: si. Me gustó lo que me contaron los profesores en las aulas de la universidad de que el periodismo es primero para buscar la verdad, y segundo para dar voz a las víctimas.
No soy sandinista, ni somocista, ni cualquier otro apelativo político, soy periodista. Y si por esto que he contado, me proscriben del periodismo, porque es algo que puede suceder, ya que entiendo cómo funciona esto, tengo mi plan: Seré esa que hubiera sido si la idea loca de esta carrera no se me hubiera cruzado por la mente jamás. Escribiré poemas de vez en cuando y aprenderé a hacer pasteles artísticos y tendré una vida tranquila en un pueblito amable donde nadie me conozca. Yo puedo ser una “ciudadana común”, nunca me ha interesado el protagonismo, ni la fama, ni el aplauso, ni la sonrisa de ningún político. Entonces el exilio, la apatridia, los constantes ataques de un lado y de otro serán solo un vago recuerdo, o quizá me haré a la idea de que solo fue una vida imaginaria que nunca existió ni me causó tantas decepciones y enojos.
Y aunque ustedes digan que no es el momento, sepan que el momento siempre lo ha sido, pero es que ustedes priorizan su momento. ¿Fue el momento en los 90? No, ¿en los primeros decanatos del 2000?: No. Ahora, tampoco lo es. Estas víctimas de los 80 están muriendo. Les aseguro que, si vivos no tuvieron nunca el momento, muertos menos lo tendrán.
Miguel Mora, quien en esta entrevista dijo que «no es el momento», ha contado con una amplia cobertura sobre la consfiscación de su canal-nosotros mismos lo hemos hecho- y él puede y debe aspirar a la devolución de su bien robado, así como la nueva ola de confiscados, de hecho, varias organizaciones, ya introdujeron la denuncia ante la CIDH y otras cortes para que cuando se pueda se inicie el proceso de reclamo y devolución, es justo, lo apoyo en su demanda, pero entonces ¿porqué estas víctimas nunca pudieron tener cobertura y ahora, 46 años después, les siguen diciendo que “no es el momento”?
“Ni perdón, ni olvido” es solo un lema, en la práctica existe el olvido selectivo. No hay momento para la verdad, la verdad es eterna. La verdad no cambia, una vez que ha sucedido, la verdad es inamovible.
Hablar de lo que ellos llaman “errores del pasado” no es un asunto que haya que minimizar. Mucho de lo que vivimos hoy es precisamente por no hablar de lo que se hizo mal y de los que participaron.
Entre las personas que hoy me acusan de “promover una agenda del sandinismo”, son muchas las que fueron sandinistas y que viven o vivieron en casas “piñateadas”, o cuyas parejas “piñatearon”. Sus nombres o los de sus padres o esposos aparecen en esta lista de confiscadores. Por eso no me extraña que se quejen de la cobertura.
Y bueno, me ataca el sandinismo con saña increíble que ha llegado tan bajo de incluso llamarme «sucia, imbañable» y hasta inventarme enfermedades y tragedias personales, y me ataca la oposición también. Una vez me atacó el Banpro y me cerró el sitio web porque en un perfil de vida de su gerente apresado, una de las fuentes nos contó que cuando dirigía El Nuevo Diario este personaje tenía actitudes terribles contra sus trabajadores. El perfil era completo, exponía sus luces y sombras y denunciaba y condenaba su arresto, pero ellos querían que solo tuviera «las luces». Estoy acostumbrada al ataque. No es porqué hago, sino por cómo lo hago.
No me extraña, ni me da miedo. Si he de morir por lo que cuento, alguien dirá alguna vez que lo hice por convicción, no por interés y mi tumba sin excesos quizá lo cuente mejor, porque con esto yo no gano nada más que la satisfacción de escuchar a una víctima decir: “gracias”, a como por fortuna, he escuchado tantas veces estos días. No hubo justicia humana, pero algo de justicia social y confort en la verdad están encontrando los despojados.
Todos bienvenidos sin dar cuentas
Me pregunto si en 10 o 15 años Laureano Ortega convertido entonces, quizás, en un halagado cantante de ópera, estará metido en los grupos opositores sin ningún tipo de condena ni judicial ni social simplemente porque se remarketeó como disidente. No sería extraño y el Chino Enoc puede ser un buen ejemplo, pues hasta consigue cartas de recomendación de personas “progatógicas” de “la lucha cívica” para ir con más fuerza a pedir beneficios de seguridad social a Estados Unidos.
Y ahí está Rafael Solís, por citar otro de tantos casos, después de la destrucción que hizo al Estado de derecho y al país mismo, visto como más merecedor del término «patriota» que cualquiera de los que nunca fuimos sandinistas y procuramos hacer lo correcto, con fallas, pero esforzándonos en ello.
Si alguien se va a salir del sandinismo después de ser partícipe de crímenes y solo encuentra “premios” y “halagos” entonces ¿dónde quedan las víctimas?, pues si, ellas no logran el asilo, las expulsan, porque no tienen cartas ni respaldos de nadie ya que esa gente les dice a ellos: “no es el momento”.
Repito, se vale equivocarse, pero la justicia dice que a como fue el daño que hiciste debe ser el resarcimiento que entregarás. No es revanchismo ni venganza política, es verdad y reparación. No les tengo que contar que todos los males de esa época se repiten ahora, incluyendo las confiscaciones. Eso es porque mientras no se nombren las cosas como son y los perpetradores sigan encontrando impunidad y remarketeo todo seguirá pasando infinitamente. Yo no quiero esa Nicaragua para mis hijos.
Antes de limpiar la casa uno empieza por ordenarla y pasar la escoba.
Yo sí creo que se puede construir una nueva Nicaragua, pero desde la verdad. Desde la base de que estas personas cuenten lo que pasó, pidan perdón real, no ese “perdón” que acusan de humillación, que confiesen, que devuelvan y enseñen a la nueva generación cuáles fueron las fallas y se aparten, porque para ellos si que ya “no es el momento”.
Nicaragua Investiga
