El régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo ha expresado sus “sentidas condolencias” por la muerte del expresidente estadounidense Jimmy Carter, fallecido este 29 de diciembre de 2024 a sus 100 años de edad.
El mensaje oficial, plagado de palabras como “fraternidad”, “respeto” y “amistad”, demuestra el cinismo de un régimen que desde 2011, negó a Carter y a su Centro Carter la participación como observadores electorales en Nicaragua.
“Desde Nicaragua Bendita y Siempre Libre, enviamos a Ustedes nuestras Oraciones y Sentidas Condolencias ante la Partida a Otro Plano de Vida del Inolvidable Amigo de Nuestramérica, Presidente de los Estados Unidos, Hermano Jimmy Carter”, reza el comunicado difundido por la dictadura nicaragüense.
Sin embargo, este mensaje de “fraternidad” se ve empañado por los antecedentes de hostilidad que tuvo el régimen de Ortega contra Carter en la última década, especialmente cuando el expresidente estadounidense señaló en 2011 el deterioro de las instituciones democráticas del país.
Aquellos señalamientos le costaron al Centro Carter la posibilidad de observar los comicios en Nicaragua, pues el Ejecutivo sandinista simplemente cerró la puerta a la misión internacional que representaba Carter.
El papel de Carter en la historia de Nicaragua
Jimmy Carter (1977-1981) gobernó Estados Unidos en un contexto marcado por la Guerra Fría y se distinguió de sus predecesores al poner la defensa de los derechos humanos como pilar de su política exterior. Esta visión le llevó a cortar el apoyo financiero y militar a la dictadura de Anastasio Somoza Debayle, allanando el camino para el triunfo de la Revolución Sandinista en 1979.
Tras dejar la Casa Blanca, fundó el Centro Carter (1982) para promover la democracia y la observación electoral en diversos países. Nicaragua se convirtió en uno de sus focos principales. Carter fue testigo de múltiples elecciones nicaragüenses, incluyendo las de 1990, en las que informó personalmente a Daniel Ortega sobre su derrota ante Violeta Barrios de Chamorro, y las de 2006, cuando avaló el triunfo electoral de Ortega en su regreso a la presidencia.
No obstante, en los últimos años —especialmente a partir de 2011— el Centro Carter y el propio Jimmy Carter cuestionaron el rumbo autoritario del régimen sandinista, acusando a Ortega de “erosionar las instituciones democráticas” y perpetuarse mediante fraudes electorales. Esa postura crítica desencadenó la ruptura total entre ambas partes: el Gobierno prohibió a Carter y a su organización ejercer labores de observación en los procesos electorales que le siguieron.
En el extenso mensaje de condolencias divulgado por la pareja presidencial, se destaca a Carter como un “amigo de Nuestra América” y se elogia “una política respetuosa y amistosa” que reconocía la “dignidad y soberanía” de los pueblos. Palabras que, para la prensa independiente y diversos críticos, suenan a cinismo:
- Negaron su entrada: El Centro Carter fue un observador clave en la promoción de elecciones libres y transparentes en el mundo. Pese a su experiencia y legitimidad, Ortega y Murillo vetaron su presencia en los comicios tras las críticas de Carter por la falta de democracia en Nicaragua.
- Desacreditaron su labor: A partir de las protestas de 2018, cuando el Centro Carter pidió una salida pacífica a la crisis y condenó la represión estatal, el discurso oficial del FSLN tachó al exmandatario de “injerencista” y reiteró que “nadie necesita supervisión extranjera” en asuntos internos.
- Se apropiaron de su legado: Pese a que Carter fue un mediador respetado a nivel internacional, el régimen se atribuye —en su nota fúnebre— la misma bandera de derechos humanos que Carter defendió, a la vez que persigue y criminaliza a la oposición, periodistas y defensores de derechos humanos en el país.
El rol que Carter no pudo retomar
La necesidad de una mediación internacional en Nicaragua se hizo patente desde 2018, cuando estallaron las protestas antigubernamentales que exigían la salida de Ortega. El Centro Carter mostró disposición para facilitar el diálogo, pero el Ejecutivo nicaragüense boicoteó todo intento de mediación.
El propio Carter, en medio de sus crecientes problemas de salud, seguía interesado en fomentar negociaciones de paz. No obstante, los esfuerzos se vieron frustrados por la negativa de las autoridades.
El mensaje de condolencias oficial concluye deseando que la vida de Carter inspire “un Modelo de Entendimiento para la Paz y la Convivencia”. No obstante, es imposible obviar la contradicción entre lo que Ortega y Murillo dedican hoy a Carter y su histórica renuencia a aceptar la observación y los llamados al diálogo que el expresidente y su centro impulsaron.
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