El régimen Ortega-Murillo ha respondido con un comunicado extenso lleno de ira a las recientes declaraciones del Monseñor Rolando Álvarez, quien habló sobre su experiencia en el exilio tras ser expulsado de Nicaragua.
Pero parece que a la dictadura le molesta que la voz de Álvarez, escuchada por muchos nicaragüenses, se siga alzando incluso en su exilio forzado.
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“Nos pronunciamos sobre declaraciones que a nombre del Estado Vaticano, se realizan desde páginas y plataformas que les son propias, declaraciones que constituyen un agravio y un insulto a la soberanía y dignidad del Estado nicaragüense”, afirma la dictadura mientras mantienen una grave violación a los derechos humanos de sacerdotes y laicos que aún están dentro del país.
A pesar de que la Constitución Política de Nicaragua establece que el Estado es laico y promueve el respeto a todos los credos religiosos, la dictadura ha violado la Carta Magna al confiscar propiedades de la Iglesia católica, con la que se identifica la mayoría de los ciudadanos nicaragüenses.
¿Qué dijo Álvarez en su entrevista?
En su primera entrevista desde su destierro, Álvarez expresó su amor por Nicaragua y su deseo de seguir siendo su pastor, afirmando que no se siente exiliado, sino liberado y en la diáspora.
La dictadura, en respuesta, ha calificado sus declaraciones de «irresponsables e irrespetuosas», y ha acusado al Vaticano de interferir en los asuntos internos de Nicaragua.
El sacerdote detalló que siempre lleva consigo la carta pastoral que el Papa Francisco dirigió a los nicaragüenses el 2 de abril de 2024. En ella, utilizó un “lenguaje muy doméstico y nuestro” para exhortar a los nicaragüenses a creer y confiar en la providencia divina, incluso cuando no se puede entender lo que está sucediendo.
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En la entrevista, Álvarez se dirigió a los nicaragüenses y expresó: “Mi pueblo es un pueblo de esperanza, lo amo profundamente. Soy un obispo para la iglesia universal, pero fui ordenado obispo para Matagalpa y sigo siendo su cabeza visible y administrador apostólico de Estelí, y continuaré siéndolo hasta que Dios disponga lo contrario”.
Explicó que no se siente exiliado, sino liberado y en la diáspora. “En la diáspora siempre crece la fe y se fortalece la esperanza”, afirmó Álvarez.
Respuesta de la dictadura
“Las declaraciones citadas, son irresponsables e irrespetuosas y violentan las máximas leyes y normas que rigen la vida Independiente de nuestra Nicaragua bendita”, se lee en otra parte del comunicado extendido a través de la Cancillería.
La dictadura dice que condena conductas inadmisible de personas que desde tronos ególatras, disfrazados con máscaras de benevolencia y farisaico misticismo, “continúan agrediendo al pueblo nicaragüense, en su pretensión de poder político, ridícula, insolente e indecente, por oculta tras ropajes fantasmagóricos, pretensión absurda”.
“Las citadas conductas, inadmisibles y anti-cristianas, han merecido, y merecen, la condena de las familias nicaragüenses y nada autoriza al Estado Vaticano, que debe regirse por las Normas del Derecho Internacional, y el respeto a los gobiernos e instituciones nacionales, a otorgar nombramientos de cualquier tipo, en el territorio Soberano y digno de nuestra Nicaragua”, dice la dictadura.
La dictadura expresó que el Estado Vaticano no tiene autoridad para otorgar cargos y poderes en Nicaragua a personas que perdieron su nacionalidad por promover crímenes, violencia y odio.
Álvarez fue desnacionalizado luego de ser desterrado en enero de 2024 junto a tres sacerdotes más y un grupo de laicos. En ese entonces, el régimen violó la Constitución porque no permitía desnacionalizar a sacerdotes y a nicaragüenses, menos por pensar diferente.
Nicaragua Investiga
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