El comercio de fauna silvestre de Nicaragua ha experimentado un crecimiento exponencial que plantea serias interrogantes sobre la sostenibilidad y ética de esta práctica. Según datos oficiales del Centro de Trámites de las Exportaciones (Cetrex), las cifras revelan una tendencia preocupante: mientras en 2013 las exportaciones generaron apenas 150,000 dólares, para 2021 la cifra había aumentado dramáticamente, alcanzando los 443,517 dólares en solo los primeros seis meses del año.
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Esta expansión no es casual. Las declaraciones de la entonces ministra del Marena, Sumaya Castillo, en 2019 evidenciaban las ambiciones gubernamentales: «Para dar un ejemplo de qué rentable es esta actividad: En este año hay más de 300,000 dólares en exportaciones en fauna silvestre producida en cautiverio». Sus palabras revelan una visión puramente comercial que prioriza los ingresos sobre consideraciones conservacionistas.
Estados Unidos: el principal consumidor de la biodiversidad nicaragüense
El análisis de los destinos de exportación revela patrones inquietantes. Estados Unidos se ha consolidado como el principal mercado receptor de la fauna silvestre nicaragüense, siguiendo la misma lógica que domina el comercio bilateral entre ambos países. Según datos del Banco Central de Nicaragua, aproximadamente el 60% de todas las exportaciones nicaragüenses tienen como destino el mercado estadounidense, y el comercio de fauna silvestre no es la excepción.
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Esta dependencia del mercado estadounidense plantea cuestionamientos profundos sobre la demanda de especies exóticas en el país del norte. La facilidad de acceso al mercado estadounidense, combinada con la creciente popularidad de las mascotas exóticas, ha convertido a Nicaragua en un proveedor clave de especies que van desde anfibios y reptiles hasta aves tropicales.
El mercado europeo: un destino emergente y problemático
Aunque Estados Unidos domina las importaciones, el mercado europeo representa un destino creciente y particularmente preocupante. Los países europeos han mostrado un apetito insaciable por especies exóticas nicaragüenses, especialmente reptiles y anfibios endémicos. Esta demanda europea se caracteriza por su sofisticación: los compradores buscan especies raras y de difícil reproducción, lo que incrementa la presión sobre poblaciones silvestres ya vulnerables.
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La Unión Europea, pese a sus regulaciones CITES, mantiene un mercado legal activo que facilita el comercio de especies nicaragüenses. Sin embargo, la línea entre comercio legal e ilegal se difumina cuando se considera que muchas especies exportadas legalmente desde Nicaragua terminan en mercados secundarios donde se venden a precios exponencialmente mayores.
Honduras y México: Los socios regionales en la cadena comercial
A nivel regional, Honduras emerge como el segundo destino más importante, recibiendo el 11.4% de ciertas exportaciones nicaragüenses. Esta relación bilateral en el comercio de fauna silvestre refleja las dinámicas centroamericanas, donde los países actúan tanto como origen como tránsito de especies hacia mercados más lucrativos.
México, representando el 1.7% de algunos flujos comerciales, juega un papel más complejo. Su posición geográfica lo convierte en una puerta de entrada estratégica hacia el mercado norteamericano, funcionando ocasionalmente como intermediario en el comercio de especies nicaragüenses hacia Estados Unidos.
La paradoja conservacionista: legitimando la explotación
El discurso oficial nicaragüense presenta el comercio de fauna silvestre como una estrategia de conservación, argumentando que la cría en cautiverio reduce la presión sobre poblaciones silvestres. Sin embargo, los especialistas en conservación cuestionan esta narrativa. La realidad es que la demanda internacional por especies nicaragüenses ha crecido de manera insostenible, y no existe evidencia convincente de que los programas de cría en cautiverio estén genuinamente contribuyendo a la conservación de especies en estado silvestre.
La autoridad CITES-Marena ha defendido estas exportaciones como generadoras de empleo y conservación, pero la transparencia en los datos y metodologías de monitoreo es limitada. La ausencia de estudios poblacionales rigurosos sobre las especies exportadas genera dudas sobre la sostenibilidad real de esta práctica.
Impacto en la biodiversidad: más allá de los números
Los datos económicos solo cuentan parte de la historia. Nicaragua alberga una biodiversidad extraordinaria, con especies endémicas que han evolucionado en ecosistemas únicos. El comercio internacional de estas especies, independientemente de su legalidad, representa una forma de extractivismo que convierte la biodiversidad en commodity.
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Las especies más cotizadas en los mercados internacionales son precisamente aquellas con características únicas: coloración excepcional, comportamientos específicos o rareza geográfica. Esta demanda selectiva crea presiones evolutivas artificiales y puede alterar las dinámicas poblacionales de manera impredecible.
Hacia un modelo más transparente
El futuro del comercio de fauna silvestre nicaragüense requiere una reevaluación fundamental. Los países de destino, particularmente Estados Unidos y los miembros de la Unión Europea, deben asumir responsabilidad por su papel en la demanda que impulsa este comercio. La implementación de regulaciones más estrictas, sistemas de trazabilidad robustos y penalizaciones significativas para el comercio ilegal son medidas urgentes.
Nicaragua, por su parte, necesita desarrollar una visión a largo plazo que balance los beneficios económicos inmediatos con la conservación de su patrimonio natural. Esto implica inversión en investigación científica, desarrollo de alternativas económicas para las comunidades rurales y transparencia en los procesos de exportación.
El comercio de fauna silvestre no es inherentemente negativo, pero su práctica actual en Nicaragua refleja las limitaciones de un modelo que prioriza ganancias a corto plazo sobre sostenibilidad ecológica. Solo a través de un enfoque más crítico, transparente y científicamente fundamentado se puede garantizar que las futuras generaciones de nicaragüenses puedan beneficiarse tanto económicamente como ecológicamente de su extraordinaria biodiversidad.
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