Los sacerdotes Ismael Serrano y Jader Hernández se convirtieron, este sábado 30 de diciembre, en los dos últimos religiosos católicos secuestrados por la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo. Ya van 17 desde que iniciaron la última ola de secuestros el pasado 20 de diciembre.
El padre Ismael Serrano es párroco de la iglesia San Miguel Arcángel, en Las Brisas, y el padre Jader Hernández es párroco de la iglesia Madre del Divino Pastor, en Nejapa. Ambos en Managua.
Según la investigadora Martha Molina, los dos fueron secuestrados por policías y paramilitares, y, en el caso de Serrano, padece múltiples enfermedades.
«Es un sacerdote demasiado enfermo. Se me hace difícil creer inmensa maldad. Es conocido como el exorcista de la Arquidiócesis (de Managua)», dijo Molina en la red social X, respecto del padre Serrano.
Familiares en El Chipote
Desde el 20 de diciembre pasado, cuando la dictadura secuestró al obispo de Siuna, monseñor Isidoro Mora, van 17 religiosos secuestrados. En total, hay 18 religiosos en poder de la dictadura, tomando en cuentra a monseñor Rolando Álvarez, secuestrado el 3 de agosto de 2022.
Encarcelados son dos obispos, 12 sacerdotes y dos seminaristas. Liberados, pero vigilados por los policías de la dictadura, hay dos sacerdotes.
Molina también indicó que los familiares de los sacerdotes secuestrados han acudido a la cárcel El Chipote, donde los policías se especializan en torturas y tratos crueles e inhumanos.
«Llegan en búsqueda de los presbíteros. La orden que se dio a los guardias es no proporcionar información alguna y remitir a los familiares a otras estaciones policiales. A la mayoría de los sacerdotes se les llevaron sus computadoras y celulares. La mayoría de los sacerdotes padecen enfermedades crónicas y no han aceptado a sus familiares las medicinas», posteó Molina en su cuenta de X.
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Parroquias sin misas
Martha Molina también informó, a través de una conferencia de prensa, que feligreses de varias parroquias reportaron que no hubo misas en las mismas en la mañana de este domingo 31 de diciembre.
No supieron qué pasó con los sacerdotes, sino que algunos encargados de las parroquias les indicaron que regresaran a sus casas porque no habría misas.