La muerte de Michael Healy Lacayo, a sus 61 años, fue tan sorpresiva como su irrupción en la política por la democracia en Nicaragua. El empresario, notable productor de caña y plátano del departamento de Rivas, alcanzó notoriedad durante la crisis social y política que inició en abril de 2018 y que a la fecha mantiene a Nicaragua “tocando fondo”.
Desde la empresa privada, Healy Lacayo, no dudó en encarar al régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo cuando estos ordenaron aplastar las protestas sociales con balas, una matanza que dejó 355 muertos según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). No le tembló la voz para exigir que dejaran el poder, sin imaginarse, que en sus frases, irían las voces de miles de nicaragüenses que ya no quieren al matrimonio en el gobierno, al que están atornillados desde el 2007.
Pero con eso, el empresario se colocó en la mirilla del régimen. Le declararon a los cuatro vientos su odio. El régimen ordenó invadir sus tierras y como no dio paso atrás fue secuestrado el 21 de octubre de 2021, cuando volvía de una citatoria de la Fiscalía para dar la cara ante las acusaciones que inventaron contra la Fundación Nicaragüense para el Desarrollo Económico Social (Funides), el centro de pensamiento, investigación y análisis de los empresarios.
Lo siguieron, en silencio y a escondidas, no como lo haría una autoridad. Lo hicieron como integrantes de bandas criminales organizadas, vestidos de civil unos y de uniforme policial otros, lo interceptaron y sin lectura de cargos y sin que la Fiscalía que supuestamente lo investigaba terminara sus indagaciones, fue llevado a prisión, contó un pariente el día de su secuestro.
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Secuestrado y desaparecido
Healy Lacayo, como más de 200 nicaragüenses, fue secuestrado para que no impidieran la reelección ilegítima de Daniel Ortega para un cuarto mandato.
Después de su secuestro y prisión, el empresario no vio por meses el sol, ni logró comunicación con sus familiares que tuvieron que admitir en silencio su desaparición forzosa. Pero resistió. Fue visto bajo de peso, pálido y muy enfermo en manos del régimen que se jacta de cristiano y solidario.
Se le miró firme el dia que dieron una especie de “prueba de vida” ante los gritos de la comunidad internacional que ha llegado a calificar a Ortega y a su esposa como la peor de las dictaduras latinoamericanas de estos tiempos. Es una dictadura muy parecida a la hitleriana, según la comparación que hizo el mismo Papa Francisco hace unos meses.
Healy Lacayo murió en Panamá el jueves 26 de enero de un paro cardíaco, pero sus dichos y su lucha por la democracia en Nicaragua, siguen vigente, dicen sus excompañeros en la oposición. Juan Sebastián Chamorro, por ejemplo, no duda en afirmar que cuando estallaron las protestas de abril de hace cinco años, el empresario se colocó del lado correcto de la historia.
Healy y el tranque de “El Carmen”
Michael Healy dejó mucha tinta impresa cuando existían periódicos en Nicaragua y decenas de segundos en videos y audios, cuando fue entrevistado sobre la situación de los productores en el país a quienes representó en la Unión de Productores de Nicaragua, Upanic.
Como parte de la Alianza Cívica que integraron para el Diálogo Nacional empresarios, estudiantes y organizaciones civiles organizadas en el país, para buscarle salida democrática a la crisis política que provocaron Ortega y Murillo en su afán de morir en el poder, Healy siempre fue, una voz dura y directa.
Nadie olvida la respuesta contundente que le dio al canciller del régimen, Denis Moncada, cuando en nombre de Ortega y Murillo pidió que se desmontaran los tranques de resistencia que los ciudadanos levantaron en todo el país como presión contra el régimen.
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Healy dijo que el régimen exigía, sin ceder en la represión, los asesinatos de civiles opositores con el uso de paramilitares, ni ofrecer garantías de seguridad para la oposición en el país.“Aquí solo hay un tranque, y el tranque está en El Carmen”, señaló el empresario, refiriéndose al lugar en Managua donde residen Ortega y Murillo y donde han permanecido sin suspender las órdenes de violentar los derechos humanos de los nicaragüenses hasta el sol de hoy.
“Esta frase, aunque puede haber otras, sí que despertó al máximo la ira de la pareja dictatorial”, dice un analista que pide hacer sus comentarios bajo anonimato.
A su criterio, la frase alcanza notoriedad porque en la narrativa del régimen de Ortega, los bloqueos de resistencia llamados “tranques”, eran lugares donde supuestamente se cometieron crímenes que nunca pudo probar y con los que justificó sus ataques armados que sí llegan a ser considerados crímenes de lesa humanidad, según el Grupo de Expertos en Derechos Humanos sobre Nicaragua (de las Naciones Unidas) GHREN, por sus siglas en inglés.
Healy avanzó más en sus dos minutos con 13 segundos de fuerte intervención. Dijo que Ortega, debía renunciar. “El presidente de la república, debe renunciar, por su incapacidad de controlar a los paramilitares y policías que atacan al pueblo y a estudiantes, aun cuando se ha acordado una tregua”, criticó a plomo en cadena nacional.
La solución que Ortega le negó a toda Nicaragua
La comparecencia de Healy cuyo video circuló en redes y se ha reproducido por miles desde que se conoció su deceso esta semana, definió sus posturas sobre la crisis y el régimen Ortega-Murillo. Dijo que para él, la única solución a la crisis era que el envejecido guerrillero devenido en gobernante radical junto a su mujer y sus siete hijos, renunciara. “Mañana mismo, Nicaragua se enrumba si ellos se van”, sentenció.
Incluso llegó a decir que al mismo Ortega, le convenía porque él, su familia y su círculo de poder eran empresarios que estaban perdiendo también con la crisis, pero nada los convenció, asidos al poder, vieron en las armas y la violencia, la manera de sostenerse.
“Todo esto se soluciona y la economía vuelve a su rumbo, si Daniel Ortega y Rosario Murillo se van mañana”, reitero Healy, sin saber o sabiéndolo quizás, que ello le costaría persecución, confiscación, cárcel y por último destierro.
Ortega: el gran secuestrador
Antes de vivirlo en carne propia, Healy estaba convencido de que Daniel Ortega era un gran secuestrador. Lo dijo refiriéndose a la vida política del país, al pensamiento libre y al derecho de elegir a los gobernantes. “El Poder Electoral está secuestrado por un partido”, comentó.
Corría abril de 2021, las elecciones serían en siete meses. Seis meses después de sus declaraciones, en octubre de ese año fue secuestrado. El empresario comprobó su misma tesis. A Ortega no le importó que liderara las cámaras empresariales del país, las que después ilegalizó y las anuló como gremios.
Healy, el presidente del poderoso Consejo Superior de la Empresa Privada, Cosep, fue arrestado y acusado de cometer delitos políticos que Daniel Ortega inventó para encarcelar a sus adversarios políticos.
“No hay garantías para la inversión, cuando no hay seguridad jurídica”, había dicho Healy. “No hay seguridad cuando los poderes del Estado que deberían de ser independientes, son manejados por un partido, eso espanta la inversión extranjera”, advirtió.
El régimen se enfureció y no se contuvo más, ordenó su secuestro. El 29 de abril del año siguiente, 2022, el juez orteguista Ángel Jeancarlos F. González lo condenó a 13 años de prisión en un juicio a puerta cerrada, sin pruebas y sin defensa. Un año más tarde, en febrero de 2023, fue desterrado junto a 222 presos políticos hacia Estados Unidos.
El empresario residía en Panamá y en julio del año pasado, recibió la nacionalidad española, junto a otros 91 nicaragüenses a los que Ortega y Murillo echó del país en condición de apátridas. “Nadie olvidará al empresario como nadie olvida que tenía razón; el tranque de El Cármen sigue en pie y es por eso que Nicaragua sigue sufriendo”, dijo un político local que conoció al empresario.