En el país que ha dado a la literatura en lengua castellana figuras como Rubén Darío, Ernesto Cardenal, Salomón de la Selva y Sergio Ramírez, el 31 de mayo del 2022, luego de 94 años, dejó de existir la Academia Nicaragüense de la Lengua. No fue una decisión de los académicos, sino de los mandamases de la pequeña nación centroamericana: Daniel Ortega y Rosario Murillo, lo que resulta irónico dado que Murillo se autodenomina «poetisa» y el mismo Ortega tuvo frustradas ilusiones de ese tipo en su juventud.
La eliminación de la Academia Nicaragüense de la Lengua forma parte de una arremetida contra cientos de organizaciones de la sociedad civil, entre las que figuran varias en las que se habían aglutinado estudiosos, académicos e intelectuales, como el Festival Internacional de Poesía de Granada, un evento fundado en el 2005 y al cual asistían cada año literatos de todo el mundo.
La envidia de Murillo
Para el psicólogo Róger Martínez, la arremetida de Rosario Murillo contra organizaciones de intelectuales tiene que ver con la «envidia» de esta por nunca haber destacado nunca en la literatura.
«Rosario Murillo le saca doble provecho al atacar estos sectores, ella ve la oportunidad de revanchismo por celos o envidias que podría tener ella contra los artistas e intelectuales que son reconocidos a nivel internacional por su trabajo. Considerarse poeta es una cosa pero serlo es otra, nadie es escritor si nadie le lee. ¿Quien lee lo que Rosario ha escrito? Nadie», explica.
El experto recuerda como la segunda del régimen «ha querido forzar talentos que ni ella ni sus hijos tienen» y enfatiza el caso de agosto del 2021 cuando la dictadura mandó a publicar un decreto ejecutivo para controlar los premios y reconocimientos internacionales que se otorgue a ciudadanos nicaragüenses.
«Se denota un componente de recelos y envidia típico de personalidades psicópatas y sociópatas», subraya el psicólogo.
Turbas contra un Ernesto Cardenal fallecido
Esta arremetida contra intelectuales tiene años de ocurrir, y hasta cierto punto pareciera tener tintes políticos, dado que en las dos organizaciones antes mencionadas muchos de sus miembros son disidentes sandinistas. Sin embargo, cuando se escarba más a fondo se puede notar una eterna obsesión de Murillo de controlar la cultura en Nicaragua.
Uno de los eventos más bochornosos de los últimos tiempos ocurrió el 3 de marzo del 2020 cuando turbas del gobernante Frente Sandinista irrumpieron en las honras fúnebres del poeta y sacerdote Ernesto Cardenal, realizadas en la Catedral de Managua. Las turbas llegaron con pañuelos rojo y negro, gritando consignas partidarias como «No pudieron ni podrán» y «¡Viva Daniel!», Cardenal era un acérrimo opositor a Daniel Ortega y tenía años de denunciar que era perseguido por la pareja presidencial.
Enviar a sus turbas era la última afrenta de Rosario Murillo hacia el poeta Cardenal.
En junio del 2019 el sacerdote había dejado un poema de denuncia hacia el régimen en el tachó de loca a Murillo y denunció los asesinatos cometidos por el régimen un año antes: «A todo el país nos duele respirar / el país entero en manos de una loca / la del estéril bosque de árboles de hierro / y en manos de un presidente sin huevos / gobernado por ella».
Irónicamente el 2 de marzo, un día después de la muerte de Cardenal, al dar sus condolencias públicas, Murillo aseguró que había «reconocido todos sus méritos culturales, artísticos, literarios, religiosos y su extraordinaria poesía».
«Intelectual de mediano mérito»
Aunque Murillo conoció a Cardenal cuando ella era una joven secretaria en el diario La Prensa, en los años ochenta, durante el primer régimen sandinista, fue conocida su rivalidad hacia este y otras figuras intelectuales.
A los desencuentros con Murillo se achaca la decisión de la presidencia de Nicaragua de disolver el Ministerio de la Cultura en 1988, cargo que ocupó Cardenal desde 1979. Rosario Murillo era la primera dama y dirigía la Asociación Sandinista de Trabajadores de la Cultura (ASTC) y el suplemento cultural Ventana, desde el cual dirigía sus fierros hacia cualquier artista.
En sus memorias la Revolución Perdida, el poeta Cardenal acusa directamente a Murillo. «Ella siempre quiso ser ministro de Cultura, pero siendo su marido presidente era bastante feo. Logró que dejara de haber Ministerio de Cultura y que en vez de él hubiera un Instituto de Cultura y eso ya lo pudo dirigir», explicó Ernesto Cardenal.
Se cumplen dos años en que turbas asaltaron el funeral de Ernesto Cardenal
Para Cardenal, Rosario Murillo era una «intelectual de mediano mérito», que se había apoderado de la ASTC «mediante una elección fraudulenta» para convertirse en la rectora de la cultura del país. Irónicamente la ASTC había sido fundada por el mismo Cardenal.
En los años ochenta Murillo tuvo problemas con otros intelectuales. Destaca la poetisa Daysi Zamora, a la que, según Cardenal, Murillo le hizo la guerra a tal punto que logró fuera destituida del cargo de viceministra de la cultura en 1982.
Una mujer inescrupulosa
Rosario Murillo también se ha enfrentado desde hace años a la famosa escritora y poetisa Gioconda Belli, organizadora del Festival Internacional de Poesía de Granada. Murillo y Belli fueron amigas en los años setenta, pero pronto esa relación se fracturó. «Yo no tengo amistad con Rosario Murillo porque durante la revolución, cuando estuve en la Asociación Sandinista de Trabajadores de la Cultura, tuve muchos problemas con ella y me di cuenta que era una persona inescrupulosa, que era capaz de hacer cualquier cosa para lograr lo que ella quería. Y desde entonces yo no tengo ninguna relación con ella», manifestó Belli a junio del 2021 en una entrevista con INFOBAE.
Su pasión por la poesía
De acuerdo a BBC Mundo, Murillo afirmaba que empezó a escribir poesía en 1973 tras la muerte de su tercer hijo durante el terremoto de Managua de diciembre de 1972. En esos años fue miembro del Grupo Gradas, conformado por artistas que se reunían en los atrios de las iglesias para protestar contra la dictadura de la familia Somoza. Si bien, se considera poetista y muchos de sus seguidores la celebran como tal, en realidad Murillo nunca ha destacado en la literatura.
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