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Oposición, una lucha generacional que ganan los políticos tradicionales

La oposición no encuentra estrategias para mantener activa y entusiasmada a la juventud que termina desertando decepcionada.

Monteverde navega en aguas turbulentas, su más reciente pérdida fue la más joven de sus filas. Con 24 años la excarcelada política Samantha Jirón anunció su renuncia al bloque opositor este fin de semana.

«Es la mejor decisión que he tomado para mi vida», nos dice luego de comentar que tras su destierro y el tiempo en prisión también hay una cuota emocional que está pagando y que es difícil pertenecer a un grupo que genera «una gran decepción», porque «mas bien ha retrocedido».

«Esperé que después de todo lo que habíamos vivido y de la cárcel maduráramos más y de que los pleitos (…) ya se hayan superado de la mejor manera, pero tristemente conforme han pasado los años la frustración nos ha ganado», indica.

Para la ex prisionera política el problema principal es solo uno, lo que ella llama «los mayores».

«Siempre nos tachan que tenemos inmadurez, nos tachan de que podemos ser utilizados de manera interna y simplemente no valoran que vos podas tener la capacidad de aprender y de tomar decisiones», dice.

Samantha Jirón renunció a Monteverde «decepcionada» por la exclusión a los jóvenes.

Ella calcula que solo 5% de los integrantes de Monteverde son jóvenes menores de 30 años. «Me encontré con cosas peores, hay personas que simplemente no van a cambiar», reprocha sin querer profundizar en los pormenores de las diferencias con una generación que viene de la política tradicional, y que incluso, en muchos casos, fueron parte del problema, cuando integraron junto a Daniel Ortega un militar y dominante gobierno «revolucionario» en los años 80. Sin embargo, el origen de las diferencias se interpretan fácilmente en las siguientes declaraciones de Samantha.

«Es lo mismo de siempre, los jóvenes llenando esas cuotas de sexo, en el caso de las mujeres por ser mujeres, de edad porque tenés 24 años, o de espacio para que digan que tenemos el respaldo», señala. Luego lo dice más claro: «el proceso ha fallado en poder tener mayor participación de los jóvenes».

Muchas «unidades» desunidas

La de Samantha no es una queja nueva, aunque no ha sido escuchada. Hansell Vásquez pasó una dura estancia en prisión cuando en 2018 fue acusado por el régimen de la quema de la oficialista Radio Ya. Al salir de prisión y verse obligado al exilio en Costa Rica pensó que todo lo vivido; 355 muertes, más de 2 mil heridos, cárcel, confiscaciones, destierros, desnacionalización, eran suficientes para que la oposición finalmente entendiera que la prioridad era unirse, pero se equivocó. En lugar de un solo bloque había cada vez más organizaciones, pequeñas, dispersas, ineficientes y ante todo, desconectadas de lo que la gente realmente demandaba.

«La desvinculación principalmente era porque los intereses que tenía la población no eran los intereses que tenían estos grupos organizados», dice Vásquez.

La oposición quería procesos electorales, una negociación y posiblemente algo que ganar de eso. Pero la gente quería justicia, y desconectarse de los sectores políticos del pasado «porque el vicio y toda la corrupción que había trascendido en el país también era responsabilidad de estas personas que estaban dentro de los sectores políticos organizados», dice Hansell Vásquez.

Hansell Vásquez renunció al ver tantas unidades que no terminaban de fusionarse. Foto: NI

La prevalencia de esta «vieja camada» de políticos ha sido uno de los grandes muros para la unidad de la oposición nicaragüense. Disidentes, no solo del sandinismo, dice, sino de otros grupos partidarios que también le han hecho daño al país. Tomarlos en cuenta sería promover la impunidad, borrar de alguna forma sus errores o crímenes del pasado, dicen unos. Otros, creen que excluirlos sería hacer lo mismo que el sandinismo y que esto no sería una muestra de unidad verdadera. Además, su experiencia conociendo las estrategias del régimen podrían aportar a una hoja de ruta opositora.

Hansell Vásquez dice que no se trata de exclusión.

«El problema es que estas personas no solo están ahí, sino que son las que lideran los procesos , no solo están para asesorar o para decir; yo cometí tales horrores, ustedes no los comentan, están dirigiendo», cuestiona.

Daniel Ortega, el presidente más anciano de Centroamérica

«No es excluirlos, es darles un lugar y entender de que su tiempo, y sus resultados pues son los que tenemos en Nicaragua, dale la trinchera y dale la batuta a los chavalos y que ellos entiendan que si hay algo que aprender de ellos es lo que no se tiene que hacer», afirma.

Vásquez también denuncia una cosa que considera como «absurda». Monteverde es solo uno de los tantos procesos de «concertación» o esfuerzos de unidad que hierven por los escondites del exilio en San José.

«Hay muchísimas concertaciones y en cada concertación están las mismas personas, los mismos movimientos y las mismas organizaciones (…) lo único que los hace diferentes es que es un cacique distinto en cada una y todos son caciques y todos quieren dirigir su propia concertación», reclama.

«Un poco de vergüenza por lo que nos han heredado»

Alex Hernández, otro joven que conoció la cárcel y que fue desterrado en Estados Unidos también se cuestiona el afán de la vieja clase política tradicional por apropiarse de un proceso que ellos nunca estuvieron dispuestos a iniciar.

«No nos corresponde, y ojalá que lo entendamos todos, el seguir multiplicando estas voces, que si bien están ejerciendo su derecho a expresare libremente, no necesariamente todo lo que digan es pertinente o válido en este momento», expresa Hernández.

«Lo que deberían de hacer y lo digo de manera un poco fuerte, si tuvieran un poco de vergüenza por lo que nos han heredado, es guardar silencio y dejarnos a nosotros asumir la responsabilidad que nos conlleva el conducir este nuevo proceso contra la dictadura», sentencia.

Alex Hernández, se declara indignado. Tras muchos años de silencio, un proceso de confiscación a sus propiedades impulsado por el régimen sacó de la clandestinidad al exmagistrado judicial Rafael Solís. Exhortó a una lucha armada, pero fue clarísimo: «los jóvenes deben liderarla». Los mayores pueden «asesorar». Sin embargo, en la toma de decisiones a la hora de ubicarlos en los espacios de clave dice, que a los jóvenes no les dejan precisamente las primeras filas.

Alex Hernández no quiere que ex aliados de Ortega lideren procesos de unidad.

Para Samantha Jirón todos, incluso los que un día fueron parte de los procesos que contribuyeron a desmantelar la democracia, son necesarios en la unidad, pero deben estar claros de la acción que deben de tomar una vez que el régimen de Daniel Ortega llegue a su fin.

«Hay muchas personas que están conscientes que han tenido participación en el pasado que ellos ahorita están aportando, pero en el momento de que en Nicaragua tenga que haber un liderazgo y una toma de poder, ellos simplemente se van a apartar», señala.

La joven también dice que «al momento que exista una transición», estas personas «tienen que pasar por un juzgado y rendir cuentas de las cosas que hicieron, porque uno no puede venir y lavarse las manos».

Sobre este tema de «justicia retroactiva», Humberto Ortega fue claro en una entrevista reciente con Infobae (que ocasionó su arresto).

«Abrir heridas ya sanadas en las distintas amnistías a lo largo de la historia, sería desastroso para la estabilidad del país», señaló.

Fue más contundente después. «Nicaragua estallará en mil pedazos antes de que pudiese desatarse el cataclismo universal», sentenció.

«Tengo miedo de los muchachos»

Luciano García es un rostro recurrente en las páginas de política de los diarios nacionales (cuando existían). Dice que empezó su carrera a los 31, hoy tiene 56. Al ser consultado sobre la queja de los jóvenes en relación a la falta de participación dice que es «una visión equivocada», aunque reconoce que quizá «el esfuerzo ha sido insuficiente». La queja tiene muchos años, la solución no termina de llegar.

Dice que cuando fue joven le tocó «abrirse camino en el Partido Conservador» y acusa a los medios de comunicación de ser realmente los que solo buscan a los «rostros que tradicionalmente son noticias» y excluir a la juventud.

Le consultamos sobre el planteamiento de muchos jóvenes que piden que los políticos tradicionales se aparten.

«En 1979 ¿Cómo le decían a los sandinistas cuando entraron? les decían los muchachos, todos eran menores de 35 años, mirá el país que dejaron, todos ellos fueron jóvenes, tuvieron su oportunidad la juventud de Nicaragua y destruyeron un país, a mi me da temor volver a dejar en manos el futuro de mi país como se le dejó en manos a los sandinistas en el 79″, reprocha García.

Dice que debe haber un proceso de madurez de la juventud y que deben entender que hay mucho que aprender y que hay un acompañamiento necesario que solo pueden darlo quienes ya recorrieron estos caminos.

«Imaginate qué edad tenía Daniel Ortega en el 79, 30 años, todos ellos tenían menos de 35 años, creo que el mayor era Tomás Borge y mirá el desastre de país que nos dejaron, que seguimos pagando las consecuencias de la horrenda capacidad de gobernar despiadada de los años 80, entonces creo que sería muy injusto decir, apártate vos para ponerme yo, sabiendo que hay un precedente», indicó.

«Son los mismos caciques de siempre, los que nunca se pudieron unir antes del 2018, los que siguen hoy en el 2024 peleándose entre ellos mismos y sin poder unificarse no sé cuántos años más», dice Hansell Vásquez, que tiene año y medio de haberse retirado de la oposición organizada y volvió a lo que le movía la vida antes de las protestas, la cárcel y las turbulencias políticas: el periodismo. Sin título universitario, porque el encierro y la represión de Ortega lo despojó de ese derecho, dice que nunca en la oposición se sintió tan valioso como en los hacinados cuartos que forman parte de su improvisada sala de producción en su casa.

 

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Nicaragua Investiga

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