Un análisis profundo sobre el pulso de poder dentro del régimen sandinista de Nicaragua ha revelado una operación de purga que no solo busca cimentar la autoridad de la copresidenta Rosario Murillo, sino que también amenaza con desmantelar la estructura tradicional del sandinismo histórico y sus redes de lealtad. Las periodistas Marlen Palmaceda, Jennifer Ortiz y Marori Guevara de «La Sala Mujeres en la Redacción» han calificado esta maniobra como una «limpieza de casa» orientada a instaurar una «dinastía familiar» en el poder, a expensas de la vieja guardia sandinista.
La tesis central, dirigida a un público con conocimiento de la compleja arquitectura del poder nicaragüense, sostiene que el aparente debilitamiento de Daniel Ortega ha abierto una ventana de oportunidad que Murillo está explotando con una audacia sin precedentes. Este vacío de poder ha permitido que la dictadora sandinista inicie una purga contra figuras que, por su trayectoria y control de aparatos clave, podrían haber representado una contrainsurgencia interna.
Dos de los casos más emblemáticos que confirman esta tesis son la detención de Bayardo Arce y la marginación de Lenin Cerna. Para un experto en inteligencia y contrainteligencia nicaragüense, el caso de Cerna es particularmente revelador. Las periodistas lo describen como un rival de peso para Murillo, no solo por su liderazgo sobre facciones de la base sandinista que le guardaban lealtad, sino por su extenso conocimiento en espionaje y control de los grupos paramilitares.
Sandinistas salen en defensa de los purgados por Ortega y Murillo
El caso de Cerna, un estratega que según la información analizada tenía un plan para remover a Murillo del poder tras el fallecimiento de Ortega, expone el temor de la copresidenta a cualquier foco de resistencia organizada. Mientras tanto, la confirmación de la detención domiciliaria de Bayardo Arce en su residencia de Managua bajo vigilancia policial es una prueba irrefutable de que la purga es una realidad palpable dentro del círculo de poder en el FSLN.
La estrategia de Murillo, en lugar de ser una fortaleza inexpugnable, es percibida por las analistas como un «gran error» que podría llevar a la implosión del régimen. Al desplazar y neutralizar a figuras históricas y a sus redes clientelares de lealtad, Murillo aliena a la base misma que ha sostenido al partido sandinista durante décadas. «La Sala Mujeres en la Redacción» sugiere que, a pesar de sus intentos por fortalecer su propio aparato de poder, «ninguna dictadura puede sostenerse sin la lealtad y el apoyo de los pilares que la han cimentado».
En este sentido, la purga interna podría ser el catalizador que debilite el andamiaje del régimen, abriendo una oportunidad para una transición democrática en Nicaragua.
La maniobra de Murillo, más allá de ser una simple consolidación de poder, es una apuesta de alto riesgo que desmantela el pacto sandinista original. La purga de aliados de Ortega no solo erosiona el poder de figuras históricas, sino que también desata una profunda fisura en el tejido de lealtades que ha mantenido cohesionado al régimen, con consecuencias potencialmente desastrosas para el futuro político del sandinismo.
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