Cuando empezó a salir humo de un centro de detención de migrantes en la ciudad fronteriza de Ciudad Juárez, México, la migrante venezolana Viangly Infante Padrón quedó aterrorizada porque sabía que su esposo seguía dentro.
El padre de sus tres hijos había sido detenido ese día por agentes de inmigración, dentro de una reciente operación donde fueron detenidos otros 67 migrantes, muchos de los cuales pedían limosna o lavaban ventanas de autos en semáforos de la ciudad, al otro lado de la frontera con El Paso, Texas.
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En momentos de conmoción y espanto, Infante Padrón recordó cómo vio a los agentes de inmigración salir corriendo del edificio cuando comenzó el fuego el lunes por la noche. Más tarde sacaron los cuerpos de migrantes en camillas, envueltos en mantas de emergencia. El resultado: 38 muertos y 28 heridos graves, víctimas de un incendio al parecer provocado como protesta por los propios detenidos.
“Estaba desesperada porque veía un cadáver, un cuerpo, un cadáver, y no lo veía por ninguna parte”, explicó Infante Padrón. Finalmente su esposo, Eduard Caraballo López, sobrevivió con lesiones leves, quizá porque iba a ser liberado y estaba cerca de una puerta.
Pero lo que ella vio en esos primeros minutos se ha convertido en el centro de una pregunta que se hacen muchos en México: ¿Por qué las autoridades no intentaron liberar a los hombres -casi todos de Guatemala, Honduras, Venezuela y El Salvador- antes de que el humo llenara la sala y matara a tantos?
“Había humo por todas partes. Dejaron salir a las mujeres y a los empleados de inmigración”, explicó Infante Padrón. “A los hombres nunca los sacaron hasta que llegaron los bomberos”.
Infante Padrón señaló que dado que sólo los agentes tenían la llave, era su responsabilidad abrir las puertas y salvar esas vidas, sin importar que las personas que estaban dentro pudieran huir.
Las autoridades de inmigración dijeron haber liberado a 15 mujeres cuando se declaró el incendio, pero no han explicado por qué no se liberó a ningún hombre.
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El papa Francisco ofreció una oración por las víctimas del “trágico incendio” al final de su audiencia general del miércoles.
Las imágenes de los videos de seguridad filtrados el martes muestran a migrantes, que al parecer temían ser trasladados, colocando colchonetas de espuma contra las barras de su celda y prendiéndoles fuego.
El Instituto Nacional de Migración (INM), que gestionaba el recinto, dijo estar cooperando con la investigación. Guatemala ya ha dicho que muchas de las víctimas eran ciudadanos suyos, pero la identificación completa de los muertos y heridos no se ha completado.
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Las autoridades estadounidenses se han ofrecido a ayudar a atender a algunas de las 28 personas en estado grave, al parecer la mayoría por inhalación de humo.
Para muchos, la tragedia era el resultado previsible de una larga serie de decisiones tomadas por líderes en lugares como Venezuela y Centroamérica, por responsables de inmigración en México y Estados Unidos, y hasta de los residentes de Ciudad Juárez que se quejan del número de migrantes que piden limosna en las esquinas de la ciudad.
“Se veía venir”, sentenció el martes en un comunicado la Red de Casas de Migrantes y Centros de Derechos Humanos, que agrupa a más de 30 organizaciones. “La política migratoria de México mata”.
Ese mismo grupo publicó el 9 de marzo una carta abierta en la que denunciaba la criminalización de los migrantes y solicitantes de asilo en Ciudad Juárez. La misiva acusaba a las autoridades de maltratar a los migrantes y emplear una fuerza excesiva en las detenciones, y en concreto denunciaba que la policía municipal había interrogado a gente en la calle sobre su situación migratoria sin motivo.
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