Aun puedo voltear hacía atrás y ver a la niña que fui a mis nueve años. De ojos tristes y de carácter frágil, herida por la violencia intrafamiliar, la pobreza extrema y todo lo que eso trae consigo.
Un día, uno de los frecuentes y severos castigos de mi padre me hizo cuestionar mi existencia y por primera y única vez, pensé en quitarme la vida. Era solo una niña y sentía una desesperanza enorme. Aquella experiencia familiar tan desafiante me sobrepasaba. Pero irónicamente, ese fue el día en que yo cambié.
Entendí que yo no quería continuar el círculo de la violencia y la pobreza extrema, y tampoco quería que un día mis hijos pensaran lo mismo que yo llegué a pensar. Una idea determinada en mi cabeza y por supuesto, algo que yo solo puedo atribuir a esa fuerza más allá de lo humano, que algunos llamamos Dios y otros de variadas formas, me condujo.
Quienes me conocieron en esa época saben que me fui con hambre a la escuela y a la universidad muchas veces, que me fui a pie por largos y peligrosos trayectos, que estudié incansablemente y me esforcé de la mejor forma que me fue posible. Yo quería contar sobre mi otra historia y no la que estaba viviendo.
Cuando me decidí por la carrera de periodismo fueron pocos los que me alentaron y muchos los que socavaron mi autoestima. Muchos en mi familia decían que yo no tenía el perfil de una periodista, y mucho menos, de una buena. Porque según ellos, no tenía “la chispa” para conectar con la gente, ni “el don” de la palabra.
SIP: En Nicaragua hay una persecución enfermiza contra periodistas
Seguí. Un día logré encontrar un espacio en un medio de televisión. Mi primera experiencia laboral formal. Aun recuerdo aquella noche en que regresé a casa y le pedí a mi papá y a mis hermanas que sintonizaran el canal, y me escucharon por primera vez haciendo esto en lo que yo tampoco nunca me vi, porque al igual que muchos de mis cercanos, tampoco creía en mí. Aquella noche mi padre y mis hermanas corrieron por toda la cuadra, gritando a los vecinos con alegría que pusieran aquel canal, y ese día; aquella niña tímida, ya convertida en muchacha, fue la noticia del barrio.
Yo era feliz haciendo aquello; contando historias, ayudando a la gente a comprender lo que pasaba en el país y cómo le afectaban las decisiones de los que ejercían el poder. Aquel cubículo compartido en ese canal casi desvencijado por la poca inversión era más de lo que yo podía haber pedido alguna vez.
Un «impulso» que lleva 5 años informando a los nicaragüenses
Muchos años después, en 2018, yo tenía dos años de haberme aventurado a crear mi propia productora audiovisual. Creía que si tenía libertad editorial podía contar más y mejores historias, pero la crisis de abril detuvo todo.
Una tarde, venía de regreso de una reunión cuando nos vimos impedidos de continuar el camino por una protesta enorme. No la olvido, fue en la rotonda Jean Paul Genie. Nunca, en los 12 años que tenía entonces de ejercicio periodístico, había visto una multitud como esa. Cantaban el himno nacional, gritaban consignas de libertad y derribaban el árbol de la vida que estaba instalado en ese lugar, símbolo del poder y control absoluto de Rosario Murillo.
No lo pensé, salí del vehículo y transmití en vivo desde mis redes sociales aquel acontecimiento, y así, muchos otros que ocurrieron después.
No lo sabía entonces, pero ese fue el inicio de Nicaragua Investiga. Una decisión por impulso, por pura pasión periodística, se convirtió en una plataforma informativa potente, a la que ustedes hoy le dan el premio de su lectura. Dos meses después de aquella primera transmisión, decidí publicar formalmente desde un sitio web. Costó 200 dólares y se nos caía constantemente por la falta de capacidad para recibir a tantos lectores. Poco a poco, fuimos creciendo.
¿Quiénes son los periodistas despojados de su nacionalidad nicaragüense?
No ha sido un camino fácil. Ha sido un reto profesional enorme, pero también un desafío personal monumental. Al inicio, personas de mi circulo cercano me decían que estaba «loca», que no debía invertir mis energías, mis recursos y, sobre todo, arriesgar mi seguridad por esto. Pero yo creo en el poder transformador del periodismo y se, que contar lo que pasa permite que las víctimas sean escuchadas, que la historia quede documentada, que el mundo vuelva la vista a lo que pasa. Nuestro aporte es pequeño frente a tanto que necesita el país, pero se hace bajo riesgos impensables y con la esperanza de que estamos ayudando a construir una mejor Nicaragua.
Cientos de periodistas hemos perdido mucho de lo que teníamos, hemos sido obligados al exilio, desnacionlizados, otros han sido confiscados, otros han pasado por la cárcel, por las rupturas familiares más dolorosas, pero aquí estamos, seguimos informando porque creemos en esta causa que es la verdad.
Hoy, vuelvo a ver al pasado y abrazo a esa niña que fui. A esa niña que se hubiera conformado con aquel cubículo compartido en un canal que se caía a pedazos, pero que en cambio, hoy cuenta que fundó y que dirige uno de los medios de comunicación digitales más importantes del país y que aquellos años en que su voz estaba apagada y no podía alcanzar a nadie, han terminado. A cada persona que ha creído en este proyecto y que me ha acompañado en este caminar, abrazando esos sueños de mi infancia, ayudándome a creer en mi y que se volvió parte de este logro: gracias, gracias, gracias. ¡Seguimos haciendo periodismo!
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