Monseñor Rolando Álvarez, el obispo católico encerrado por la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo, cumple este lunes 57 años de edad en una celda de castigo, conocida como la 300 o El Infiernillo, un escarmiento que los dictadores le han impuesto porque no acepta ser desterrado.
La última vez que monseñor Álvarez recibió visita en la cárcel fue hace ocho meses, el pasado 25 de marzo, cuando el régimen lo expuso acompañado de dos hermanos de sangre, cenando y rodeado de guardias penitenciarios.
Desde entonces, indicaron a Nicaragua Investiga personas allegadas al religioso, solo le permiten recibir víveres cada 15 días. La familia desconoce su estado de salud y sus condiciones físicas, tras 15 meses en total de encierro, desde agosto de 2022.
Se niega al destierro
Álvarez fue condenado el 10 de febrero pasado por el delito de traición a la patria, según le imputó la dictadura por denunciar las violaciones a los derechos humanos que el régimen de Ortega y Murillo viene cometiendo desde abril de 2018.
La condena se produjo sin que se le realizara juicio, violentándole de esa forma todas las garantías procesales, y un día después de que el religioso se negó a subir a un avión, junto a otros 222 presos políticos, para ser desterrado a Estados Unidos.
Enfurecidos, ante la muestra de dignidad del religioso, los dictadores lo confinaron en la peor de las celdas de la cárcel Modelo de Tipitapa, El Infiernillo, un lugar con las peores condiciones para un ser humano.
En octubre pasado, la dictadura desterró a Roma a 12 sacerdotes, pero no a monseñor Álvarez. Aunque no existe información oficial, se cree que nuevamente monseñor Álvarez se negó al destierro.
Dictadura no quiere más testigos de las violaciones en el proceso contra monseñor Rolando Álvarez
Perseguido por acompañar al pueblo
Álvarez nació en Managua el 27 de noviembre de 1966, hijo de la chinandegana Ángela Lagos y del obrero capitalino Miguel Álvarez.
En los años ochenta del siglo pasado, durante el primer régimen sandinista, fue perseguido por negarse a cumplir el Servicio Militar Patriótico (SMP), a como le llamaron los sandinistas al servicio militar obligatorio, y Álvarez se vio obligado a exiliarse en Guatemala.
Tras la salida de los sandinistas del poder, Álvarez regresó a Nicaragua y fue ordenado sacerdote el 7 de diciembre de 1994, en Managua.
En 2011, el papa Benedicto XVI lo nombró obispo de Matagalpa y, en 2021, el papa Francisco lo nombró administrador apostólico de Estelí.
Monseñor Álvarez se puso del lado del pueblo en abril de 2018, cuando la dictadura reprimió con paramilitares y armas de guerra las protestas cívicas de ese año.
En mayo de 2022, monseñor Álvarez anunció un ayuno indefinido debido a la persecución que sufría por parte del régimen y, el 4 de agosto de ese mismo año, fue cercado por la Policía en el palacio episcopal de Matagalpa hasta que fue finalmente arrestado en la madrugada del viernes 19 de agosto de 2022.
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