El dictador Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo pusieron difíciles «hasta el último minuto» las negociaciones con Estados Unidos para liberar a 222 prisioneros políticos el pasado 9 de febrero, expuso en un artículo The Foreign Service Journal.
El portal relató cómo fue el destierro que sufrieron los 222 prisioneros políticos y revela que todo inició el 29 de enero, cuando el canciller de la dictadura, Denis Moncada Colindres, le preguntó el embajador estadounidense en Managua, Kevin Sullivan: «¿Aceptaría Estados Unidos a todos los presos políticos de Nicaragua?».
Sullivan se dirigió inmediatamente a su país, a Washington, para coordinar el operativo, y en Managua delegó en la encargada de negocios, Carla Fleharty, y a otros funcionarios para que consiguieran un acuerdo con el régimen Ortega Murillo sobre la logística, el calendario y la garantía de que solo saldrían a Estados Unidos los prisioneros que estuviesen de acuerdo con el movimiento.
El artículo pone de manifiesto que la dictadura no puso las cosas fáciles, a pesar de que fueron ellos quienes pidieron a los Estados Unidos que se llevara a los 222.
«Las negociaciones con el régimen fueron difíciles hasta el último minuto, cuando el embajador (Kevin Sullivan) superó un importante desacuerdo que había amenazado con descarrilar toda la operación. Una vez terminada esa llamada telefónica, la Operación Nica Welcome (a como le llamó Estados Unidos a la misión) estaba en marcha», afirma el escrito.
Sumo cuidado
La mitad de los prisioneros políticos estaban encarcelados desde mediados de 2018, luego de iniciadas las protestas de ese año en el mes de abril. Otro buen número de reos estaban en las mazmorras del régimen desde mediados de 2021, el año electoral en el que Daniel Ortega envió a prisión a precandidatos presidenciales, líderes opositores y representantes de la sociedad civil.
El avión del rescate, financiado por la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), el Omni Air 767, salió de Estados Unidos en la noche del 8 de febrero. Hasta entonces, la tripulación supo de la misión completa.
Para que el operativo no se cayera, hubo que tener mucho cuidado, tanto de parte de los que iban en el avión, como del personal de la embajada estadounidense en Managua que había realizado el acuerdo con la dictadura.
En el aeropuerto de Managua no había personal de las líneas aéreas ni de la terminal aérea misma. El personal de la embajada se entendía solo con personeros de la cancillería del régimen, vigilados por policías que tenían cubiertas las cabezas por pasamontañas y que empuñaban armas automáticas.
Una docena de buses rusos llevó a los prisioneros, a quienes la dictadura no les informó qué estaba pasando ni adónde se dirigían. Unos pensaban que los llevaban a los juzgados. Otros que serían enviados a Venezuela o a Cuba. Y hubo otros que se imaginaron que los iban a fusilar.
Al bajar de los buses, eran recibidos por Fleharty y fue quien les informó de la operación. Algunos de los reos políticos, con trayectoria política, se dieron cuenta antes, cuando detectaron en el aeropuerto a personal veterano de la embajada de Estados Unidos en Managua.
«Martha, te quiero», le dijo el expresidente del desaparecido Cosep, Michael Healy, a Marta Youth, entonces jefa adjunta de la misión.
Ya era la madrugada del 9 de febrero.
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Momentos de tensión
A pesar de que era un momento esperanzador, algunos de los prisioneros políticos estaban preocupados porque no sabían cómo sobrevivirían en Estados Unidos. Aunque, principalmente, no sabían qué iba a pasar con sus familiares que quedaban en Nicaragua.
El equipo de la embajada explicó que Estados Unidos iba a trabajar en la reunión. También que recibirían un parole humanitario por dos años y permiso de trabajo.
La indecisión de algunos de los prisioneros políticos, sobre si subir o no al avión, generó roces con los guardias de la dictadura. A la funcionaria Marta Youth le preocupaba que, debido a esas tensiones, los policías de la dictadura abortaran el operativo. Sin, embargo, la situación no pasó a más.
En dos horas, los buses estuvieron vacíos. El avión despegó de una intensa labor del personal de la embajada con la documentación de los reos políticos. Ya en el aire, cantaron el himno nacional y gritaron vivas a Nicaragua, a Managua, a Masaya, a Chinandega.
En 25 estados
Aterrizaron en Dulles, donde el embajador Kevin Sullivan los estaba esperando. Luego, se escenificaron reencuentros, porque había familiares esperándolos.
Se improvisó un refugio y, seis días después, los 222 excarcelados habían salido del mismo y se asentaron en 25 estados.