«Yo ya estoy vieja, que me maten»
Marta Uceda, Manuel Mendo, Auxiliadora Cuéllar. Nicaragüenses anónimos con un denominador común. Son abuelos dispuestos a dar su vida en la batalla que el pueblo libra contra el Gobierno, a cambio de un futuro para la juventud de Nicaragua, de un país justo y en paz.
«Yo ya estoy vieja, que me maten», dijo a Efe Marta Uceda, madre y abuela que lucha por el mañana de sus descendientes, y que está dispuesta a llegar a donde sea necesario para reclamar lo que considera le corresponde al pueblo, y no al Gobierno.
Todo comenzó el pasado 18 de abril, cuando el presidente nicaragüense, Daniel Ortega, decidió, unilateralmente y sin consenso, reformar la seguridad social con una serie de medidas impopulares que avivaron las brasas que se mantenían latentes desde tiempo atrás y que esta vez provocaron el gran incendio, un fuego que no ahogan ni los cañones.
La llama de los abuelos no se apaga. Ahora les toca a ellos y están dispuestos a todo para mantener viva la pasión y la lucha por el futuro de la juventud, hasta el límite de ofrecer sus vidas sin temor, mostrando su pecho erguido para recibir las balas, para que su cuerpo sirva de escucho protector de sus hijos y nietos, del futuro de Nicaragua.
«Lo que quiere Daniel (Ortega) es dejar destruida Nicaragua (…) si lo tengo delante se lo digo, le digo que es un asesino. Él sacó a Somoza (expresidente) porque era un dictador y ahora el dictador es él», exclamó Marta con el dolor de madre y abuela que ve por los ojos de los suyos, que siente con la piel de quienes tienen años de vida por delante.
Uceda, de casi 70 años de edad y natural del barrio masayo de Monimbó, de tradición indígena, siente miedo y temor, pero no a morir, sino a que las «fuerzas combinadas» del Gobierno, compuestas por policías, parapolicías, paramilitares y antimotines sigan exterminando a la juventud del país, donde segaron, al menos, 288 vidas.
Marta, quien confiesa que apenas sabe leer, transmite la sabiduría que otorgan los años vividos, las experiencias de una vida dura en la que sacó adelante a cinco hijos con su trabajo en el campo y fabricando artesanías que no siempre dan los beneficios económicos suficientes para llevar a casa la canasta básica.
Pero, pese a las trabas y zancadillas que le puso el destino en su camino, a las dificultades que -confiesa- vivió para sacar adelante a sus hijos, siempre fue una «mujer feliz», hasta que el pasado 18 de abril, el suelo nicaragüense comenzó a llenarse de sangre de inocentes.
Con el rostro surcado de arrugas, las manos entumecidas y la espalda doblada, Marta seguirá adelante, hasta ver a Daniel Ortega fuera del poder. Será entonces, dice, cuando pueda irse «en paz de este mundo».
“El país es nuestro, no es de Daniel ni de Rosario”
También Manuel Mendo, asumió ese mensaje que pareciera pactado entre los ancianos nicaragüenses: «ellos tienen balas y nosotros tenemos banderas. No necesitamos nada más para vencer al tirano (Ortega) y solo con eso y nuestras voces, lo lograremos y recuperaremos el país» que «nuestra juventud se merece».
«El país es nuestro, no es de Daniel ni de Rosario», dijo Manuel, quien a sus 60 años se siente «más fuerte que nunca» para dejar en herencia una Nicaragua libre, justa y en paz para los jóvenes.
«Nos los están matando y no lo podemos permitir. ¿Por qué no nos matan a nosotros? ¿Por qué no disparan aquí?», dice señalando su pecho Mendo, mientras reitera que pone su vida a disposición de las balas sandinistas a condición de que dejen de apuntar a la juventud.
Y de igual modo, como si de una consigna de la vejez se tratase, Auxiliadora Cuéllar alza la voz de una septuagenaria castigada por una vida difícil, una trayectoria que ahogó el miedo si es que en alguna ocasión lo tuvo.
«Aquí estoy yo. Disparen. No me maten a los míos, no asesinen más, mátenme a mi que estoy vieja, que ya he luchado mucho en esta vida, pero no maten a mis hijos, dejen vivir a mis nietos, váyanse ya, no queda nada que robar, ya se lo llevaron todo», dijo Cuellar a Acan-efe sin lograr ahogar las lágrimas que recorren su rostro curtido por los años.
Los mayores lo tienen claro. El objetivo es unánime. La postura radical adoptada en las últimas semanas por los mayores del lugar da a los jóvenes la fuerza que necesitan tras más de dos meses de lucha, de noches de fusiles gubernamentales, de madrugadas sangrientas.
Personas de todas las edades se han unido por derrocar a Ortega y a todo el grupo que conforma el poder Ejecutivo. Si se hace realidad la consigna de «el pueblo unido jamás será vencido», Nicaragua vencerá.