No podía ser de otra forma. El último adiós a Vicente Fernández fue dividido entre lo que significa un funeral convencional y un gran concierto para los fieles seguidores de Chente. Fue parte tristeza y parte celebración. Y es que así lo quiso él, quien había dejado clarísimo a lo largo de los años que no quería que su despedida final fuese solo lágrimas, sino una celebración a lo que fue su vida sobre los escenarios.
Por eso, en la tarde de este domingo 12 de diciembre el féretro con sus restos fue llevado a la Arena VFG, que el artista donó a su ciudad de Guadalajara. Allí fue colocado el ataúd con sus restos, en pleno en el escenario que fue cponvertido en una especie de altar, con un gran crucifijo presidiendo la escena y a un lado una hermosa imagen de la Virgen de Guadalupe para acompañar el féretro del “Charro de Huentitán”. Sobre el ataúd, que estaba rodeado de un mar de flores blancas, el sombrero de charro preferido del Chente reposa y brillaba ante el reflejo de las luces.
Por horas y sin cesar, centenares de personas hicieron cortas guardias al lado de los restos del Rey del Mariachi. La primera estuvo a cargo de sus hijos, los tres potrillos Vicente Jr., Gerardo y Alejandro Fernández. Luego fueron pasando sus hijos, nietos, sobrinos y otros allegados. Detrás de ellos, en una pantalla gigante daba vueltas el logotipo con sus iniciales y abajo su mariachi tocó y cantó por horas sus canciones.
Miles de personas los acompañaron y lucharon porque la voz le ganara la batalla al llanto. No siempre lo lograron y no solo en el caso de los fans de el Chente. El cantante Pepe Aguilar, su esposa y sus hijos menores Leonardo y Ángela se quebraron al hacer guardia al lado del féretro. Las lágrimas del hijo de Don Antonio Aguilar rodaron por sus mejillas, mientras que Ángela contenía el llanto por la partida del ídolo que un día le regaló un caballo en su cumpleaños. Eso se lo contó en una ocasión a Los Angeles Times en Español.
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Lo mismo les pasó a muchos de sus amigos y parientes. Seguramente fue algo que se vivió en muchas casas donde se pudo ver la transmisión en vivo a través de Univision y luego en Unimas para darle paso a la Gran Final del futbol mexicano.
Sin embargo, nada fue más conmovedor que ver a su viuda llegar hasta el ataúd. Allí, Alejandro, el único hijo de Vicente Fernández en triunfar como artista, cantó “Amor de los dos” abrazado a su madre María del Refugio, mejor conocida como Doña Cuquita, quien se mostraba muy afectada y ausente a pesar de toda la algarabía se vivía en el recinto de la Arena VFG.
Los hijos mayores del Potrillo, Álex y las gemelas Camila y América hicieron guardia dos veces con sus respectivas parejas. Todos, incluyendo la esposa de Álex quien está en la última etapa de su primer embarazo, todos vestidos de negro cerrado y con las facciones marcadas por la tristeza.
Mientras que al lado de Doña Cuquita fueron pasando diferentes personas para darle apoyo, Karla Laveaga, la pareja de Alejandro, no se le despegó ni un instante y de vez en cuanto hablaba por teléfono miesntras le da indicaciones de sus conversación al Potrillo.
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Aunque la prensa fue informada de esto a última hora, rápidamente quedó claro que el homenaje era algo que la familia ya había planificado a la perfección.
Lo último que quería Vicente Fernández era que se hiciera un circo con su muerte. “Quiero que me hagan un funeral como el de cualquier ser que deja de existir”, había dicho en más de una entrevista Chente, cuyos restos fueron motivo de un sentido homenaje con interpretaciones de sus grandes éxitos en la voz e instrumentos del Mariachi Azteca.
Considerando sus múltiples problemas de salud y que llevaba tres meses en estado crítico, no es sorpresa que todo estuviera listo. Las puertas de la Arena VFG estarán abiertas hasta las 10 de la mañana hora de Guadalajara del martes 14 de diciembre.
Entonces se hará una misa a cuerpo presente y luego sus restos viajarán hasta su morada final en su rancho Los Tres Potrillos. Q.E.P.D.
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