El 1 de enero de 2024 marcó el inicio de un Tratado de Libre Comercio (TLC) entre Nicaragua y China, impulsado con entusiasmo por el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo. Sin embargo, lejos de beneficiar a la mayoría de los nicaragüenses, este acuerdo ha consolidado a China como el principal ganador, dejando a Nicaragua con una balanza comercial desfavorable, un sector empresarial local debilitado y una creciente deuda externa.
A pesar de la propaganda oficial, los números cuentan una historia diferente. Según datos del Ministerio de Fomento, Industria y Comercio (MIFIC), las exportaciones nicaragüenses hacia China alcanzaron apenas 78 millones de dólares en 2024, lo que representa un crecimiento del 80% respecto al año anterior.
“Hay grandes oportunidades, y es un reto, el mercado chino es bastante exigente en relación a que ellos tienen un ordenamiento, por ejemplo, un exportador tiene que registrarse en un sistema que ellos tienen en una plataforma, usted no puede exportar sino esta registrado y tiene que cumplir una serie de requisitos”, justificó Maricruz Prieto, directora general de comercio exterior del Mific, evidenciando que falta mucho camino por recorrer para convertir a China en un destino comercial importante.
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Sin embargo, esta cifra sigue siendo insignificante en comparación con las exportaciones a Estados Unidos, el principal mercado de Nicaragua, que concentró el 38.4% de las ventas al exterior hasta septiembre de 2024.
Otros socios como Canadá, El Salvador y México también superan ampliamente a China en términos de importancia comercial.
El discurso oficial, liderado por figuras como el diputado sandinista Wálmaro Gutiérrez, insiste en que estas alianzas estratégicas con China diversifican los mercados y fortalecen la economía.
Sin embargo, la realidad es que, mientras el régimen ataca con virulencia a Estados Unidos, este último sigue siendo el mayor sostén de la economía exportadora nicaragüense.
Deuda onerosa y dependencia económica
Lejos de representar una oportunidad real para el desarrollo económico, el acercamiento a China ha endeudado aún más a Nicaragua.
El presupuesto de 2025 revela una creciente dependencia de préstamos chinos con tasas de interés que oscilan entre el 9% y el 10%, condiciones considerablemente más onerosas que las ofrecidas por otros organismos internacionales.
Estos préstamos están ligados a proyectos de infraestructura que, aunque prometen beneficios a largo plazo, también representan un peso financiero descomunal para un país con recursos limitados.
Además de la deuda, la apertura del TLC con China ha significado una competencia desleal para los pequeños y medianos empresarios nicaragüenses.
Desde su entrada en vigor, las tiendas chinas han proliferado por todo el país, alcanzando más de 400 comercios registrados en 2023. Estas tiendas, exentas de aranceles de importación, ofrecen productos a precios que los comerciantes locales no pueden igualar.
Historias como la de Frayni Store en Rivas o los negocios afectados en el Mercado Oriental ejemplifican el impacto devastador de esta invasión económica. Comerciantes locales han tenido que cerrar sus negocios debido a la competencia de tiendas chinas como Shunfa Nicaragua, que ahora cuenta con múltiples sucursales en todo el país.
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A pesar de los esfuerzos del régimen sandinista por posicionar a China como un aliado estratégico, los números no respaldan esta narrativa. Las exportaciones nicaragüenses a China son marginales, mientras que las importaciones y los préstamos crecen a un ritmo alarmante.
El sector comercial local está siendo ahogado por la competencia desleal, y el país sigue atrapado en una relación desigual que beneficia exclusivamente al gigante asiático.
Mientras tanto, el régimen de Ortega sigue priorizando su agenda ideológica sobre los intereses del pueblo nicaragüense, poniendo en riesgo acuerdos comerciales con naciones de mayor peso económico como Estados Unidos, país que en 2023 le compró a Nicaragua más del 60% de los productos que colocó en el exterior.
El resultado es un país cada vez más dependiente de un socio que no muestra reciprocidad, dejando a los nicaragüenses como los grandes perdedores de este acuerdo y con el riesgo de perder el DR-Cafta con Estados Unidos, que sí deja grandes beneficios a Nicaragua.