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De una revolución auténtica a una dictadura sangrienta

Ortega desaprovechó una histórica revolución convirtiéndola en una dictadura sangrienta

Aquel 19 de julio de 1979 todavía se escuchaban disparos en algunos barrios de Managua, pero ya no pertenecían al dolor de la guerra, eran tiros de júbilo. Una revolución auténtica había triunfado en Nicaragua.

El Frente Sandinista, que había sido fundado por Carlos Fonseca Amador, Silvio Mayorga, Santos López y Tomás Borge, 18 años antes, fue clave para ese triunfo histórico sobre la dictadura sanguinaria de la familia Somoza que controlaba el país desde los años 30 del siglo pasado.

Nicaragua es hoy nuevamente el centro del huracán, Daniel Ortega sigue gobernando, da igual si desde arriba o desde abajo. Siempre ha estado en las telarañas del poder.

Muchos se preguntan, cómo se llegó a este punto, por qué Ortega continúa mandando y lo que es peor, cómo ha involucrado a toda su familia en los manejos públicos. El cuestionario es inmenso si tomamos en cuenta que los Ortega gobiernan con puño de hierro desde el 2007, período que han llamado, paradójicamente, «la segunda etapa de la revolución sandinista».

Desde luego que no se puede evitar pensar en traición. Quienes acompañaron a Ortega en aquella aventura revolucionaria hoy están divorciados de él, son críticos permanentes de la nueva dictadura que encabeza el otrora revolucionario.

Cambio a la democracia, Ortega no cambió

En la última década del siglo XX, un movimiento masivo de protesta se regó a todo el país. Los sandinistas, como era de esperarse, no estuvieron de acuerdo con las políticas económicas de Violeta Barrios de Chamorro, la presidenta electa.

En julio de 1990, cuando ya Ortega y el FSLN habían perdido las elecciones frente a la Unión Nacional Opositora (UNO), que lideraba Barrios de Chamorro, la capital, Managua y otras grandes ciudades del país fueron cubiertas de barricadas. Cada esquina de las calles nicaragüenses parecía otra vez un escenario de guerra.

Después de esas elecciones de 1990 el Frente Sandinista, encabezado por Ortega,  mandó a quemar llantas, se tomó edificios estatales, puso tranques por toda Managua y estropeó cualquier forma de gobernar del ejecutivo recién electo.

«Daniel Ortega sepultó al Frente Sandinista» declaró en septiembre de este año la exguerrillera Mónica Baltodano quien combatió contra la dictadura somocista y hoy, de nuevo, rechaza la dictadura de los Ortega.

“El verdadero sandinismo no volverá a juntarse alrededor de esas siglas y Ortega es el sepulturero del FSLN, pero no va a enterrar los verdaderos ideales del sandinismo de Carlos Fonseca. Tendrán que surgir nuevas propuestas”, comentó Baldotdano al diario La Prensa.

En los congresos del FSLN de 1994 y 1998, la también escritora respaldaba la tendencia Izquierda Democrática, opuesta a quienes después fundarían el Movimiento de Renovación Sandinista (MRS) dirigido por Sergio Ramírez que fue vicepresidente de Nicaragua de 1985 a 1990 al lado de Daniel Ortega.

Sin embargo Baltodano se fue del FSLN en 1998, justo después que Ortega y el líder liberal Arnoldo Alemán celebraran un pacto de camaradas en el que acordaban repartirse el gran pastel estatal de la Nicaragua de la posguerra. Se le conoció entonces como «el pacto libero sandinista«.

«Decidimos que teníamos derecho a establecer un régimen donde sólo nosotros cohabitáramos y garantizáramos de esa manera “la estabilidad política que necesita el país”. Ése fue el argumento externo del pacto. El argumento interno fue: hagamos entre ambos una distribución de los espacios de poder de tal forma que los dos nos mantengamos siempre en el poder y el que gane no gane todo y el que pierda no pierda todo» le dijo Eliseo Núñez Morales, quien fue vocero del Partido Liberal Constitucionalista (PLC) a la revista Envío en un artículo fechado en octubre de 2008.

La «conversión mediática» del líder sandinista

Daniel ortega supo desde finales de los años 90 que jamás lograría regresar al poder sin el apoyo conservador. En el 2005 Ortega, convencido de que tenía que hacer pública su metamorfosis, se acercó al cardenal ultraconservador Miguel Obando y Bravo. El resultado, conversión al catolicismo y matrimonio por la iglesia con la pareja que tenía desde la guerra, Rosario Murillo.

Según este portal católico suizo, «Daniel Ortega había ganado las elecciones de 2007 dando garantías a una serie de enemigos del sandinismo. Ortega había logrado obtener los favores del cardenal Miguel Obando, que le había combatido con dureza igual que combatía con dureza la revolución sandinista a lo largo de los años 1980 y 1990, hasta el punto de apoyar casi abiertamente a la Contra. Para obtener una mejora de las relaciones con el cardenal reaccionario, Daniel Ortega presentó sus excusas por el tratamiento sufrido por la Iglesia durante el proceso revolucionario. Se convirtió al catolicismo y demandó a Miguel Obando y Bravo que oficiara su matrimonio con su compañera Rosario Murillo en septiembre de 2005».

Una de las claves de esa alianza fue la posición de Ortega en contra del aborto, tema de acercamiento entre la iglesia católica y varios gobiernos en Latinoamérica.

En el 2006, antes de ganar con el 38% de los votos, la bancada parlamentaria del FSLN, bajo el mandato de Ortega, dio su apoyo a la adopción de una ley que prohibía completamente el aborto, incluso en los casos de peligro para la salud o la vida de la mujer embarazada, o en los casos de embarazo como consecuencia de una violación.

Ortega, un político astuto pero no inteligente, había perdido elecciones en 1990, 1996 y 2001, todas ante liberales y conservadores. Desde 2006 se mantiene en la presidencia a punta de decretos, control legislativo y mandando en el poder judicial y en el decisivo Consejo Supremo Electoral. Además, el líder sandinista es jefe de la policía, del ejército y también es quien da las órdenes, desde abril, a un grupo de paramilitares armados por su partido. Esas fuerzas de choque reprimen cualquier intento de protesta en Nicaragua y son responsable de la muerte de más de 500 personas.

Así es como una revolución auténtica y con loables objetivos se convirtió en un sistema represor, violento y absolutamente antidemocrático. Muy parecido a lo que Ortega y sus amigos combatieron en los años 70.

Fotografía: Collage/NI

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