Arnold asumió su homosexualidad hace varios años, pero en febrero, el guitarrista keniano suprimió la bandera arco iris de su perfil de Twitter, temiendo por su seguridad, en medio de una ola de homofobia en África del Este.
El músico, de 35 años, que aceptó hablar con la AFP a condición de mantenerse en el anonimato, teme que el gobierno utilice las redes sociales para identificar a los ciudadanos del colectivo LGTB+ (lesbianas, gays, trans, bisexuales y otros).
«Los lugares seguros desaparecen cada día», señaló. «Pronto no tendremos ningún lugar en el que escondernos», agregó.
Kenia, como sus vecinos, se está viendo azotado por una inflación galopante y también enfrenta su peor sequía en cuatro décadas.
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Pero los dirigentes políticos relegaron esos problemas a un segundo plano, al lanzar una campaña «de homofobia apadrinada por el Estado», según denuncian los activistas.
«Hay un esfuerzo concertado para divulgar la desinformación», declaró a la AFP Njeri Gateru, directora ejecutiva de la National Gay and Lesbian Human Rights Commission (NGLHRC), une oenegé con sede en Nairobi, capital de Kenia.
Los discursos de esa campaña «inspiran y justifican al violencia contra los LGTB+», añadió.
La homosexualidad es ilegal en muchos países de África del Este. Esas campañas suelen estar alentadas por los conservadores religiosos musulmanes y cristianos.
En Kenia y en Tanzania, la homosexualidad es un delito recogido en leyes que datan de la época colonial, que contemplan penas de hasta 14 años de cárcel.
Con todo, no suelen pronunciarse condenas y, a pesar de todo, los grupos de defensa de los derechos de las personas homosexuales están autorizados a operar en Kenia, pero no en países vecinos como Somalia.
La legislación actual apunta contra la comunidad LGTB+, a menudo víctima de acosos, tanto por parte de la policía como en las redes sociales.
En los últimos meses, la situación se ha agravado.
La oenegé NGLHRC registró 117 ataques en Kenia contra personas percibidas como LGTB+ en febrero, más que los 78 reportados en enero.
«Vivir con miedo»
Todo empezó con una decisión del Tribunal Supremo de Kenia. En febrero, esa corte se pronunció en contra de una petición para prohibir que la comunidad LGTB+ forme grupos de presión, lo cual desató una ola de críticas, sobre todo del fiscal general, que prometió que contestaría el fallo.
El jefe de Estado, William Ruto, muy beato, declaró que los matrimonios homosexuales podían «tener lugar en otros países pero no en Kenia».
Para Ruto, la homosexualidad es una importación occidental que «las costumbres, las tradiciones, el cristianismo y el islam de Kenia no pueden autorizar».
El vicepresidente, Rigathi Gachagua, fue todavía más lejos, al tachar el veredicto del Tribunal Supremo de ejemplo de «moralidad repugnante […] en nuestro modo de vida».
Una opinión que llega prácticamente de todos los partidos.
Raila Odinga, jefe de la oposición, acusó al tribunal de haberse extralimitado en sus competencias.
Al oeste de Kenia, una nueva ley presentada la semana pasada en el Parlamento ugandés podría acarrear penas de hasta 10 años de cárcel para cualquier persona homosexual.
En 2014, un tribunal invalidó un proyecto de ley adoptado por los diputados y ratificado por el presidente, Yoweri Museveni, que buscaba castigar las relaciones homosexuales con la cadena perpetua.
Frank Mugisha, director de Sexual Minorities Uganda, la principal organización de defensa de los derechos de las personas homosexuales (suspendida el año pasado por las autoridades), declaró a la AFP que, a raíz del nuevo proyecto de ley, se vio inundado de llamadas de personas LGTB+ porque «viven con miedo».
«Blancos fáciles»
Estas campañas son «deliberadas y coordinadas», señaló Oryem Nyeko, investigador de Human Rights Watch (HRW), afirmando a la AFP que los homosexuales son «blancos fáciles».
«Son un grupo vulnerable, son una minoría, son incomprendidos», explicó.
En Burundi, donde la homosexualidad está criminalizada desde 2009, 24 personas fueron inculpadas por «prácticas homosexuales» la semana pasada, tras haber participado en un seminario organizado por una organización sin ánimo de lucro sobre el VIH/sida.
A principios de marzo, el presidente, Evariste Ndayishimiye, instó a los ciudadanos a «maldecir a quienes practican la homosexualidad porque Dios no puede soportarlo».
«Deben ser vetados, tratados como parias en nuestro país», dijo.
La represión se extendió a las escuelas, con los gobiernos de Kenia, Uganda y Tanzania prometiendo detener la supuesta propagación de la sensibilización con estas cuestiones entre los alumnos.
«Es triste […], quieren utilizar a este grupo minoritario para distraer a la gente», declaró a la AFP la activista tanzana Fatma Karume, asegurando que los dirigentes, al no lograr solucionar las crisis económicas, utilizan a las personas LGTB+ como chivos expiatorios.
Sean cuales sean las razones de los gobiernos, «ser una persona LGTB+ es ser un ciudadano de segunda clase», denunció Njeri Gateru.
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