En Estados Unidos se han decapitado estatuas de Cristóbal Colón, otras han sido derrumbadas desde sus pedestales durante protestas, y en otros casos removidas por las autoridades locales. Se estima que han sido retirados más de 40 monumentos erigidos al navegante genovés, a quien se le adjudica el descubrimiento de América.
Algunas ciudades latinoamericanas tampoco se han quedado atrás: en capitales como Ciudad de México y Bogotá se han retirado monumentos o se han hecho cambios para contextualizar los significados.
En Estados Unidos, Colón incluso llegó a superar en monumentos a los padres fundadores del país, y en la actualidad el almirante todavía se ubica en el tercer lugar de figuras erigidas en pedestales por todo el país. El territorio estadounidense todavía cuenta con 149 monumentos en pie, según el Monument Lab y la Fundación Andrew W. Mellon, que registran en la primera posición a Abraham Lincoln con 193, y a George Washington con 171.4.
¿Cuándo y por qué adquirió Colón tanta relevancia en EEUU y América Latina?
El historiador Héctor Lindo, profesor emérito de Fordham University, en Nueva York, explica a la Voz de América que el engrandecimiento de Cristóbal Colón en el continente ocurrió de dos maneras.
En Estados Unidos adquiere prominencia al conmemorarse el cuarto centenario del llamado hasta entonces “Descubrimiento de América”, que en la actualidad se reconoce como “El encuentro” de las culturas prehispánicas con el mundo europeo, con Colón y sus viajes.
Pero detrás del creciente interés de EEUU en glorificar la gesta de Colón y elevarlo a los pedestales, estuvo muy involucrada la diáspora italiana estadounidense que intentaba lograr notoriedad al dimensionar los aportes de Italia en el Nuevo Mundo.
“Los que más estaban interesados eran las comunidades italianas; ellos identifican a Cristóbal Colón como italiano en un momento en que esa comunidad estaba marginada y necesitaban mostrarle a la población de Estados Unidos que Italia había contribuido mucho», explica Lindo.
En América Latina el impulso a la figura de Colón vino más tarde, por un acontecimiento que resultó traumático para el reino español, que ya iba en decadencia, al perder en 1898 la guerra con Estados Unidos, en la que Cuba, las islas Filipinas, Puerto Rico y otros territorios quedaron fuera de su dominio.
Según Lindo, España comenzó desde principios del siglo XX a impulsar asociaciones en la región latinoamericana -que veía como esfera de influencia- por la identificación con la hispanidad, que más tarde conllevaría a reconocer el 12 de octubre como Día de la Raza.
“Darle relevancia a la relación de España con los países latinoamericanos era para contrarrestar la decadencia española luego de la guerra hispano-estadounidense que fue un trauma tremendo y un poco para recuperar su presencia internacional en América Latina”, explica el historiador.
El plan tuvo mucho eco en los países latinoamericanos, que veían a la naciente potencia del norte con temor “por la agresividad anglosajona” después de la guerra en Cuba. Más tarde con la intervención de EEUU en Panamá, la ocupación de Haití, y los intentos de dominar Nicaragua, “empezó un movimiento de identificarse con el hispanismo y el papel de cristianización que había jugado España”.
¿Qué conllevó a la reflexión de la fecha?
Los movimientos sociales para el reconocimiento de minorías y derechos civiles fueron creciendo a lo largo del siglo XX, teniendo un punto de inflexión en la década de 1960, lo que ha llevado a discusiones más amplias sobre los grupos que estuvieron marginados como efectos de la colonización que siguió a los viajes de Colón.
Entre estos sobresalen el pasado de esclavitud de la comunidad afroamericana en EEUU y el despojo de los pueblos originarios en Latinoamérica, incluso cuando en algunos países de la región las poblaciones constituyen, hasta la actualidad, mayoría en casos como Guatemala, Perú, Bolivia, entre algunos ejemplos.
Esto ha llevado a historiadores como David M. Perry a considerar la cuestión de revalorar la celebración de la fecha, que en Estados Unidos se instauró desde 1898, aunque fue hasta 1937 que se sumó a los días de feriados a nivel federal.
Perry publicó en un artículo especializado que, si bien se destaca el “impacto histórico innegable” de la gesta de Colón con su llegada a América, ese hecho “provocó la gran era de explotación en el Atlántico, el comercio y la colonización de los europeos”, con el tráfico de esclavos como una de las mayores crueldades a los ojos del presente.
No es de extrañarse que durante las protestas del movimiento, Black Lives Matter, (Vidas de negros importan), en 2020, luego de la muerte de George Floyd, a manos de policías blancos, los manifestantes cargaran su furia con monumentos como los de Cristóbal Colón, sin reparar en el valor histórico o artístico de las piezas.
Uno de los caídos en esas protestas fue la escultura de Colón en la ciudad de Baltimore, cercana a Washington, considerada la primera erigida al navegante genovés en todo el mundo. Databa de 1792.
¿Es una solución cambiar nombre a la celebración?
Cambiar el nombre a la celebración ha sido una iniciativa en EEUU de la que se registran propuestas desde la década de 1970, en las que se ha considerado cambiar el feriado nacional por uno que represente a los pueblos nativos estadounidenses.
En 14 estados y unas 130 ciudades incluido el Distrito de Columbia, la capital estadounidense, se celebra el Día de Colón junto con otra celebración o plenamente sustituida.
A su llegada la Casa Blanca en 2021, el presidente Joe Biden se sumó a los clamores por un cambio en el feriado y decretó que la celebración reconociera además el Día de los Pueblos Indígenas.
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Biden resaltó entonces la una innegable “historia dolorosa de errores y atrocidades que muchos exploradores europeos infligieron sobre las naciones tribales y las comunidades indígenas”.
¿Resuelve el problema retirar monumentos?
El historiador salvadoreño Carlos Cañas Dinarte, radicado en España, dijo a la VOA que el derribo de monumentos es “una abierta disputa por la historia y la memoria”, pero que la misma no conlleva a soluciones y empuja más a “una manipulación de sensibilidades”.
A su criterio tales acciones “no devuelven derechos a los pueblos originarios del continente, y sustituir a los monumentos destruidos con los de caciques renombrados también exalta a imperios, reinos y señoríos que tenían subyugados a otros de su entorno, como ocurrió entre mayas, aztecas y quechuas”, apunta.
Cañas agrega que la simple eliminación conlleva a buscar sustituciones, por lo que la labor desde medios de comunicación y la academia es “difundir mensajes con contenido para que cada monumento sea valorado en su verdadera esencia” para que “el paisaje público conmemorativo sea propiedad de todos y debe reflejar intereses socioculturales diversos».
Un punto que el historiador Héctor Lindo comparte es que se debe poner en contexto cada monumento, por el valor artístico e histórico que puede representar, y a partir de ahí explicar los momentos en que han sido creados, como parte del paisaje urbano de las ciudades estadounidenses y latinoamericanas.