NEJAPA, EL SALVADOR – Eran las once de la noche, del jueves 29 de octubre, cuando Miguel Ángel Crisosto escuchó unos retumbos. El sonido lo alertó de golpe, “un terremoto”, pensó. Esa era la posibilidad más probable en un país como El Salvador, conocido por su constante actividad sísmica.
Pero mientras el sonido se agudizaba en los oídos de Miguel, la piel se le erizaba. “Salí como en zig zag. Les dije a todos, ‘sálganse, sálganse’ y yo sin camisa”, relata el hombre de 67 años que, de haber parado su marcha, habría muerto por una pared de bajareque que apenas esperó el paso del anciano para caer.
Mas este no fue el destino de la nieta de Miguel, de siete meses; un hijo de 17 años y su esposa de 59; son los ojos de Miguel, los que hoy atestiguan el dolor de la muerte y cómo un deslave arrastró con fuerza la vida de 9 personas; soterró unas 135 viviendas, y que por el momento ha dejado 40 desaparecidos en Nejapa, un municipio de San Salvador. La escena es relatada hoy por la Voz de América que llegó hasta el lugar de la tragedia y habló con funcionarios y habitantes de la zona.
La hora cero
El umbral para que ocurran deslizamientos es de 60 milímetros de agua. El deslave en Nejapa llevaba un aproximado de 135,6 milímetros, según el Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales (MARN). El alud bajó de El Picacho, en el volcán de San Salvador, directo hacia las comunidades en Nejapa.
Esa noche la lluvia no paraba. El aguacero cayendo sobre El Picacho, en San Salvador, presionó un flujo de escombros, aumentó su volumen y explotó. La descarga de rocas, árboles y lodo cayó sobre las comunidades.
Miguel pasó la noche en vela; buscando a su esposa, a su hijo y nieto. Casi doce horas después de lo sucedido, deambulaba por las ruinas de su casa. Lo que quedaba era una pequeña cartera rosada, a la que los brillantes se le habían enmugrecido. Cerca estaban las pastillas de su esposa y en la orilla, al borde de la quebrada, una sandalia celeste y mediana era reconocida por Miguel como el calzado de su joven hijo.
“Vi a la niña, (el deslave) la llevaba llena de lodo, y no me aparecían las otras. ‘La Lucía’, dije yo. ‘¿Y Sandro?’ ¿Qué? Si a ellos me los llevaron. Ellos me fallecieron”. El llanto cortó las palabras del anciano.
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Otra familia que quedó soterrada en la zona era conocida como los Chiliseos: una pareja y un niño.
Milton César Nerio recibió una llamada de alerta a las 2:30 a.m. Al vivir a unos 200 metros del deslave no vivió la tragedia, pero da cuenta de cómo los familiares y conocidos de la comunidad lo perdieron todo. “No entiendo esto. No era una quebrada grande. Era como de dos metros de ancho”, relata.
La casa donde vivían los “Chiliseos” fue la primera vivienda que arrastró el deslave. Los “Chiliseos” fueron los primeros en morir. El tiempo no fue más gentil con ellos.
Nueve personas han sido halladas sin vida y 40 más están desaparecidas. Entre los muertos están cuatro hombres, tres mujeres y dos niños.
Diez horas antes de lo ocurrido, el MARN había alertado sobre una probabilidad «muy alta» de deslizamientos y flujo de escombros en el cerro El Picacho, El Boquerón y los municipios de Santa Tecla, San Salvador, Mejicanos y Nejapa.
Fue este último municipio el que sufrió un deslave que mató niños, mujeres y hombres; soterró y dañó viviendas de láminas, bajareque y tierra que rodeaban una quebrada.
Después del incidente, el ministro de Gobernación, Mario Durán, ordenó que las instituciones como Protección Civil, Bomberos y la Policía iniciarán las tareas de búsqueda y rescate. Pero remover rocas, troncos de árboles y lodo es una tarea de horas.
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