El 28 de octubre de 1922, la «marcha sobre Roma» supuso la llegada al poder en Italia de los fascistas y del dictador Benito Mussolini. Un siglo después, parte de los italianos mantiene una cierta indulgencia ante el Duce.
El centenario este viernes del evento histórico se produce pocos días después del nombramiento del dirigente de extrema derecha Giorgia Meloni al frente del gobierno, primera mujer en acceder a esta función en la historia de la República Italiana.
Su partido Hermanos de Italia, que contribuyó a fundar hace diez años y dirige desde 2014, tiene raíces neofascistas, aunque en su primer discurso esta semana ante el Parlamento la nueva jefa de gobierno afirmó no haber sentido jamás «simpatía o cercanía con los regímenes antidemocráticos (…), incluido el fascismo».
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Sin embargo, mientras que Hitler en Alemania, el mariscal Pétain en Francia o el general Franco en España son apenas venerados por un puñado de extremistas, Benito Mussolini, en el poder de 1922 à 1943, es visto con indulgencia entre una parte de sus compatriotas .
En 2013, Silvio Berlusconi, entonces primer ministro, afirmó que, pese al «crimen» de las leyes antijudías, «Mussolini hizo buenas cosas en otros entornos».
«Las declaraciones de Silvio Berlusconi (durante una ceremonia en la jornada de memoria del Holocausto) demuestran hasta qué punto a Italia le cuesta aceptar seriamente su propia historia y sus propias responsabilidades», dijo entonces el presidente de la Unión de Comunidades Judías italianas, Renzo Gattegna.
«Saldo real»
Algunos, respecto al Holocausto, olvidan las terribles «leyes raciales» que a partir de 1938 excluyeron a los judíos del ejército y limitaron su derecho a la propiedad. Bajo su régimen, más de 7.000 hombres, mujeres y niños judíos italianos fueron exterminados en los campos de la muerte nazis.
En su discurso inaugural, Giorgia Meloni calificó este episodio como «el momento más negro de la historia de Italia, una vergüenza que marcará a nuestro pueblo de por vida».
«Una gran parte de la población nunca, en mi opinión, se ha enfrentado ni hecho un balance real del fascismo», considera Valerio Alfonso Bruno, investigador asociado al Centro de Investigación sobre la derecha radical con sede en Londres, en una entrevista con la AFP .
En Italia, donde aún prevalece el «culto al hombre fuerte, al autócrata que gobierna sin preocupación por la democracia», muchos le atribuyen haber dotado al país de infraestructuras o de implementar programas de protección social, incluso si algunas de esas medidas estaban en marcha antes de su llegada al poder.
Según una encuesta de octubre de 2021 del Instituto Ipsos encargado por la asociación nacional de antiguos deportados en los campos nazis, el 66% de los jóvenes de 16 a 25 años cree que el régimen fascista de Mussolini fue una dictadura que debe ser condenada en parte pero que también tuvo efectos positivos.
Solo el 29% de los jóvenes sondeados cree que es «completamente condenable» y el 5% piensa que es una forma de gobierno positiva.
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Una actitud que se refleja también en el urbanismo o en algunos monumentos en la península, como el enorme obelisco sobre el que está inscrito «Mussolini Dux», situado a pocos pasos del estadio olímpico de Roma, o los retratos del Duce que aún decoran ciertos ministerios.
«Recuerdo tolerado»
Aunque la propaganda del régimen fascista constituye un delito en Italia, sigue siendo tolerada y los sitios que exaltan el periodo del «ventennio» (las dos décadas de poder bajo Mussolini) florecen en la red.
Una página de Facebook creada en 2015 por jóvenes fascistas cuenta actualmente con decenas de miles de seguidores en la red social, lo mismo que el perfil «oficial» del Duce en Instagram.
La tumba del dictador en la cripta de la capilla familiar en Predappio, en Emilia-Romaña, atrae cada año a decenas de millas de visitantes.
«Este recuerdo se tolera, y no solo en Predappio», lamenta Valerio Alfonso Bruno. «Y desgraciadamente, esa tolerancia ha afectado en los últimos años».
Para muestra, un botón: Ignazio La Russa, del partido de Meloni y cuyo segundo nombre es Benito, es un coleccionista declarado de bustos de Mussolini y otros «souvenirs» de la era fascista. El 13 de octubre fue elegido presidente del Senado.
«El verdadero problema es que somos cada vez más indulgentes (…) con estas situaciones, que nos parecen ahora normales, pero que no lo son», advierte Valerio Alfonso Bruno.
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