Héctor Antonio Palacios es un artesano originario del municipio de Niquinohomo, en Masaya, quien hace más de 20 años aprendió el oficio de elaborar canastos con varas de bambú, siguiendo el legado de uno de sus tíos. Ahora reconoce la importancia de hacer este trabajo para ayudar a su familia y darle a sus hijos los estudios que él no alcanzó a tener.
Palacios es un antiguo poblador del barrio Los Pocitos, donde habita junto con su esposa y sus dos hijos; uno de 18 años de edad quien estudia la carrera de Ingeniería Automotriz en el municipio de Jinotepe, en Carazo, y una niña de nueve años que actualmente cursa el tercer grado de primaria.
Para este artesano, la jornada de trabajo empieza todos los días a las 5:00 de la mañana y culmina cuando el sol se oculta. Los feriados y asuetos no existen para un creador de canastos, que se gana el salario mínimo con largas jornadas de trabajo que es remunerado de acuerdo a la producción del día.
Palacios inicia tomando las varas de bambú que días antes compró a un costo promedio de 350 córdobas por docenas, de las cuales debe sacar más de 10 canastos y comercializarlos a un precio de 80 córdobas máximo cada uno. Reconoce que para los artesanos, la mano de obra no sube, no hay aumentos de salarios como en otros trabajos en el país.
Una docena de canastos todos los días
Las varas de bambú que consigue a varios kilómetros de su casa, inclusive en otros departamentos como Granada y Carazo, deben estar rajadas en forma de cintas largas, que le permitan entrelazarse entre ellas mismas hasta darle forma al canasto que necesita crear y que son utilizados, sobre todo, en los mercados municipales para pesadas cargas de frutas y otras hortalizas.
Los peligros de este oficio se originan en el filo que tienen estas cintas de bambú y que podrían mutilar los dedos de las manos a cualquier artesano que no sepa manipularlas.
Palacios empieza dividiendo de las varas de bambú, lo que son las “cascaras” con las “rajas”. Cuando ya las tiene en cintas, elabora la base del canasto, es decir la “estrella” que le permite “dar forma al canasto” para entrelazar las cintas. De lunes a sábados, repite el mismo trabajo hasta completar los encargos que se le asignan.
A diario elabora entre 10 y 12 canastos con ayuda de otro artesano, para proceder a comercializarlos en el Mercado “Ernesto Fernández” de Masaya, y otros centros de compras populares aledaños a Niquinohomo. “Trabajamos mi señora y yo, y mi chavalo (hijo de 18 años), los tres. Ya tengo más de 19 años (haciendo) esto”, recuerda.
El arte de fabricar las máscaras de los bailes tradicionales de Diriamba
El único de sus hermanos que trabaja de artesano
Desde su juventud, Palacios trabajó por muchos años como jornalero en las mañana, y por las tarde acompañaba a su tío en la elaboración de canastos con varas de bambú. “Aprendí haciendo algunos canastos y me gustó”, expresa.
Entre ocho hermanos, sólo él se dedicó al oficio de artesano, el cual ahora le permite asegurar un futuro prometedor a sus hijos.
Recuerda que inició como ayudante, pero luego prefirió iniciar su propio negocio y con el tiempo, se ganó la confianza de varios clientes a quienes ahora les hace llegar pedidos grandes, sobre todo en temporada de invierno.
You must be logged in to post a comment Login