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El sobador de El Menco, uno de los pocos que han quedado en este oficio

Descubrió su habilidad de poder sobar y sanar en el año 1985. Desde entonces, no paró de aliviar males de muchos que lo llegaban a buscar desde pueblos lejanos al de él.

Durante años sobadores de las diferentes comunidades del departamento de Rivas brindaron gran ayuda a diferentes familias rivenses cuando a ellos acudían con dolores, que hasta les impedían caminar. Pero el oficio de sobador, ha ido desapareciendo poco a poco.

Todavía quedan algunos de estos personajes en los rincones del país. La terapia solía tardar entre 20 a 30 minutos, por alguna caída o quebradura que sufrían los pacientes, en su gran mayoría deportistas, atletas e incluso mujeres en gestación, y personas de todas las edades.

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Don Carlos Alberto Guevara Hernández, del municipio de Buenos Aires, Rivas, de la comunidad El Menco, es uno de los pocos que ha permanecido con este oficio. Señala que aunque pocos, la gente siempre los busca. Actualmente tiene la edad de 90 años y sufre de una enfermedad llamada Parkinson, pero pese a sus dolencias, él continúa brindando sus servicios.

Don Alberto, asegura que él no brinda un precio en específico a toda aquella persona que lo visita, sino que deja a voluntad de cada ciudadano cuánto pueden aportar. Señala fue un don que Dios le brindó para sanar a muchas personas que sufren de alguna dolencia como: torcedura de un tobillo, esguinces, dislocación de hombro, y fracturas.

Su primer paciente

Guevara recordó con ojos melancólicos la primera vez que logró curar a una persona, quien de emergencia necesitaba que lo revisara un médico. Gracias al don que él poseía, las dolencias del hombre que atendió, desaparecieron.

“Recuerdo la primera persona que pude sobar, fue un militar, quien mientras entrenaba se torció el pie. Fue como 1985, al siguiente día el soldado me buscó y me dio las gracias, y fue así como inicié con este don y con el tiempo he sido conocido en la comunidad por aliviar dolores”, relató Guevara.

Las personas que demandan su servicio llegan con Zepol o la famosa “Pomada de Vaca”, la cual es utilizada para sobar la parte afectada. Según Guevara, el tiempo de la terapia depende mucho del daño de la persona.

Desde joven se vale por sí mismo

Este rivense, perdió a su madre a la edad de 15 años. Contó que la vida “lo golpeó” mucho, tuvo que trabajar desde temprana edad para poder sobrevivir y contrarrestar el hambre. Lo que hizo que se le imposibilitara estudiar.

Don Alberto Guevara es originario de las isletas de Granada pero a los 19 años de edad se trasladó a la comunidad San Ramón-Ochomogo en donde años más tarde se enamoró y contrajo matrimonio con doña Bemilda Guadamuz, quien actualmente tiene la edad de 80 años.

“Yo solamente puedo escribir mi nombre. Comencé a trabajar a temprana a edad, recuerdo que hacía cercos de piedra, trabajé en el campo, en los cafetales desyerbando café, tengo aproximadamente 22 años de vivir a orillas de playa El Menco, en Buenos Aires, y las personas de esta comunidad me buscan siempre para que los sobe”, relató Guevara.
Don Alberto Guevara Hernández contó que por la guerra quedó lisiado y poco oye. Es padre de cuatro hijos y abuelo de 15 nietos.

Los sobadores fueron claves en los pueblos donde los médicos y los hospitales quedaban lejos. Aunque ahora hay más centros de atención en las comunidades, estas manos milagrosas siguen curando dolencias.

Autor
Nicaragua Investiga
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