Tiffani Gutiérrez tiene 19 años. No quería salir de Nicaragua, al igual que gran parte de su familia. Sus amigos, los avances en los estudios y su tierra, eran algunas de las razones que la ponían a pensar exiliarse.
Ella es parte de una familia de diez integrantes que ahora vive en el exilio. En la actualidad, se abre paso con éxito, logrando la beca en una universidad privada en Costa Rica.
“Me vine de mi país con grandes desafíos, uno de ellos es seguir mis estudios y convertirme en una diseñadora gráfica. He logrado una beca en una universidad privada costarricense y me siento feliz”, asegura. “Mi mamá y toda mi familia ya estaba en el exilio desde el 2018, por eso creo no fue tan difícil para mí establecerme en este país”, contó.
Secuestros la obligaron a salir
Como consecuencia del exilio de su familia, Gutiérrez quedó viviendo con su papá desde 2018, hasta el 2022, pero asegura que las cosas en ese nuevo hogar “no iban del todo bien”. Sumado a eso, considera que en Nicaragua ya no existían oportunidades para los jóvenes y cada día, el panorama se tornaba más difícil.
Pese a su resistencia por abandonar el país, las noches para ella eran tensas y llenas de incertidumbre por la situación que se vive en Nicaragua.
Los secuestros políticos desde 2018 eran una de las preocupaciones de Tiffany. Pero la situación se agravó cuando la Policía de la dictadura secuestró a varios de sus amigos.
Gutiérrez, tuvo que abandonar Nicaragua en 2022, debido a la persecución del régimen contra jóvenes y estudiantes disidentes.
“Es una herida que no he logrado cerrar por completo por el abandono drástico del país donde nací. Vine a descubrir que aquí, hay muchos jóvenes líderes nicaragüenses y que tienen bastantes cosas que aportar a la sociedad de Nicaragua y a Costa Rica”, contó.
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Nuevas oportunidades
El exilio también ha significado para esta joven el surgimiento de nuevas oportunidades. En la Universidad Latinoamericana de Ciencia y Tecnología (ULACIT), estudia becada la licenciatura en Diseño Gráfico y Comunicación Visual.
“Una de las principales metas que traía era continuar con mis estudios, porque tuve que suspenderlos para venir para acá. Me llena de gusto el hecho de saber que estoy completando mis estudios universitarios para tener mayor crecimiento personal”, afirmó.
Para Tiffani, abrirse espacios en el exilio ha sido difícil, sin embargo, apuesta a desarrollarse como una profesional. Además de ser una joven activa en espacios de formación y de incidencia política y social, también es parte de la Friedrich-Ebert-Stiftung (FES), una fundación política sin fines de lucro con mucha historia y valores basados en la libertad, la igualdad y la solidaridad.
En ese espacio, ella desea implementar un proyecto que conste de una iniciativa de cambio para solicitantes de refugio y que puedan tener reinserción en la sociedad costarricense.
Una joven optimista
En un año de exilio, ella no solo ha conseguido una beca en una universidad de Costa Rica, también ha logrado aumentar su participación en espacios sociales desde el exilio.
“Siempre vamos a contar con las formas de salir adelante. Todo es un proceso, puede ser algo tardío, pero no todas las personas los tienen iguales, pero no, no hay que rendirse”, dijo.
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Costa Rica ha recibido casi 200 mil solicitudes de refugio en la última década, de las cuales el 89 por ciento corresponde a personas nicaragüenses, cuyos números incrementaron de manera exponencial a partir de 2018.
Datos de la Unidad de Refugio de la Dirección de Migración de Costa Rica indican que entre 2013 y 2017, el país recibió un total de 15.352 solicitudes, pero con la crisis en Nicaragua, la cantidad desde 2018 hasta mayo de 2022, alcanzó las 175,055.
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