La vicedictadora Rosario Murillo lanzó varias ofensas en su intervención de este miércoles a los opositores nicaragüenses y los tildó de “estercoleros” y de “zombis”, a quienes acusó de ser los perpetradores de verdaderos crímenes de lesa humanidad que viven en un “mundo decrépito, macabro” y que por eso son apátridas.
“El mundo enfermo, decrépito, no tiene inspiración, no tiene esperanza, no tiene asidero, no tiene certeza porque ahí están, ¿quiénes están, quiénes los habitan? Los burdos chingastes de lo que nunca fue la miseria humana, los perpetradores de verdaderos crímenes de lesa humanidad, de traición a su patria”, dijo Murillo.
La vocera del régimen también señaló a los opositores de que son “apátridas, porque traicionaron a su patria, y juegan con inventos, con maledicencia que con vulgaridades, juegan a vivir donde ya no viven y ser lo que ya no son”, indicó.
“Han demostrado odiar a Nicaragua”, atacó Murillo a los opositores por demandar el fin del régimen de su esposo, Daniel Ortega, quien gobierna con mano dura el país y cuyas medidas represivas aumentaron en 2018, a raíz de las manifestaciones de ese entonces.
“Ahí viven los lúgubres zombies”
“En ese mundo enfermo —prosiguió Murillo— se unen todos los crímenes, todas las miserias, todas las bajezas. Ahí viven los lúgubres zombies que decretan agresión tras agresión, que quieren destrucción. No quieren ver a esta Nicaragua brillante e iluminada, por supuesto, ya no es suya, no les pertenece, no recoge su estercolero, porque aquí no hay estiércol, aquí hay sublime y sacrosantas realidades”.
Murillo afirma que aquellos que no comulgan con su ideología viven en un “mundo macabro, el mundo de los zombis y todo su fruto de su ignorancia y servilismo”.
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Según la vocera del régimen, los sandinistas viven en un “mundo real” que trabajan por el supuesto porvenir del país, pero que se encuentra aislado de la comunidad internacional por culpa de los dictadores, que violan los derechos humanos y socavan la democracia, según organismos internacionales.
La dictadura ha quitado la nacionalidad a más de 400 nicaragüenses y a otros cientos los ha desterrado convirtiéndolos en apátridas de facto. Desde 2018 hasta la fecha, los ataques han aumentado en el país y la escalada represiva aumenta cada día.