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Las manos artesanas que labran jícaras en Rivas

Labrar jícaras es un trabajo hecho a mano al que familias enteras dedican horas. Aunque las ventas han caído por poco turismo, el arte ancestral se mantiene.

Foto: Voces en Libertad.

Mantener vivo el fruto del jícaro que ya alcanzó su etapa de maduración, y convertir su “cáscara” en artesanías de utensilios de cocinas, llaveros, canastas, servilleteros, cucharas, y las famosas cumbas (pocillos de jícaras) labradas manualmente, es la importante labor que realizan varias familias del municipio de Buenos Aires, en el departamento de Rivas.

Las jícaras de filigrana, llamadas así por los diferentes labrados o grabados hechos a mano, es una tradición que doña Silvia Elena Canda, aprendió de su madre y de su abuela desde que tenía 12 años.

“Es un arte que nos ayuda al gasto del hogar. Trabajamos por encargo, hacemos lo que la gente nos pide que le dibujemos a la jícara y cuando el pedido es grande, todas ganamos, porque nos repartimos el trabajo y el pago”, explicó Canda.

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Esta mujer de 39 años recuerda que antes de 2018, con el “boom” del turismo en Rivas, tenían bastantes encargos, pero tras el estallido social de abril y la pandemia que llegó después, el turismo se paralizó.

Artesana Silvio Elena Canda. Foto: Voces en Libertad.

“Cuando había mucho turismo, no nos dábamos abasto, de paso hacíamos entrega de nuestros trabajos al complejo turístico Guacalito de la Isla en Tola, y a otros restaurantes de San Juan del Sur, también nos hacían encargos para dar presentes en eventos importantes o a visitantes distinguidos que llegan a Rivas”, contó Canda.

No requieren de muchas herramientas

Una pana plástica, un cuchillo artesanal y un cincel, son las herramientas de trabajo. “Eso es todo lo que necesitamos para trabajar, y un espacio donde te sintás tranquila”, aseguran las laboriosas mujeres.

El trabajo de limpiar y decorar las jícaras es lento, y estas mujeres pueden tardar hasta cinco horas al día para terminar de labrar una. Por eso es un trabajo lento y se cobra entre cien y 500 córdobas por cada jícara terminada, su precio depende también de lo que pida el cliente. A veces nos toca dibujarles hasta el logo de una empresa”, relata la artesana.

“Somos ocho mujeres que trabajamos la filigrana en las jícaras en Buenos Aires, todas somos familia, cada quien labora en su casa, porque hacemos los oficios del hogar y vamos avanzando el trabajo”, enfatizó.

 

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