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Las madres que añoran visitar las tumbas de sus hijos

La dictadura Ortega Murillo les asesinó a sus vástagos en 2018 y ellas tuvieron que irse al exilio solo por exigir justicia por sus muertes.

Sara Amelia López, Socorro Corrales y Yadira Córdoba, partes de las madres de abril que tuvieron que ir al exilio solo porque a la dictadura no le gustó que pidieran justicia por los asesinatos de sus hijos. Corrales se tomó la foto el pasado 20 de abril, de negro, en el sexto aniversario de la muerte de su hijo.

La represión que desató en Nicaragua la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo, entre abril de 2018 y julio de 2019, propició los asesinatos de 355 personas, ha informado la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).

De todas las madres de esas víctimas, muchas han tenido que irse al exilio por exigir justicias sus asesinatos, explica la Asociación Madres de Abril (AMA).

La mayoría de ellas nunca han tenido la oportunidad de poner una flor en las tumbas de sus hijos en un Día de las Madres.

«Extraño ir a la tumba de mi hijo. Mi inconsciente es el que va todas las noches. Yo sueño bastante que ando allá, que lo desentierro, que lo saco de un lugar y lo pongo en otro y que lo veo incorruptible, que hasta se despierta. Él está como dormidito, pero se despierta. Es el anhelo que tengo», dice a Nicaragua Investiga Sara Amelia López, madre del joven Cruz Alberto Obregón López, asesinado por paramilitares de la dictadura, entre los que estaba su padre, el 30 de mayo de 2018, en Estelí.

López lamenta que las madres que están en Nicaragua no pueden siquiera hacer una misa en memoria de sus hijos. «Me solidarizo con las madres que están en Nicaragua», expresa.

«No, no, no, hoy no es un día cualquiera. Hoy el día que la organización asesina, criminal, narcoterrorista de los Ortega Murillo asesinó a mi hijo. No tengo nada, nada, nada que celebrar», dice por su parte Yadira Córdoba Obando, madre del joven Orlando Córdoba, asesinado también por paramilitares el 30 de mayo de 2018, en Managua.

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Su hermana, entre las victimarias

Socorro Corrales, madre de Orlando Pérez, asesinado en Estelí el 20 de abril de 2018, se fue al exilio dos meses después, el 12 de junio de 2018, acosada por la dictadura porque iba a las marchas a exigir justicia por la muerte de su hijo.

«Salí corriendo a la frontera con mi hija y mi nieta, desde entonces estoy en el exilio», dice Corrales.

Seis años después, hay algo que también le duele. Su hermana, Martha Corrales, cedió la tumba donde hoy está enterrado Orlando Pérez, pero, como es afín a la dictadura, no está permitiendo ni que le pongan flores, pues, si alguien llega, ha amenazado con que llamará a la Policía para que lo echen preso, explica Socorro Corrales.

«El primer año yo mandaba flores, pero ahora ya dijo ella que no se acerquen a la tumba», lamenta.

Socorro Corrales tiene en su WhatsApp una foto vestida de negro que se tomó el pasado 20 de abril, en el sexto aniversario de la muerte de su hijo. Afirma que fue muy difícil salir al exilio, porque no quería dejar el país por la lucha que tiene de pedir justicia por su hijo.

«Para mí no hay 30 de mayo en Nicaragua desde la masacre», indica.

«Extraño ir al cementerio»

Sara Amelia López, la madre de Alberto Cruz Obregón, asesinado el 30 de mayo de 2018, tuvo que salir al exilio en agosto de 2018, para tranquilidad de sus seres queridos, porque ella quería seguir pidiendo justicia, pero la dictadura tenía muy acosada su casa.

Desde un inicio, buscó justicia para su hijo en diferentes instituciones estatales, especialmente en la Fiscalía, donde la mandaban a buscar pruebas, algo que era un trabajo de ellos.

La persecución contra ella y su familia, especialmente contra dos hermanas, que se estaban encargando de conseguir testimonios y videos, fue tornándose cada vez mayor, también porque López no dejaba de ir a las marchas.

«La policía, el ejército, los paramilitares, la JS (Juventud Sandinista), nos tenían vigilados, perseguidos», recuerda López.

Hasta que llegó el momento en que supo que no podía seguir más en Nicaragua.

«Decidí irme al exilio, dejando a mi abuelita, niños, que se preocupaban por uno, para dejarlos más tranquilos y yo desahogarme al menos en las redes sociales. Desde donde estoy, sigo exigiendo justicia. Los asesinos están en Nicaragua», denuncia López.

«No es bonito el exilio. Extraño ir al cementerio los 30 de mayo, ni a eso tenemos derecho, no hay libertades, en dictadura no se puede hacer mucho», comenta López, quien finaliza comentando que este 30 de mayo en Carolina del Norte algunas madres harán una misa en una iglesia y pondrán en la iglesia fotos de todas las víctimas.

«Que el mundo entero sepa lo que ha ocurrido en Nicaragua», dice.

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Amenazas a través del pastor

Yadira Córdoba Obando, madre de Orlandito Córdoba, asesinado en Managua el 30 de mayo de 2018, salió del país casi un año después de la muerte de su hijo, el 19 de mayo de 2019.

Nunca ha podido estar en la tumba de su hijo un Día de las Madres.

Tuvo que salir del país debido a que personeros de la dictadura hablaban con su pastor, pidiéndole que este último le dijera a ella que dejara de andar con una bandera azul y blanco y la foto de su hijo en las marchas exigiendo justicia por el asesinato de su hijo.

«Le decían que no querían que me pasaran nada. Eran amenazas», cuenta Córdoba.

El día del asesinato de su hijo, este último le comentó temprano: «Mamá, probrecitas esas madres de abril que hoy no tienen nada que celebrar porque les asesinaron a sus hijos. Vamos a la marcha».

Tras exigir justicia por la muerte de su hijo, Córdoba tuvo que andar en Managua «de barrio en barrio», porque la perseguían.

«La encargada de la JS me buscaba porque quería que le abriera puertas de la casa. Me decía que el gobierno iba a agarrar a las madres de los asesinados para darles atención psicológica, pero yo no le abrí las puertas para nada, incluso, hasta llegó la encargada de la salud y tampoco le abrí», relata.

Ante el acoso, tuvo que exiliarse primero en Costa Rica y luego en Estados Unidos.

«No ha sido fácil porque uno no está en su casa. He sufrido mucho, discriminaciones y abusos», dice Córdoba, quien salió de Costa Rica porque hasta allá estaban llegando las represiones de la dictadura.

«Hoy, estoy triste. Llevo seis años en que en ningún aniversario le puesto una flor a la tumba de mi hijo. En cualquier lugar en el que estoy, le hago un mural y en una foto le pongo una flor, porque no puedo ir al cementerio. Llevo seis años sin ver justicia», lamenta.

El colmo es que no puede mandar a pintar ni a arreglar la tumba de su hijo, porque la Alcaldía no lo permite, pues ella, como dueña de la tumba, no está en el país.

Córdoba también se queja de cómo la dictadura se burla del dolor de las madres de víctimas del 2018, por ejemplo, decretando feriado el Día de las Madres como si fuera un «día de fiesta».

Autor
Nicaragua Investiga

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