La dictadura nicaragüense excarceló este jueves a 135 presos políticos y los desterró hacia Guatemala. El presidente de este país, Bernardo Arévalo dio la bienvenida a los nacionales a través de una publicación en su cuenta de X.
«¡Bienvenidos, hermanos nicaragüenses!», afirmó Arévalo, en un mensaje en el que asegura que su país «ha mostrado su firme convicción democrática, que rechaza rotundamente las amenazas de regresión autoritaria».
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Una vez en Guatemala podrán «solicitar vías legales para rehacer sus vidas en Estados Unidos o en otros países a través de la iniciativa de la Oficina de Movilidad Segura», precisa la Casa Blanca.
Las Oficinas de Movilidad Segura, desplegadas en varios países latinoamericanos, son una de las «vías legales» para la migración del presidente estadounidense Joe Biden y permiten tramitar las solicitudes de asilo.
Washington hace un llamamiento al gobierno de Nicaragua para que «ponga fin de inmediato a las detenciones y encarcelamientos arbitrarios de sus ciudadanos por el mero hecho de ejercer sus libertades fundamentales», insiste el gobierno estadounidense.
En otro comunicado el jefe de la diplomacia estadounidense Antony Blinken afirma que «el pueblo nicaragüense quiere y merece una democracia» en la que «todos puedan ejercer sus derechos humanos y libertades fundamentales, libres del temor a la persecución o las represalias».
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Ortega, que gobernó en la década de 1980 tras el triunfo de la revolución sandinista, volvió al poder en 2007 y es acusado por opositores y críticos de instaurar un régimen autoritario.
Su gobierno reprimió duramente a las voces críticas tras las protestas prodemocracia de 2018, que en tres meses dejaron más de 300 muertos, según la ONU.
En 2023 excarceló, expulsó y despojó de nacionalidad y de sus bienes a 316 políticos, periodistas, intelectuales y activistas críticos, a quienes acusó de traición a la patria.
También arremetió contra la iglesia católica y cerró unas 5.500 oenegés, muchas de ellas religiosas.
Arturo McFields, exembajador de Nicaragua ante la Organización de los Estados Americanos (OEA) exiliado en Estados Unidos, celebró esta «liberación con sabor agridulce, liberación y destierro».
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«Se liberan a unos, se encarcelan nuevamente, se liberan a otros, ya basta de prisión arbitraria (…) esto ya tiene que parar porque la dictadura ha hecho de Nicaragua una cárcel gigantesca», afirmó en la red social X.
La relación de Nicaragua con la comunidad internacional se ha tensado en los últimos meses, especialmente con Brasil, después de que Ortega ignorara sus intentos para mediar, a petición del papa Francisco, para la liberación de un obispo encarcelado.
La OEA también creó un «grupo voluntario» que sigue de cerca la situación en Nicaragua, país que dejó de ser miembro formalmente de esta organización el año pasado por decisión de Ortega.
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) ha pedido en varias ocasiones al país centroamericano que cese «la represión generalizada y la persecución religiosa».