El régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo se encuentra una vez más en el ojo del huracán de la política internacional, esta vez por su inquebrantable respaldo al régimen teocrático de Irán. La «codictadora» Rosario Murillo ha expresado públicamente una profunda incertidumbre ante la volátil situación en Irán, un aliado ideológico que enfrenta crecientes tensiones con Israel y el respaldo de Estados Unidos.
Murillo no ha escatimado en dramatismo, calificando la situación como un «gravísimo riesgo» y un «peligro para la humanidad». Estas declaraciones, cargadas de preocupación, contrastan fuertemente con la postura desafiante que el gobierno sandinista suele adoptar frente a las críticas de la comunidad internacional. La aparente angustia por el destino de Irán revela una profunda conexión ideológica y estratégica que va más allá de la simple solidaridad diplomática.
Un gesto particularmente polémico ha sido la confirmación por parte de Murillo de que el embajador nicaragüense en Teherán, Ramón Moncada, permanecerá en la capital iraní «pase lo que pase». Esta decisión, presentada casi como un sacrificio personal del funcionario, subraya la lealtad incondicional de Managua hacia Teherán. El propio embajador Moncada ha difundido mensajes desde Teherán, reafirmando su compromiso de compartir el sufrimiento y la incertidumbre con el pueblo iraní.
Esta insistencia del régimen sandinista en congraciarse con un gobierno como el iraní, ampliamente criticado por su historial en derechos humanos, su programa nuclear y su apoyo a grupos terroristas, no solo es una maniobra arriesgada, sino también una crítica implícita a la política exterior de países democráticos.
En un momento de creciente polarización global, la alineación de Nicaragua con Irán es vista por expertos en geopolítica como una provocación que podría acarrear serias consecuencias. Estos mismos analistas advierten que los países que apoyen a Irán podrían enfrentar castigos por parte de Estados Unidos, lo que añadiría más presión sobre una economía nicaragüense ya golpeada por sanciones y mala gestión.
La decisión del régimen de Ortega y Murillo de profundizar sus lazos con Irán, en lugar de buscar la estabilidad y el consenso regional, demuestra una peligrosa miopía política. En lugar de priorizar el bienestar de su propio pueblo y la estabilidad en Centroamérica, el sandinismo parece más preocupado por mantener alianzas ideológicas, sin importar el costo o las ramificaciones internacionales. Esta postura no solo aísla aún más a Nicaragua en el concierto de naciones, sino que también la expone a riesgos innecesarios en un tablero geopolítico cada vez más complejo.
Nicaragua Investiga
