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¿Qué se sabe de la fractura que viven el ejército y la policía de Nicaragua?

Para contrarrestar este descontento, el régimen ha implementado una serie de tácticas. Por ejemplo, se han creado rangos inexistentes para contentar a algunos oficiales de las fuerzas armadas

La dictadura ascendió a seis nuevos generales de brigada en mayo pasado. Medios de propaganda/NI

Las recientes declaraciones del dictador Daniel Ortega han puesto de manifiesto una preocupante fragilidad en la lealtad de las fuerzas armadas nicaragüenses, pilares fundamentales de su régimen. Durante la conmemoración del 89 aniversario del natalicio de Carlos Fonseca Amador, figura icónica de la revolución sandinista, Ortega hizo un inusual llamado a la unidad dentro de la policía y el ejército, instándolos a desoír las «cizañas» y divisiones internas.

Este llamado no pasó desapercibido entre los analistas políticos. La implícita admisión de descontento dentro de las filas castrenses sugiere que la estabilidad del régimen podría no ser tan sólida como aparenta. Las especulaciones apuntan a una creciente frustración entre los oficiales, quienes ven estancadas sus posibilidades de ascenso. La decisión de Ortega de extender los mandatos de figuras clave como su consuegro Francisco Díaz en la Policía Nacional y Julio César Avilés en el Ejército, bloquea el camino para una nueva generación de líderes militares y policiales.

Para contrarrestar este descontento, el régimen ha implementado una serie de tácticas. Se han creado rangos inexistentes para contentar a algunos oficiales, se han organizado ceremonias de ascenso con honores que incluyen a las familias de los efectivos, y, quizás lo más controversial, se han regalado propiedades confiscadas a militares y policías, una clara estrategia para comprar lealtades y mitigar la insatisfacción.

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Paralelamente, la relación de Nicaragua con potencias como China y Rusia sigue siendo un punto de preocupación internacional. El propio Ortega ha reconocido la creciente cooperación de sus fuerzas armadas y policiales con estos países, una alianza que Washington observa con recelo. Esta cercanía geopolítica añade otra capa de complejidad a la ya tensa situación interna, consolidando la imagen de un régimen que busca apoyos externos mientras lidia con tensiones internas.

La insistencia de Ortega en la unidad de sus fuerzas de seguridad es un indicador clave de las presiones internas que enfrenta su gobierno. La cuestión ahora no es si existe el descontento, sino hasta qué punto esta estrategia de apaciguamiento logrará mantener la cohesión en un momento de crecientes desafíos para el liderazgo sandinista.

Autor
Nicaragua Investiga

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