El mes patrio de septiembre se desarrolla bajo un nuevo marco constitucional que ha generado profunda controversia: la oficialización de la bandera del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) como símbolo patrio nacional.
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El cambio, materializado a través de una reforma constitucional que entró en vigor el 18 de febrero de 2025, convierte a Nicaragua en el único país de la región que adopta una bandera partidista como emblema oficial de la nación. Esta decisión marca un precedente sin antecedentes y plantea interrogantes sobre la fusión entre Estado y partido político.
El contexto de la controversia constitucional
La Asamblea Nacional de Nicaragua aprobó en enero pasado en segunda legislatura artículos de una reforma a la Constitución Política, en la que se incluye como símbolo patrio la bandera del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), partido en el Gobierno desde 2007, y cuyo secretario general es el dictador Daniel Ortega.
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El artículo 13 de la Carta Magna reformado establece que los símbolos patrios son el Himno Nacional, las banderas Azul y Blanco de Nicaragua «y la rojinegra de la lucha antiimperialista del general Augusto C. Sandino (1895-1934) y de la revolución popular sandinista», así como el Escudo Nacional.
Esta modificación constitucional no se produjo de manera aislada. Forma parte de un paquete más amplio de reformas que, según organizaciones internacionales como la ONU, consolida un modelo de concentración de poder sin precedentes. La reforma constitucional aprobada otorga un poder ilimitado al presidente, según el Grupo de Expertos especializados en el país centroamericano, quienes manifiestan alarma y alertan del impacto de la reforma en las garantías fundamentales.
Una decisión controversial
La incorporación de la bandera rojinegra como símbolo patrio ha generado reacciones encontradas. Mientras el oficialismo la presenta como un reconocimiento histórico a la lucha antiimperialista de Augusto César Sandino y la revolución sandinista, sectores opositores y de la sociedad civil la califican como una apropiación indebida de los símbolos nacionales.
Organizaciones como la Fundación para la Libertad de Nicaragua han expresado su rechazo rotundo, describiendo la bandera roja y negra del FSLN como un «símbolo de sangre y muerte» que «jamás será reconocida como símbolo patrio».
La controversia se intensifica cuando se considera que esta bandera representa para algunos sectores «muerte, dolor y terror» desde los años ochenta, cuando tomó el poder el primer régimen sandinista.
Implicaciones para la identidad nacional
La decisión plantea cuestionamientos fundamentales sobre la naturaleza de los símbolos patrios y su función unificadora. Tradicionalmente, estos emblemas han servido para representar a toda la nación, trascendiendo divisiones políticas y partidistas. La adopción de un símbolo históricamente asociado a una facción política específica rompe con esta tradición republicana.
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Nicaragua se convierte así en el único país de Centroamérica que cuenta con una bandera partidaria como símbolo patrio. Esta singularidad regional subraya la naturaleza excepcional de la medida y su potencial para profundizar las divisiones internas.
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