Un análisis de la Fundación Nicaragüense para el Desarrollo Económico y Social (Funides) sobre las creencias sociales, políticas y económicas de los nicaragüenses, refleja que en el país prevalece una cultura caudillista, es decir que la población tiende a depositar su confianza sobre el caudillo de turno. El término caudillismo alude a un régimen personalista cuyos mecanismos están sometidos al control inmediato y directo de un líder carismático.
Los resultados de la Encuesta Socioeconómica de Propósitos Múltiples (ESPM) 2019-2020, sugieren una preferencia de los nicaragüenses hacia el “hombre” más fuerte de la política, el más eminente y que pueda situarse por encima de las instituciones de la democracia formal.
La institución clasificó en dos grupos las preferencias de liderazgos políticos de los nicaragüenses. El primero simpatiza en un 41.8% con un estilo de liderazgo caudillista, busca un líder que sepa expresarse, sea carismático y se identifique con las necesidades del pueblo. Características que pueden asociarse al populismo. El segundo grupo representa el 58.2% y no simpatiza ampliamente con un estilo de liderazgo caudillista, lo que buscan en un líder político es transparencia, buenos valores e identificación con las necesidades del pueblo.
¿Qué opinan los nicaragüenses?
El informe titulado “¿Qué opinan los nicaragüenses?” señala que el 81.2% de la población está de acuerdo con que las negociaciones son buenas para la democracia, el 57.3% en que el ejército debe tomar el control de las calles si la situación es tensa, el 45.2% está de acuerdo en que el gobierno debe limitar las protestas y los medios de comunicación para asegurar la paz y la estabilidad nacional, y el 44.6% considera que un diálogo sin la iglesia católica continuaría siendo fiable.
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De igual forma, el 72% de las personas estuvo de acuerdo en que el éxito de un partido político se debe a un líder fuerte que lo dirija, un 65.6% se mostró a favor de la existencia de únicamente dos o tres partidos políticos, el 52.7% consideró que si una persona está haciendo bien su trabajo puede permanecer en el poder de forma indefinida, el 46.6% acordó que con un solo partido político habría mayor estabilidad y desarrollo, y el 46.3% en que una persona puede pasar por encima de las leyes si persigue buenas intenciones. Todos estos datos evidencian la permisibilidad de la población para la permanencia indefinida de una persona en el poder.
Pero el análisis no solo incluye un análisis acerca de las creencias políticas de los nicaragüenses, sino que también muestra que en cuanto a las creencias sociales la población tiene posiciones encontradas alrededor de dos de los temas más polémicos actualmente. El 52.5% de la población se muestra a favor de la prohibición del aborto terapéutico. Y el 28.9% se muestra poco de acuerdo con el matrimonio igualitario. Por otro lado, el 82.5% de los nicaragüenses están de acuerdo a que los cargos públicos se ocupen equitativamente por hombres y mujeres.
En cuanto a las opiniones en el ámbito económico, si bien existe alto consenso a favor del libre mercado (82.4%), hay un grupo (51.7%) que apunta a la intervención del Estado para cobrar impuestos a quienes tienen más ingresos. El 72.1% afirma que el gobierno debe limitar el gasto y no gastar más de lo que recauda en impuestos, y el 39.9% está de acuerdo en que el Estado debe ser el dueño de las industrias más importantes del país.
El estudio refleja un alto nivel de polarización que prevalece en los diferentes ámbitos. Más del 60% de la población tiene tendencias autocráticas, se muestran a favor de limitar las protestas y los medios de comunicación, y de permitir la continuidad en el poder si la persona hace un buen trabajo, lo que “sugiere que los valores democráticos no han logrado permear en el imaginario de los y las nicaragüenses… y refuerza la importancia de establecer principios y procedimientos que aseguren que el gobierno de la mayoría no oprima a las minorías”.
Un modelo histórico
A lo largo de la historia política nicaragüense “ha prevalecido un modelo de autoridad tradicional en el que los actores de poder se niegan a dar pasos hacia ordenes más incluyentes” destaca el informe. La historia de la cultura política del país data desde la colonización, cuando los pueblos indígenas fueron masacrados y a través de actitudes tiranas los españoles impusieron sus costumbres y tradiciones.
Posteriormente con la independencia inicia la lucha armada entre liberales y conservadores. Durante 30 años del gobierno conservador hubo desconfianza de las élites en el poder sobre la capacidad cívica de la población. Con la revolución liberal se instauró al caudillo como el modelo más pertinente de autoridad para la cultura nicaragüense. Luego ante el empobrecimiento de los sectores populares, surgieron los movimientos sociales cuyo interés giraba alrededor de una estructura política distinta.
La revolución sandinista fue un movimiento que convirtió al pueblo en un hacedor de su destino. Sin embargo, la realidad terminó distorsionándose y la burguesía, y todo aquel que no se alienaba a su modelo, pasó a ser enemiga de la revolución, detalla el análisis.
La nueva crisis sociopolítica que enfrenta el país desde abril de 2018 es atribuida por medio del informe “al ciclo político de colapsos con violencia, revolución, hegemonía y pactos que caracteriza al país”. Funides considera que para romper los ciclos de violencia es necesario reflexionar sobre este pasado y aprender de los errores
Sostener un sistema democrático
Nicaragua continúa prefiriendo a líderes políticos caudillistas lo que obstaculiza el desarrollo de la institucionalidad democrática, a pesar de que los últimos años se han asomado una serie de demandas al gobierno por más libertades, más democracia y menos corrupción. Funides sostiene que para mantener el sistema democrático es necesario que exista apoyo al sistema y tolerancia política.
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Existe un aumento en la proporción de personas con un nivel bajo de tolerancia política, pasando de 11% en 2016 a 14% en 2018. Aproximadamente una quinta parte de la población tiene bajos niveles de tolerancia y desaprueba que personas que critican al gobierno puedan votar, optar a cargos públicos, manifestarse pacíficamente o que salgan en la televisión para dar un discurso. Además, el arquetipo de democracia que predomina en el país es de ambivalencia, es decir personas descontentas con la política y de tolerancia intermedia, que tienen opiniones ambiguas y son una audiencia pasiva.
El mayor riesgo es que ante los elevados niveles de intolerancia y polarización, se hace cada vez más difícil el establecimiento de un diálogo, lo que sugiere un peligro latente de que surjan patrones de violencia como se ha observado anteriormente en la historia del país. Funides destaca que “el establecimiento de un sistema democrático en Nicaragua requiere una transformación de la cultura política”.
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