El día y la noche dan igual en la cárcel conocida como el Chipote, en Nicaragua, o al menos en eso coinciden tres expresos políticos que estuvieron detenidos por meses en sus celdas de máxima seguridad mientras eran investigados por supuestos delitos asociados al terrorismo.
La periodista Lucía Pineda Ubau, el docente Gabriel Putoy y el expolicía Edwin Juárez conversan con la Voz de América sobre lo que vivieron cuando fueron acusados por la justicia de Nicaragua durante las protestas contra el presidente Daniel Ortega en 2018.
“Un día en la cárcel, los días pasan muy lento. Uno no tiene ni reloj ni para ver qué hora es”, comenta Ubau, detenida en diciembre de 2018 en el Canal 100%Noticias. “Deducís que es mediodía porque ya te llevan alimentos, y en mi caso, cuando estuve en el Chipote, había todavía acceso a que tu familia llevara algún tipo de alimento o agua”.
El día a día iniciaba muy temprano en el Chipote, los exprisioneros calculan que más o menos a las 4:00 de la mañana, con el ruido de cadenas que eran golpeadas en los barrotes de las celdas.
Tocaba el aseo personal, bañarse y luego los presos debían estar listos para un pase de lista. Para eso les daban un código que debían memorizar y decirlo cuando el agente pasaba por la celda. “Si no lo decías te golpeaban. Era una forma según ellos de constatar que estabas ahí”, recordó Putoy.
Los momentos más duros al llegar a las cárceles de Nicaragua son las primeras semanas. La periodista Lucía Pineda dice que solo en la primera semana la interrogaron más de 30 veces. Además, asegura que le colocaron una sustancia extraña en sus alimentos que le provocó vómitos y mareos.
“Fue extrañísimo, jamás había sentido. Estaba a veces acostada en la loseta de concreto que es la cama y me daban retumbos en la cabeza como que todo se me revolvía en la cabeza y como que uno se iba a ir a un guindo y estaba yo acostada en esa loseta. Todo eso provocó esa sustancia extraña”, dijo sin más detalles.
En el caso de Putoy, los interrogatorios se extendieron de forma intensiva al menos por tres meses y le preguntaban sobre los sacerdotes, a quienes el gobierno de Ortega acusaba de “golpistas”, pero también de personas, vecinos del barrio indígena de Monimbó, de donde es originario.
“El día a día en El Chipote es una zozobra, las 24 horas del día. No tienes noción del día, de la noche o de la tarde. La verdad es que uno sólo sabe si es de tarde o es de día porque en la noche hace frío y en el día hay un calor intenso. Siempre estábamos desnudos, solamente en ropa interior, desnudos completamente”, relata Putoy.
Edwin Juárez vivió el encierro en el Chipote con episodios de depresión. Durante los interrogatorios asegura que policías con capuchas le mostraban videos de su hija en un parque y le advertían que si no confesaba quién financiaba las protestas en las que participaba, la menor iba a pagar las consecuencias.
“¿Qué les podía responder?”, pregunta Juárez, quien trabajó para la Policía Nacional de Nicaragua durante varios años. “Era traumático ver a mi hija jugando inocente en el parque y yo siendo amenazado”.
La soledad llegaba con el paso del tiempo y Juárez por un momento pensó que la familia lo había olvidado. “Nadie venía a verme”, dice. Luego comprendió que a sus familiares no le permitían visitarlo.
Lucía Pineda cree que las condiciones inhumanas a las que ella fue sometida en el antiguo Chipote son las mismas en la actualidad con los nuevos presos políticos. De hecho los familiares de los actuales reos han denunciado situaciones similares.
“Es que no solo debe cambiar un edificio, sino también los malos tratos, frenar la tortura”, dice el abogado de derechos humanos Gonzalo Carrión.
El gobierno inauguró una nueva sede de la cárcel El Chipote en 2019 como una forma de dejar atrás los vestigios de denuncias de las instalaciones pasadas.
De hecho, durante su inauguración el diputado oficialista Carlos Emilio López, dijo que en el nuevo complejo policial “se garantizan los derechos humanos de las personas procesadas, pero también de los familiares, de las víctimas y de los testigos”.
Lucía Pineda lo duda.
“Yo no dudo que alguna sustancia también les estén echando actualmente en los alimentos de los actuales presos políticos, sobre todo en el Chipote. Ya hemos visto las condiciones y el deterioro de salud en que se encuentran los reos actuales, totalmente debilitados. Son prácticamente huesos caminando, así me los describieron para una noticia”.
La periodista también señala que en las cárceles existe hacinamiento. “Celdas que tal vez son para cuatro personas y hay unas siete u ocho, a mí me tocó dormir en el suelo, en el piso, por más o menos tres días”.
Agrega a su relato que en algún momento le tocó estar sola en una celda en el Chipote y esa celda tenía el servicio sanitario taqueado, colapsado de excremento. “Por más que pedí que me ayudaran o que me cambiaran a otra celda, no lo hacían, y lo que hice fue ponerme bolsas plásticas en las manos y saqué yo todo el excremento para que fuera medio decente y no estar con el hedor, aunque quedó pegado excremento todavía en la taza del inodoro”.
“Eso es parte de la tortura que ellos te imponen, el tema de los interrogatorios es tortura. Te están acusando, te están diciendo ‘periodista, golpista, terrorista, pídele perdón a Daniel Ortega’. Yo no tengo nada por lo cual pedirle perdón, más bien es él el que debe pedirle perdón al pueblo de Nicaragua”, indica la periodista.
De celdas de torturas a cárceles para pagar condenas
Una vez juzgados, algunos reos son trasladados a los centros penitenciarios y aunque en algunos casos la situación mejoró ligeramente, persistían las condiciones de violaciones a los derechos humanos, sobre todo con los reos políticos.
Lucía Pineda, por ejemplo, cuenta que mientras estuvo en la cárcel de la mujeres La Esperanza estuvo aislada completamente del resto de reos, por lo que comenzaba a hablar y caminar para no perder sus habilidades motoras.
“Después era el almuerzo que lo llevaban a las 12:00. Después, en la tarde, uno esperando que pasara rápido la tarde. Ya cuando miraba las cinco de la tarde, ya gracias a Dios, ya es un día menos en este lugar y le damos la gloria a Dios; ya iba pasando un día, entonces ya era menos, así lo decía adentro”.
Por su parte, el docente de matemáticas Gabriel Putoy confiesa que aunque en su caso mejoraron ciertos tratos al ser trasladado a la cárcel de hombres Jorge Navarro, conocido como “La Modelo”, hubo momentos donde todo se tornaba tenso.
“En La Modelo uno amanece, igual, como a las cuatro de la mañana; uno se baña porque hay que ver si el guardia o el funcionario de La Modelo te llama para ir a diligencias. Diligencias es que te lleven a los juzgados de Managua. Una vez que te bañas, ya como a las seis comienza el conteo”.
En dicha cárcel se hacen tres conteos: uno en la mañana, uno en la tarde y uno en la noche. “En la noche el conteo es desde el camarote. Te dan la comida, que es totalmente pésima. No tienen ellos una comida adecuada, la comida te sale con pelos, bolsas plástica, cosas de hierro, vidrio”, recordó.
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