La narrativa oficialista en Nicaragua se resquebraja desde adentro, y la principal figura que parece estar dinamitando las bases del poder de Daniel Ortega no es la oposición tradicional, sino su propia co-gobernante y esposa, Rosario Murillo.
Un análisis de Nicaragua Investiga expone cómo Murillo, en un aparente afán por consolidar un poder absoluto, ha orquestado una serie de movimientos que han sembrado la desestabilización y el caos dentro del propio Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). Sus tácticas, más allá de fortalecer su posición, han creado un escenario de fractura que, irónicamente, podría beneficiar a quienes buscan un cambio en el país.
La estrategia de Murillo se ha centrado en desmantelar las estructuras de poder que no le son leales. La purga ha sido implacable: figuras históricas como el hermano de Ortega, Humberto Ortega, y asesores de larga data, han sido apartados de sus cargos. Esta limpieza no se limita a la esfera política; ha alcanzado incluso a la cúpula policial, donde ha roto el principio de mando único para establecer lealtades directas a su figura.
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El caos que esto genera en las instituciones es palpable, y el efecto dominó ha alcanzado a miembros de la vieja guardia sandinista, que ahora enfrentan persecución y exilio.
La Procuraduría General de la Justicia, una institución concebida en teoría para la lucha anticorrupción, se ha transformado, bajo el mando de Murillo, en una herramienta de persecución política. Su principal objetivo no es la corrupción, sino cualquier miembro del sandinismo que no rinda pleitesía a la dictadora.
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El mensaje es claro: la lealtad es la única moneda de cambio en su círculo. Este ambiente ha infundido un temor paralizante entre los funcionarios, que ahora viven con el miedo constante de ser el próximo objetivo de su purga.
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— Nicaragua Investiga (@nicaraguainvest) September 2, 2025
En este retorcido juego de poder, la ambición de Rosario Murillo la ha convertido, paradójicamente, en la principal adversaria de su propio régimen. Las acciones que ha tomado para consolidar su dominio han debilitado al aparato estatal y han fracturado las lealtades internas, un escenario que la oposición tradicional no ha logrado crear en décadas. Mientras el régimen se enfoca en sofocar cualquier disidencia externa, su mayor enemigo se encuentra en el despacho contiguo.
Nicaragua Investiga
