Desde Managua, los dictadores sandinistas enviaron un mensaje cargado de adulación, deseándole al ruso, Vladimir Putin, que «las prodigiosas fuerzas espirituales» lo sigan guiando, mientras celebraban su existencia y le auguraban salud. Este gesto, lejos de ser un simple acto protocolar, revela la sumisión del régimen sandinista a un autócrata cuya influencia global está marcada por la controversia.
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«Cuando la vida nos celebra con todos sus acontecimientos, aplaudimos su existencia y le deseamos salud, más realizaciones y la dicha de las victorias que su pueblo y su Gobierno construyen y defienden, por la justicia, la verdad y el respeto a todos los derechos» dice la carta enviada por los dictadores en ocasión del cumpleaños del autócrata de Moscú.
«Su aniversario de vida le encuentra en batallas formidables por un mundo que asegure la paz, el diálogo y el bien de todas y todos, en sintonía con los deseos y merecimientos de todos» se lee en el texto firmado por Ortega y Murillo.
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— Nicaragua Investiga (@nicaraguainvest) October 7, 2025
El mensaje de los dictadores, que exalta a Putin como un ícono de «capacidad intelectual, influencia mundial y prestigio universal», no es solo un cumplido exagerado; es un reflejo de la desesperación de Ortega por aferrarse a aliados poderosos en un contexto de aislamiento internacional. El régimen sandinista, acusado de manipular elecciones, silenciar opositores y desmantelar libertades, encuentra en Moscú un espejo de sus propias tácticas autoritarias y un respaldo para evadir sanciones.
Esta genuflexión pública ante Putin no solo compromete la soberanía ideológica de Nicaragua, sino que expone la paradoja de un movimiento que alguna vez se proclamó revolucionario y ahora se arrodilla ante un régimen opresor.
Nicaragua Investiga
