En septiembre del 2021, Karla Romero, recibía en la sala de un hospital una de la peores noticias de su vida: su esposo Pedro Largaespada Sotelo había muerto de un fulminante infarto producto de secuelas ocasionadas por el Covid-19.
Ese trágico día no asistió a las honras fúnebres de su marido, porque también estaba siendo asistida en el centro asistencial de Masaya, para mitigar también los efectos provocados por el virus.
En ese instante sintió que su vida se hacía pedazos. Quién moría, era su amor de juventud, el padre de su hijo. Sentía que ambos quedaban desprotegidos. ¿Cuál sería el futuro para ella?¿Para su hijo? Sin el respaldo del padre, sin el apoyo de ese sostén en casa. Atrás quedaron muy buenos recuerdos, como el día que don Pedro volvió feliz a casa con un camión Volvo que con mucho sacrificio compró.
En su casa quedó un enorme vacío, pero también estaba consciente que la vida debía continuar. Su hijo, Pedro Largaespada Romero, con apenas 13 años entonces, esperaba que así fuera. La única herramienta de trabajo que disponían para obtener ingresos en el hogar era el camión que el padre había dejado en el patio de su casa en Niquinohomo.
El joven repartidor que quiere reparar sus prótesis para seguir trabajando
Un joven determinado: “me haré cargo”
Sabía que el camión generaba ingresos con el traslado de ganado del Triángulo Minero al matadero de Nandaime, así como la movilización de materiales de construcción a diferentes departamentos del país, pero no sabía en ese momento quién iba estar a cargo de conducir el pesado vehículo.
Romero desconocía del mantenimiento mecánico que tenía que recibir el vehículo, tampoco conocía cómo funcionaba el servicio, las tarifas que cobraba, quienes eran buenos y malos clientes. Venderlo no era una opción viable. Sería una lástima también, porque el pesado vehículo lo había comprado su esposo con gran sacrificio, luego de trabajar por muchos años como chofer.
Cuando su papá falleció, Pedro Largaespada Romero tenía 13 años y cursaba el primer año de secundaria en el colegio Faro de Luz, donde mostró en todo sus estudios, excelentes calificaciones. De niño le gustaba ver el trabajo que realizaba su padre y en sus tiempos libres, lo acompañaba en sus viajes que realizaba en largos trayectos por las carreteras del norte de Nicaragua.
Al ver que su madre vivía momentos de angustia, se llenó de fortaleza y le hizo saber que él se haría cargo de la administración del camión. La madre no pudo sentirse menos orgullosa, admiró la determinación de aquel chavalo de 13 años. Pero, ¿Podría con la angustia de saber que viajaría hasta dos días seguidos?¿Qué iría a lugares lejanos como Waslala y Mulukukú?¿Tiene licencia?
“Hoy me siento orgullosa de qué mi hijo a temprana edad, está convertido en un hombrecito pequeño y veo en él, la figura de su padre, un hombre trabajador y responsable, gracias a Dios está en tercer año de secundaria y siempre le digo que no abandone sus estudios”, cuenta Romero.
“Pedrito”, a cómo lo llama su familia, lleva dos años administrando el camión de la familia. Ya sabe conducirlo y los choferes que contrata, a veces le permiten que lo conduzca en caminos y carreteras poco transitables. Ahora tiene 15 años y aún no puede tramitar su licencia de conducir, pero es un hecho, está a cargo.
Habilidades en mecánica y carpintería
Como parte de su trabajo en sus tiempos libres de escuela, Sotelo Romero acomoda el ganado que trasladan al matadero y sabe negociar el precio de cada viaje que realiza, porque calcula con exactitud los gastos de combustible en cada distancia que tiene que recorrer en el pesado vehículo.
Desde niño miró, como su padre reparaba el camastro del camión en un improvisado taller de carpintería que mantenía en su casa, esa misma actividad la continua realizando con la ayuda del chofer del camión, quien le tiene mucho cariño, porque ve la figura de un adolescente luchador que se esfuerza por apoyar a su madre.
“Pedrito también realiza trabajos de mecánica, él cambia el aceite, el filtro, las mangueras y sabe cuándo el camión necesita engrase o cambio de llantas, cuida este vehículo, porque su padre lo tenía como una reliquia, porque se lo bendijo su madre doña Martha Sotelo”, mencionó Romero.
El sueño de esta madre, que también se dedica a la venta de nacatamales es que su hijo se convierta en todo un profesional o un empresario del sector transporte, porque trabaja con gran pasión en la movilización de carga, sin importarle el desvelo del sol y la lluvia. igual que una vez, lo hizo su padre.
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