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Mujeres nicas en el exilio: La difícil tarea de pasar de negocios de subsistencia a emprendimientos formales

Las mujeres nicaragüenses exiliadas en Costa Rica encuentran en el emprendimiento una alternativa a la falta de empleos que prevalece entre los refugiados en ese país, pero apenas se quedan en la etapa inicial: el negocio de subsistencia. Constituir emprendimientos formales y pequeñas empresas es prácticamente imposible entre las limitaciones legales por su condición migratoria y el complicado acceso a financiamiento.

Yadira Hernández, se vino a Costa Rica en junio de 2023 debido a la difícil situación sociopolítica de Nicaragua. Trató de encontrar un empleo formal, pero toda su experiencia de más de 20 años trabajando en organizaciones de sociedad civil no fue suficiente en este país. Con dos adolescentes que mantener y solo dos mil dólares de ahorros que se gastaron en el primer mes entre la renta y una provisión básica, se vio en la necesidad de aceptar un duro trabajo de cocina en un restaurante chino.

“Se sintió el cambio, no teníamos casa, no teníamos comida, no teníamos trabajo y estábamos los tres, yo con mis hijos, y no sabíamos qué iba a pasar”, nos relata.

Como entonces no tenía documentación ni estatus migratorio, le pagaron menos del salario mínimo, 9 mil colones por día, el equivalente a unos 18 dólares por 12 horas de jornada.

Ese ingreso era insuficiente para poder sostenerse en el tercer país más caro de Latinoamérica, así que como familia tomaron una difícil decisión: todos buscarían trabajo y los jóvenes dejarían la escuela.

“La prioridad era subsistir, sobrevivir”, dice Yadira.

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Empezó a buscar a otros nicaragüenses, también exiliados, para relacionarse con ellos, no sentirse tan sola y entender cómo funcionaban las cosas en este país para adaptarse más rápidamente. Fue así como un día la llevaron a la Feria Pinolera.

La iniciativa es desarrollada por un grupo de mujeres nicaragüenses exiliadas y apoyada eventualmente por diversas organizaciones humanitarias. Se hace una vez al mes y es un espacio que hace coincidir a pequeñas emprendedoras con clientes interesados en productos y gastronomía nica. Ha sido todo un éxito y un semillero de nuevos negocios.

Yadira recordó que años atrás, aun viviendo en Nicaragua, sufrió un accidente que le inmovilizó una de sus manos y como terapia, el médico le recomendó aprender algún arte manual. De esa manera aprendió a hacer jabones artesanales. Aunque antes era solo un pasatiempo, ver a todas esas mujeres renacer en tierra extranjera desde sus talentos, la motivó a iniciar su propio negocio con la esperanza de dejar aquel trabajo precario que había conseguido meses atrás.

Así nació Yadimell Cosméticos, que ofrece jabones, champús, cremas y otros productos de belleza, todos naturales.

Algunos de los productos de Yadimell Cosméticos. Foto: Nicaragua Investiga.

No tenía dinero para iniciar, así que aplicó a un programa a través de una organización que apoya ocasionalmente a la Feria Pinolera. Obtuvo un capital semilla, apenas 500 dólares. Pero con eso arrancó. Compró una batidora, algunas tazas medidoras, aromatizantes, aceites y dos moldes.

La cocina de su casa sirve también de fábrica improvisada. Ahí, mientras se hierven los frijoles para el almuerzo, en otra esquina y sobre una mesa de madera robusta, mezcla los ingredientes para sus jabones. La lejía es lo más peligroso. “Es con lo que hay que tener cuidado”, nos dice mientras se pone guantes. “La soda cáustica también es peligrosa, es corrosiva y se debe usar a altas temperaturas”, comenta al mismo tiempo que verte en un molde de hule azul, el líquido que se convertirá en unas horas en un jabón marmolado con aroma a lavanda.

“No es lo correcto, tendría que tener un lugar exclusivo para la elaboración de los productos cosméticos”, expresa, pero eso es algo que por ahora no puede permitirse.

Yadira produce cosméticos en su cocina porque no tiene para invertir en un lugar aparte. Foto: Nicaragua Investiga.

Yadira comenta que el emprendimiento “no es rentable”. Consiguió un trabajo de medio tiempo en una ONG, y renunció al restaurante chino. “Al final si hay que pagar la renta, hay que echar mano de las ventas que surgieron del emprendimiento”, explica. Pero reconoce con tristeza que “ahorita no existe esa capacidad para tener aparte solo lo que es del emprendimiento y los gastos personales”, por lo que “seguimos en esa etapa de sobrevivencia”, señala.

Para Yadira invertir en equipos especializados y en más materia prima es solo un sueño lejano. Para la banca costarricense no es una clienta deseable.

“Yo hice una gestión en una institución bancaria y de entrada me dijeron que como el estatus que yo tengo es solicitante de refugio no puedo acceder a ningún tipo de crédito”, cuenta.

Aunque a Yadira le sobra entusiasmo, le falta el ingrediente principal de la receta para alcanzar la categoría de pequeña empresa y tener un negocio que realmente genere ganancias: dinero.

Financiamiento bloqueado

Melissa Guerrero, emprendedora nica en Costa Rica. Foto: Nicaragua Investiga.

Yadira no es la única que ha buscado financiamiento para darle más chispa a su negocio y hacerlo crecer. Melissa Guerrero tiene dos años con Freyda, una marca de cervezas artesanales que empezó con muy buena demanda en Costa Rica.

Melissa intentó encontrar trabajo en su profesión antes de emprender aquí. Es graduada de Comunicación en la Universidad Centroamericana UCA, la más importante de Nicaragua, hasta su cierre y confiscación en agosto de 2023.

“Era muy complicado, casi nadie me daba la oportunidad. En un puesto de trabajo que fui a buscar me dijeron que estaba sobresaturado el mercado, que no buscara más y yo sentí que fue algo xenófobo”, comenta.

Tras varias experiencias parecidas buscando empleo en su campo y sintiéndose rechazada, decidió retomar el emprendimiento que apenas empezaba en Nicaragua, aunque lo hizo con muchos temores.

“Yo siempre había escuchado que aquí es un poquito más fuerte el tema de las leyes, y sí me daba cierto temor porque pensaba que no iba a poder vender o que me iban a andar siguiendo por los permisos”, dice.

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Sin embargo, Melissa tuvo que sortear muchos obstáculos para empezar la producción de cervezas en este país, porque no conocía proveedores en Costa Rica y tenía que aprender a entender este mercado, los gustos de los consumidores y cómo llegarles. En Nicaragua su marca era pequeña, pero creciente y ella sabía muy bien cómo acceder a insumos y ya tenía un público cautivo.

Al principio, en Costa Rica Melissa no sabía ni lo más básico; dónde conseguir la miel, las botellas de vidrio y otros insumos. Los permisos también fueron difíciles de obtener, pero no más que el financiamiento.

“Lo de los créditos es difícil, no nos quieren aprobar porque dicen que no somos nacionales y que no tenemos todos los papeles como para lograrlo”, indica Melisa.

Ella también ha logrado ayudarse con pequeños capitales semilla de organizaciones no gubernamentales, pero es imposible crecer con fondos tan reducidos. Para esta emprendedora es importante invertir en maquinaria y en crear una red de distribución para poder atender la demanda actual y de ser posible, expandirla.

Cervezas Freydas tuvo buen recibimiento en Costa Rica, pero no tiene la capacidad para tanta demanda. Foto: Cortesía.

Actualmente lo de Melissa es también un negocio de subsistencia, es solo ella produciendo las cervezas y al mismo tiempo entregándolas. De vez en cuando logra contratar a un motorizado para que le ayude a distribuir, pero es todo lo que puede hacer con lo que le genera Freyda por ahora.

“Ahorita distribuyo a través de redes sociales y espacios como la Feria Pinolera una vez al mes”, dice Melissa, que está segura de que con más dinero y capacitación su negocio tiene todo el potencial para convertirse en una empresa pequeña o mediana, porque ha tenido muy buen recibimiento entre los consumidores costarricenses, dice que incluso, tiene más clientes aquí que los que tuvo en Nicaragua.

Ella sueña con crecer y emplear a otros nicaragüenses, para ayudar a quienes como a ella les niegan trabajo en Costa Rica por su nacionalidad.

María René Mercado es una de las voces de mujeres nicas emprendedoras más potentes en Costa Rica. Es coordinadora de logística de la Red de Mujeres Pinoleras, organización a cargo de la Feria del mismo nombre, este espacio es clave para dar un primer empujón a quienes empiezan de cero sus emprendimientos, sobre todo porque han creado alianzas estratégicas y una comunidad sólida de nicas que llegan cada mes en busca de productos  de su país.

“Tenemos un poco de dolor de no estar en nuestro país, pero esta feria ha sido importante para abrirnos camino porque organizaciones han trabajado de la mano con nosotras y hemos podido ir creciendo poco a poco”, expresa.

Su trabajo de liderazgo no le ha representado menos retos. Su negocio de comidas llamado “Variedades La Concheña”, hace honor a su ciudad natal, La Concepción, Masaya, ubicada al sureste de Managua. Zona pintoresca y atractiva por su enorme riqueza cultural y su deliciosa gastronomía.

María René, llegó a Costa Rica en pleno pico de la crisis nicaragüense, en 2018. Hizo trabajos domésticos y de cuidado hasta 2020, cuando, sin empleo, en depresión y ahogada por la pandemia de Covid 19, se atrevió a vender a sus vecinos y familiares pan casero y algunos platillos típicos nicaragüenses. Sorprendida por la aceptación y a pura recomendación “de boca en boca”, cuando menos lo imaginó ya tenía su negocio en marcha junto a su mamá y sus dos hijos.

“Parte de las dificultades que encontramos son las económicas, el financiamiento, las entidades bancarias no nos dan préstamos y aspirar a capitales semilla en algunas ocasiones también es difícil”, relata.

Ante el bloqueo de préstamos bancarios en Costa Rica intentó acceder a tarjetas de crédito para financiarse a pesar del alto costo que eso tendría, pero eso también se lo negaron. Aun así “Variedades La Concheña” ha crecido bastante. En 2023 agregaron el servicio de catering a su oferta y hoy es “lo que nos sostiene”, comenta María René.

Además de la Feria Pinolera, algunas organizaciones les invitan a ella y a otras emprendedoras a otras ferias donde logran dinamizar sus ventas. Más organizaciones como Fundación Mujer, Acnur, Flacso, RHIDE y Fundación Arias para la Paz, también les ofrecen capacitaciones en modelos de negocios, marketing, cocina y oficios diversos, pero el alcance que tienen esos programas es mínimo. Son cientos de mujeres emprendedoras con grandes y variopintas necesidades y no todas logran ser beneficiadas.

Algunos de los productos de Variedades «La Concheña». Foto: Nicaragua Investiga.

María René se acuerda de la vergüenza que le dio la primera vez que ofreció una comida a un cliente.

“Yo nunca había vendido y me costó mucho empezar a ofrecer a los clientes, enamorar a los clientes y vendíamos muy poco”, recuerda.

Pero ahora siente que vender es parte de ella y tiene grandes expectativas sobre el futuro de su negocio con una marca bastante conocida entre la comunidad nica en Costa Rica ella tiene confianza en que un día con la marca que ha logrado construir ya no la consideren tan informal y finalmente le den un crédito para un despegue de alto nivel.

Mujeres exiliadas al filo de las desigualdades

Claudia Vargas, de la Fundación Arias para la Paz lamenta que el acceso al empleo sea tan difícil para las mujeres migrantes en Costa Rica. “La persona que migra tiene que guardar su título y todo lo que ha aprendido”, dice. Esto porque los procesos de homologación de títulos y adhesión a los colegios profesionales “son muy engorrosos”, y las leyes ordenan que “si hay una competición por un puesto entre un costarricense y un extranjero se debe dar prioridad al nacional”.

El rol de cuidado y crianza que recae mayoritariamente sobre las mujeres, así como el cuidado de la casa, sin una red de apoyo familiar por el exilio, limita mucho las posibilidades de las mujeres migrantes, señala Vargas.

Este escenario es el que lleva a las mujeres nicaragüenses migrantes a emprender, pero eso no es más fácil que competir por una plaza.

“Una mujer que emprende necesita desarrollar habilidades y destrezas en un mercado altamente competitivo como el de Costa Rica y una vez más sin redes, porque para vender necesitas redes, amigas, conocidos, vínculos, cuando no los tenés te quedas en una brecha donde las ventas se vuelven más difíciles”, reporta Claudia Vargas.

Fundación Arias para la Paz cede una vez al mes el espacio de su parqueo para que se realice la Feria Pinolera y ha hecho esfuerzos por transmitir habilidades a las emprendedoras, pero reconocen que no es suficiente.

La Feria Pinolera se realiza una vez al mes con gran éxito. Foto: Nicaragua Investiga.

“Deben aprender a tomar fotos y videos de productos, a postear en redes sociales que es un canal importante para conectar con otras mujeres y clientes”, asegura.

La mayoría de estas emprendedoras no tienen estos conocimientos y aunque algunas organizaciones ofrecen algunos cupos para algunas de estas capacitaciones, incluyendo la misma Fundación Arias, estas habilidades no se pueden adquirir en unas pocas sesiones y no se pueden poner en práctica sin recursos.

Vargas también dice que el sistema migratorio costarricense tiene “mucha burocracia” y “violencia institucional”, porque que registran casos de personas que llevan muchos años sin ni siquiera haber sido elegible a un DIMEX, un documento migratorio temporal que permite a las personas realizar operaciones básicas como apertura de cuentas bancarias y de identificación ciudadana mientras se da respuesta a su solicitud de refugio.

Ella calcula que el 50% de las personas solicitantes de refugio no aplican para acceder a préstamos por no tener documentación y mucho menos una resolución definitiva a su caso migratorio.

“Hay que seguir trabajando de cerca con organizaciones y legisladores para cambiar algunas cosas”, propone.

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Para Vargas estas desigualdades a las que se enfrentan las mujeres nicaragüenses las obligan a tener negocios de sobrevivencia que no pueden escalar a pequeñas empresas.

“Esto no cuenta como un emprendimiento, esto cuenta como una estrategia de sobrevivencia, es algo que hago una vez al mes que tengo la oportunidad de vender (…), pero eso no te da para tener un ingreso que te logre sostener a vos y tu familia”, dice, y considera que para lograr tener un despegue real, estas mujeres requieren ser beneficiadas por acciones coordinadas de organizaciones e instituciones que pasen por atender varias necesidades, incluyendo el financiamiento sólido.

Programa de refugio tico cercenado

Linda Núñez es una investigadora nicaragüense y hace poco trabajó en la elaboración de un estudio denominado: “Diagnóstico de necesidades de las mujeres e infancia nicaragüense desplazadas forzadas en Costa Rica”, realizado por varias organizaciones.

Más de 128 mujeres fueron entrevistadas en zonas clave de San José como La Carpio, Alajuelita, Upala y Los Chiles.

El estudio confirma todas las inquietudes que este reportaje ha recogido de las mujeres exiliadas que emprenden en Costa Rica. Núñez concluye que el principal problema radica en que el sistema de atención al refugiado costarricense es muy limitado y no ofrece planes reales de integración económica a los migrantes.

“La atención a las personas refugiadas se basa prácticamente en el carné de refugio y en el permiso de trabajo”, explica.

Linda Núñez, investigadora sobre temas migratorios. Foto: Cortesía.

No hay programas ni para que las personas se puedan integrar a un empleo formal, porque además del proteccionismo ya abordado, desde hace algunos años se estableció como requisito para entregar el permiso de trabajo, que la persona cotice en la Caja Costarricense del Seguro Social, algo que no es viable para la gran mayoría de nicaragüenses que vienen a refugiarse en condiciones precarias, ni tampoco para que puedan emprender con condiciones que les garanticen algún éxito, ya que no tienen ni la mitad de las oportunidades que una persona costarricense que busca crear su propio negocio.

Cursos que les enseñen cómo sacar los permisos de operación o alguna oportunidad de financiamiento por parte de entidades costarricenses no son posibles para las mujeres nicaragüenses en el exilio.

“Hay que incidir a nivel de país para que empiecen a crear estas políticas públicas”, dice Núñez, que explica que después de 7 años de la llegada masiva de refugiados nicas a Costa Rica, este país necesita “un enfoque de desarrollo económico para poder estabilizar a la población que está aquí, porque sino vamos a tener una crisis mucho más fuerte con una población refugiada desempleada”.

Núñez recuerda que Costa Rica tiene una obligación internacional adquirida para ofrecer atención eficiente a los refugiados, y cree que es importante que el Estado costarricense considere que apoyar programas para el desarrollo económico de los refugiados permitirá generar fuentes de empleo y dinamizar la economía. También lamentó que se vea al nicaragüense migrante como una carga pública, porque “están pagando impuestos, aunque estén desempleados”, porque compran productos y servicios y también rentan.

Se necesitan más esfuerzos

Yadira de Yadimell Cosméticos está feliz. Recientemente la Red Internacional de Derechos Humanos Europa RIDHE, le aprobó un curso para perfeccionar su técnica en elaboración de jabones y cosméticos artesanales, y a su hija un curso para aplicar uñas acrílicas. Dice que cada curso cuesta más de mil dólares y que por sus propios medios jamás los hubieran podido pagar.

María René, también recibirá una capacitación sobre servicios de catering con un programa realizado con la misma organización y está muy entusiasmada.

Winnye Bernard, es directora de programas en América Latina para RIDHE, y dice que estos procesos de capacitación se ejecutan en alianza con organizaciones costarricenses. Más de 42, como la Dirección de Migración y Extranjería, el Centro de Estudios Universitarios, Fundación Mujer, academias de idiomas y el Instituto Nacional de Aprendizaje a quienes ellos convocaron a participar. Se llama Programa de capacitación de emergencia y está enfocado en mujeres en situación de movilidad forzada.

“Este programa pretende primero, formarlas, ya sea a través de capacitación universitaria o técnica, segundo reducir la brecha digital para que ellas puedan insertarse en un sistema laboral en Costa Rica, y tercero con mentorías de emprendimiento para que conozcan todo lo relacionado al registro de sus negocios que les conduzca a una independencia económica”, explica.

OIM

Mujeres migrantes enfrentan serios desafíos para tener un estatus migratorio definitivo y emprender. Foto: Sitio oficial OIM.

Sin embargo, Bernard reconoce que sus alcances son muy limitados y por eso han priorizado a grupos vulnerables como mujeres indígenas y campesinas, pero hace falta que coincidan más esfuerzos para beneficiar a más mujeres, pues son apenas 220 sus beneficiarias desde que inició el programa hace dos años.

Según datos de la Dirección General de Migración y Extranjería de Costa Rica, más de 280,000 personas nicaragüenses han solicitado refugio en el país desde el 2018, representando aproximadamente el 75% de las solicitudes de asilo en Costa Rica. De estas personas, se estima que el 50% son mujeres. Son 800 mil en total, contando a quienes llegaron al país vecino antes de la crisis y que también tienen necesidades económicas.

El programa de Ridhe ofreció un capital semilla de entre 300 a 1,200 dólares a estas mujeres beneficiadas para iniciar sus emprendimientos, montos valiosos cuando se empieza, pero que siguen siendo insuficientes.

“Estamos restituyendo el derecho laboral, el derecho de acceso a la educación, el derecho a tener una independencia económica que son arrebatados cuando tienes que estar en otro país, es importante que los organismos internacionales apoyen este tipo de programas”, señala Bernard.

 

 

Autor
Nicaragua Investiga

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