De un día para otro son decenas de pobladores chinandeganos que hacen la travesía rumbo hacia Estados Unidos. Acá quedan las deudas para costear el viaje contraídas con familiares o con prestamistas, otros han vendido una propiedad o bienes como vehículos y motocicletas para ajustar el dinero necesario.
Javier, que salió en el cuarto bus la tarde del pasado jueves, es el guía de otros tres jóvenes originarios del municipio de El Viejo. Todos salieron de allá. “Yo tengo experiencia porque ya viajé por primera vez, estuve allá trabajando pero regresé por una oportunidad que me salió aquí. Una tía me facilitó ahora un dinero, que lo pagaré sin intereses”, contó el chavalo que se miraba nervioso antes de partir.
Señaló que en su maleta llevaba 200 dólares, tres pantalones largos y tres cortos. «Cuando necesite 200 o 300 dólares los pido y me los van a depositar, porque llevar dinero es un riesgo, te roban sobre la ruta”, precisó.
Salidas masivas
Varios miembros de dos familias también han salido en las últimas horas de la Comunidad Everth Mendoza-Monte Rosa, también del municipio El Viejo. Todos planean cruzar el Río Bravo y llegar al otro lado, a Estados Unidos entre el 17 y el 25 de este mes.
Javier dice respetar el Río Bravo, pero no le teme. Señala que quienes sucumben en el río es por la desesperación de llegar al otro lado. “Si, el río es fuerte y si, es peligroso, pero el cruce debe ser con calma. Esta es una travesía dura, es pesada y cuando llegan a la frontera la gente se desespera por pasar, ahí pasa la desgracia”, señala el nicaragüense.
En el municipio fronterizo de San Juan de Cinco Pinos, la gente está desfilando a diario y las comarcas se han convertido en caseríos solo de gente mayor. “Aquí ya no quedan muchachos, no está quedando nadie, han deportado a algunos y vuelven a irse”, contó un habitante del sector.
Para Rigoberto, otro que ha decidido emprender el camino, “migrar es más que una moda, una necesidad”. «Es la explicación que veo ante tantos que salen, es que la situación política y social no está para menos. No hay trabajo, no hay tranquilidad”, advierte.
Cada quien una historia
Cada uno tiene una historia que quiere dejar atrás. Claudia, por ejemplo, es dueña de un tramo de verduras. Un día de septiembre del año pasado, canceló los pedidos y emigró en busca de una mejor estabilidad financiera, pero por estos días, asegura que no está contenta y piensa retornar. «Yo le dije que la pensara y ahora me pide que le envié dinero para regresar», se quejó un familiar.
Eddy, por su lado, administra un negocio de reparaciones eléctricas. Hace poco despidió a un hijo biológico y al segundo, que es de crianza. Este lunes, el humilde padre confirmó que ambos están en México pero con el primero ha perdido contacto. Le teme a lo peor, pero tiene fe que pronto se comunicará con él o con su hermano.
La agonía de la incomunicación
Las familias cuentan que algunos pierden el contacto entre 15 a 20 días y después comunican que están del otro lado. Otros ya llevan un mes y no dan ninguna señal. “Tenemos que ser pacientes”, dice una madre que espera tener noticias de su hijo, quien partió hace 31 días en busca de oportunidades.
Javier, que va rumbo al norte avanzando por carretera, caminos y senderos dice que el que logra llegar y se dedica a trabajar le irá bien. “El que llega a vivir una vida de fiesta, fracasa”, advierte. Recordó que todo el que viaja, debe pensar en los riesgos y prepararse para eso.
No olvida que el pasado 05 de noviembre un nicaragüense de origen chinandegano fue asesinado con saña en México y que su familia ahora lucha para repatriar sus restos. También recordó que ese mismo día, una excursión de nicaragüenses, en su mayoría chinandeganos, fue atacada en Guatemala por delincuentes armados, en esa ocasión, el conductor del bus «Excursiones Yesenia» murió.
“Esa es la realidad del que migra. Vamos a la voluntad de Dios, esperamos no volver pronto, ni vivos, ni muertos, esperamos llamar a nuestras familias para decirles; llegamos”, agregó.
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