En el contexto de la conmemoración del quinto aniversario de la rebelión de abril del 2018, el dictador Daniel Ortega atacó el miércoles una vez más a la Iglesia católica y se ensalzó él mismo pregonando su supuesta vocación de amor y paz, contrario a todo lo que en realidad ha venido recetando al pueblo de Nicaragua desde 2018: más de 300 muertos, cientos de heridos, secuestros y miles de exiliados.
La activista opositora Haydée Castillo refiere que lo único que puede explicar esa retórica de querer culpar a otros por lo que pasó en abril de 2018, son las ansias de seguir “aferrado al poder” y a los privilegios logrados producto de la corrupción y el manoseo a la Constitución y las leyes.
“Es un discurso que los hechos los rebasan porque el pueblo de Nicaragua sabe en su conciencia, en el fondo que esta fue una rebelión autoconvocada, nadie la tenía prevista, sucedió al ver como se estaba quemando la reserva de Indio-Maíz”, recuerda.
Asegura ser una de las personas que envió cartas junto con otras organizaciones, alertando a la ONU y pidiendo ayuda a Costa Rica para que mandara aviones y poder sofocar el fuego que se desataba.
“Todo eso porque no había manera de que el régimen le pusiera atención y sabemos por qué, porque ellos querían aprovechar como hicieron después de los huracanes toda esa madra que queda quemada, tal vez superficialmente para seguirle sacando provecho a los recursos naturales de una manera indiscriminada”, manifiesta.
Castillo apunta que todo el mundo sabe que la rebelión de abril fue autofinanciada por el pueblo, “ver aquellas mujeres cerca de la Upoli con sus panadas de frijoles, quienes repartieron agua, los que llevábamos medicamentos, o sea, quieren tapar el sol con un dedo, pero el pueblo de Nicaragua no olvida fácilmente, y creo que esta vez tenemos más claro lo importante que es la memoria, esto es como querer tapar un cementerio, la sangre, la saña con la que asesinaron a los jóvenes y todo eso con una manta blanca, esa manta blanca termina realmente manchándose de sangre”.
Ortega y Murillo no viven tranquilos
Para Castillo lo que ofrece Ortega no es la paz que el pueblo de Nicaragua quiere. “A ellos (Ortega y Murillo) les sigue doliendo porque ellos se veían y se siguen viendo como los mesías, ellos creían que por tener un acuerdo con el gran capital, que por estar manoseando la cooperación venezolana, al pueblo de Nicaragua no le iba a importar ni la pensión de los ancianos, no le iba a importar la quema de Indio-Maíz, no le iba importar cómo nos iban coartando todititas las libertades con el famoso modelo de democracia directa”, asegura.
Al consultar a Castillo si cree que lo ocurrido en abril de 2018 no deja dormir a los Ortega-Murillo, responde que efectivamente esta situación no les deja estar tranquilos.
“Por eso cada día buscan estrategias, tras estrategias y todo le fracasa porque el pueblo sigue resistiendo y yo diría que aquí lo único que hace falta para que al pueblo se le devuelva la esperanza es construir un bloque de oposición fuerte, unido en la diversidad y no seguir más en esta dispersión, desarticulación o de separarse para unirse, es urgente avanzar en estos procesos de unidad porque lo que el pueblo está sufriendo es ya demasiado”, señala.
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“No ha podido superar esa rebelión social”
Un analista que prefiere hablar bajo anonimato, refiere que si Ortega estuviera claro de su “seguridad y paz”, transmitiría otro mensaje reconciliador, considerando que todo lo contralara.
Asegura que lógicamente no ha podido superar todavía esa rebelión de hace cinco años.
“Él creía que al controlar los tres poderes del Estado y pactar con Alemán le daba perpetuidad a su gobierno y controlaría una oposición domesticada y prebendaría, pero todos estos cálculos le fallaron en 2018 y esa crisis pica y se extiende”, asegura.
“Temen otro levantamiento popular, esa gente no duerme pensando en que el pueblo se puede revelar y por eso actúan represivamente, no superan estos hechos y ellos creen que con el pasar del tiempo volverán a controlar la situación, pero creo que este proceso del pueblo es irreversible, es cuestión de tiempo y aunque sea un recorrido largo y han pasado cinco años, pero sí que tiene que haber un cambio y ellos tendrá que pagar por todo los abusos cometidos en materia de derechos humanos y las muertes, las torturas, los asesinatos y las carceleadas al pueblo nicaragüense”, subraya.
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Un discurso infame
Por su parte el opositor Héctor Mairena, integrante del Consejo Político de la Unidad Nacional Azul y Blanco (UNAB) asegura que el discurso de Ortega este miércoles, es un «discurso de odio, un discurso mentiroso, un discurso infame».
«Es un discurso de odio porque a toda la población nicaragüenses que hace cinco años se manifestó en demanda de democracia, de justicia y de libertad, él no ahorra palabras para ofender a quienes nos oponemos, no ahorra palabras y ofensas para ofender y calumniar en particular a la Iglesia Católica
Para Mairena las declaraciones de Ortega «francamente son absolutamente irrespetuosas, además contra una institución como es la Iglesia Católica y contra sacerdotes, y obispos que no han hecho más que demandar justicia, demandar el respeto a los derechos humanos», añade.
Recalca que el punto es que la dictadura de los Ortega-Murillo «no se queda solamente en el discurso de odio porque como hemos señalado en otras ocasiones detrás de las palabras siempre van las acciones represivas o las acompañan; y ciertamente este discurso de odio de Ortega contra la población nicaragüense, en particular contra la Iglesia Católica ,ha estado acompañado de la represión, de nuevos encarcelamientos en estos días, precisamente en el marco de la Semana Santa, de la prisión, sentencia y condena al obispo Álvarez, del despojo de nacionalidad a 317 nicaragüenses».
Abril es un capítulo que no está cerrado
El opositor, quien se encuentra en el exilio, remarca que «es indiscutible que a Ortega le sigue doliendo la rebelión cívica ciudadana de abril del 2018 y la resistencia cívica que hemos mantenido a lo largo de estos cinco años y le sigue doliendo porque la población nicaragüense lo desafió cívicamente y él solamente pudo sofocar esta rebelión con la represión, con la muerte, con la cárcel y el exilio, ciertamente ellos no pueden dormir tranquilos, no duermen tranquilos, porque sabe que son objeto de repudio, de la población nicaragüense y de la comunidad internacional».
Mairena expresa que «abril» es un capítulo que no se ha cerrado, pese a que han transcurrido cinco años, «y no se ha cerrado porque las demandas que se hicieron en abril del 2018 siguen absolutamente vigentes, seguimos demandando democracia, seguimos demandando justicia y seguimos demandando libertad».
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