Japón inició este jueves la descarga al océano del agua residual de la accidentada central nuclear de Fukushima, a pesar de la preocupación de sus pescadores y la fuerte oposición de China, que de inmediato reforzó sus restricciones comerciales contra Tokio.
La descarga de alrededor de 540 piscinas olímpicas de agua durante décadas en el Pacífico es un paso importante para desmantelar la central, todavía muy peligrosa doce años después de uno de los peores accidentes nucleares de la historia.
Un video en directo retransmitido por el operador de la planta TEPCO mostró a los ingenieros de la empresa trabajando en ordenadores mientras un responsable informaba, después de una cuenta regresiva, que «se están abriendo las válvulas cerca de las bombas de trasvase de agua».
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El Organismo Internacional de la Energía Atómica de la ONU, que dio el visto bueno al plan, supervisa este proceso que a su entender se adecua a «las normas internacionales de seguridad» y tendrá una impacto «insignificante en la población y el medio ambiente».
Sin embargo, poco después del anuncio del inicio del vertido, China decidió suspender todas sus importaciones de productos del mar procedentes de Japón y calificó el plan de Tokio de «extremadamente egoísta e irresponsable».
Pekín ya había paralizado todas las importaciones de alimentos de 10 de las 47 prefecturas japonesas en julio, y Hong Kong Y Macao habían hecho lo mismo.
En Corea del Sur, otro vecino de Japón, el vertido ha provocado protestas y preocupación entre la ciudadanía, pero el gobierno respaldó el plan de Tokio, con quien estrecha lazos tras décadas de distanciamiento.
De todos modos, el primer ministro Han Duck-soo urgió al gobierno japonés a «revelar información de la descarga de forma transparente y responsable durante los próximos 30 años».
Este jueves se registraron manifestaciones de protesta en Corea del Sur y más de diez personas fueron detenidas en Seúl por haber intentado entrar en la embajada de Japón, declaró la policía local a la AFP.
Por su parte, Corea del Norte instó a Japón a poner freno al vertido «de inmediato», según un comunicado de su Ministerio de Relaciones Exteriores publicado por la agencia oficial norcoreano KCNA.
«Riesgo muy pequeño»
Tres de los reactores de la central Fukushima-Daiichi en el noreste de Japón se fusionaron después del fuerte terremoto y el tsunami que mataron a 18.000 personas en 2011.
Desde entonces, TEPCO ha recogido más de 1,3 millones de metros cúbicos, almacenados en 1.000 contenedores de acero, de agua contaminada de los refrigeradores, el subsuelo y de lluvia.
Según la empresa, su capacidad está al límite y necesita hacer espacio para quitar el combustible nuclear y los escombros de los reactores destruidos.
El vertido será muy progresivo y se extenderá hasta los años 2050.
TEPCO asegura que este líquido se sometió a un tratamiento para eliminar todos los radioisótopos a excepción del tritio, que se encuentra en niveles inocuos y más bajos de los que liberan las centrales nucleares operativas, incluido en China.
La concentración de tritio en el agua residual preparada para este primer vertido se ubicaba «muy por debajo del límite operativo de 1.500 bequerelios (Bq) por litro», indicó este jueves el OIEA, luego de un «análisis realizado de manera independiente en el lugar».
Este nivel es 40 veces inferior a la normativa nacional japonesa para las aguas tratadas y a la normativa internacional (60.000 Bq/litro). Además, es unas siete veces inferior al límite establecido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para el agua potable (10.000 Bq/litro).
«Cuando se libere en el Pacífico, el tritio se diluirá en un vasto cuerpo de agua y rápidamente llegará a un nivel de radioactividad que no difiere del agua de mar normal», dijo Tom Scott, un experto de la Universidad de Bristol en Inglaterra.
«Por lo tanto, supone un riesgo muy pequeño y el riesgo disminuye con el tiempo» porque «el nivel de tritio se reduce continuamente», agregó.
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«Bomba atómica»
Antes de la puesta en marcha de la operación, una decena de personas se manifestaron junto a la planta nuclear de Fukushima y otro centenar en la sede de TEPCO en Tokio.
«Es como lanzar una bomba atómica al océano. Japón es el primer país que fue atacado con una bomba atómica en el mundo y el primer ministro tomó esta decisión», lamentó Kenichi Sato, de 68 años.
El grupo medioambiental Greenpeace aseguró que el proceso de tratamiento del agua es defectuoso y China y Rusia sugieren que el agua puede evaporarse y llegar a la atmósfera.
Los restaurantes de sushi en Pekín y Hong Kong ya padecen las consecuencias de las restricciones anunciadas.
«En torno al 80% de los productos de mar que usamos vienen de Japón», explica a la AFP Jasy Choi, que dirige un pequeño local en Hong Kong de comida nipona para llevar.
«Si más de la mitad de mis ingredientes importados de Japón están afectados, será difícil continuar operando», lamenta el chef de 36 años.
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