El 19 de agosto de 2022, «la policía y hombres vestidos de negro, armados hasta los dientes, ingresaron por las escaleras, por el techo de la Curia, rompiendo puertas y ventanas a las tres de la mañana por órdenes del gobierno con la misión de meternos en la cárcel», relata Sergio José Cárdenas Flores con la voz entrecortada.
Al joven aún le duele recordar las torturas que sufrió en Nicaragua por ser miembro de la Iglesia católica y, en particular, laborar como camarógrafo de la diócesis de Matagalpa, a cargo de monseñor Rolando Álvarez, actual reo de conciencia.
Cárdenas, junto al obispo Álvarez, cuatro sacerdotes, un diácono, dos seminaristas, dos coristas y otro reportero gráfico, fueron privados de su libertad a partir del cuatro de agosto de 2022. Primero, sufrieron el asedio de la policía en la Curia Arzobispal de Matagalpa y, luego, siete de ellos, llevados a la cárcel desde ese 19 de agosto.
«Todos estábamos descansando (en la Curia) y hubo palabras fuertes, golpes y arrastradas», narra frente a defensores de derechos humanos en Estados Unidos.
Cárdenas estaba durmiendo en una colchoneta colocada en la sala en medio de las carencias que sufrían al no poder salir del lugar por órdenes del régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo.
Derroche de medios en descomunal operativo
Aquella madrugada, los policías colocaron una escalera en el costado norte de la residencia, donde se encuentra la capilla del Santísimo, e ingresaron con violencia. Llegaron armados con pistolas, fusiles AK, alumbrando con láseres hacia todos lados, con mazos y cortacadenas.
Cárdenas avisó a uno de los seminaristas que la policía había irrumpido en la curia y levantó las manos ante los armados. «¿Dónde está el objetivo?«, le gritaban los policías, a lo que respondía «no lo sé, busquen».
Los agentes entraron a los cuartos donde descansaban otros confinados, entre ellos el obispo de Matagalpa.
«Los sacaron a cada uno de las habitaciones. Llevaron a monseñor Rolando, lo pusieron de rodillas, al lado mío, lo enchacharon (esposaron) con las manos hacia atrás, y a cada uno nos fueron ubicando de rodillas, enchachados, con un oficial detrás de cada uno, con un AK apuntándonos», comenta, mientras hace pausas para tomar aire.
«Nos llevaron a la prisión», continúa diciendo. Ese día, a monseñor Rolando Álvarez lo trasladaron a Managua bajo el régimen de casa por cárcel. Las otras siete personas (tres sacerdotes, un diácono, dos seminarista y el camarógrafo) fueron montadas en un microbús, en un asiento cada uno, rumbo a la cárcel conocida como «El Chipote», también en la capital.
«El trayecto fue difícil. Ir agachado, esposado, ya con las manos detrás del cuello, agachado sin ver nada, así aproximadamente durante tres horas y cada quien custodiado por dos oficiales totalmente armados».
La mayoría de los detenidos iba sin zapatos, otros sacerdotes, sin camisa.
17 líderes religiosos comunitarios de Matagalpa se exiliaron en dos meses
Policías desnudaron y obligaron a hacer sentadillas a sacerdotes
Al llegar a El Chipote, los meterieron a la prisión preventida, «nos desnudaron, nos quitaron la ropa y nos pusieron a hacer sentadillas».
Luego los trasladaron a una celda «con mucha luz». «No podíamos dormir, era complicado, no sabíamos la hora ni el tiempo. Hubo una mala alimentación, no tuvimos los servicios básicos de higiene personal durante un mes aproximadamente».
Los reos de conciencia también fueron sometidos a interrogatorio, según contó al medio matagalpino Mosaico. «¿Qué hace el obispo?», le preguntó uno de los supuestos investigadores del régimen, a lo que él contestó, «rezar».
Después, fue llevado a una celda «donde nunca había sol, eran cuatro paredes, con barrotes, pero al menos podía llegar a respirar».
«En mi mente y corazón sabía que no había cometido delito»
Aunque refiere que los recuerdos «son muy dolorosos», él cree que Dios mandó a cada uno a una misión en la cárcel, principalmente a los sacerdotes.
Cuando los curas eran llevados al patio y pasaban frente a los calabozos de los demás presos políticos, los prisioneros «se arrodillaban pidiendo la bendición».
Pese a las torturas, asegura que mantuvo el ánimo y la fortaleza gracias a la oración de los nicaragüenses. «Aunque estaba en prisión, me sentía bien conmigo mismo, seguro porque mi mente y mi corazón sabían que no había cometido ningún delito ni le había faltado el respeto a nadie, simplemente hacía mi trabajo. La fuerza y la valentía era de las oraciones y el rosario que rezaba en silencio dentro de la cárcel», afirma.
Salen a luz los detalles de la acusación contra monseñor Rolando Álvarez
Sergio Cárdenas fue enjuiciado ilegalmente y condenado a diez años de prisión por supuesta «traición a la patria».
«Un día por la noche oficiales corrían por la prisión, no entendíamos qué pasaba, nos cambiaron de ropa porque no teníamos, solo el uniforme color azul (de preso). Nos sacaron el 9 de febrero».
«Llegaron tres buses, pensábamos que nos llevarían a otra prisión, pero cuando íbamos por la carretera Norte los buses ingresaron al aeropuerto. De esa manera nos obligaron a salir del país subiéndonos en un avión enviado por Estados Unidos para tener nuestra libertad, no como nosotros la queremos, pero al menos, ya no estamos en prisión», señala.
«Monseñor Álvarez sigue digno»
Monseñor Rolando Álvarez no fue parte de los 222 excarcelados y desterrados políticos ese día. Cárdenas comenta que el líder religiosos decidió no subirse al avión, dijo que se quedaba en su país, «ni siquiera lo pudimos ver ni él a nosotros».
Desde entonces, al prelado lo llevaron a la cárcel de reos comunes «La Modelo», en Tipitapa, y mediante un proceso espurio lo condenaron a 26 años de prisión y despojaron de su nacionalidad.
«Yo sé que monseñor sigue firme y digno con la cruz de Cristo», afirma Cárdenas, hoy desnacionalizado.
Finaliza diciendo que, «como nicaragüense y católico» invita al pueblo a no perder la fe. «Tener la esperanza de que este mal va a llegar a su fin. Debemos seguir orando, seguir pidiendo la intercesión de nuestra madre santísima; aprender del pueblo de Israel que nunca perdió la esperanza de su liberación. Dios tiene el poder y todos tenemos la responsabilidad de orar por quienes sufren a causa del nombre de Cristo. Hoy pido libertad para monseñor Rolando y de todos los presos», exhorta.
Desde su destierro a Estados Unidos, Sergio Cárdenas afirma que lo más difícil es la separación de la familia. También el aprendizaje del idioma, pero lo está estudiando. «Siempre me dijo guiar por Dios, yo rezo en las noches y eso me fortalece», sostiene.
You must be logged in to post a comment Login