Rosario Murillo, esa mujer que muchos califican como extravagante y que ahora manda junto a Daniel Ortega y promulga el culto a su figura, no siempre pensó así, o por lo menos esa es la conclusión que se saca de un archivo periodístico.
En 1990, cuando los sandinistas acababan de perder las elecciones ante Violeta Chamorro, Murillo concedió una entrevista, de las pocas que se le conocen, a un medio internacional.
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«No quiero volver a salir en la foto al lado de Daniel Ortega» le dijo Murillo al diario español El País el 26 de febrero de aquel año.
Y dijo más. «Cuando vi a Daniel allí, solo, entre aquella multitud que lo aclamaba, sentí miedo. A mí me dio miedo desde el momento en que lo nombraron miembro de la Junta de Gobierno porque me di cuenta de que mi vida terminaba completamente a nivel personal, en cuanto a privacidad, en cuanto a tener las relaciones normales de pareja. Y ahora me sigue dando miedo porque temo que vaya a perder la posibilidad de relacionarme con él como hombre y mujer, nada más» contó Murillo al periodista Antonio Caño.
Murillo se refirió entonces a la relación que mantenía con Ortega durante su primera presidencia en los años 80.
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«Nuestra relación es tensa y difícil, en parte porque Daniel es un hombre entregado con vocación de sacerdote a su trabajo. Yo, sin embargo, pienso que uno tiene derecho a descansar, a ver una película, a ir al mar. Nuestra relación es difícil también porque mucha gente no nos entiende. Con todo lo que ha ocurrido en mi vida este año, que me reencontré, que soy yo otra vez. Yo volví a mi raíz, volví a ser lo que siempre he sido» declaró.
En la entrevista la ahora vicepresidenta, designada por el mismo Ortega, aparece desinteresada del poder.
«Yo la primera vez en mi vida que me puse medias fue en la toma de posesión de Daniel, en 1984; ese mismo día me dijeron que no podía utilizar bolso porque las primeras damas no utilizan bolso porque entonces no tenían cómo darle la mano a la gente. Yo acepté todo eso y empecé a caer en la trampa».
¿Y en el amor?
La compañera de Ortega también tuvo palabras para describir el amor de su relación.
«No, sentimentalmente, las cosas no son como al principio. Es más bien una evolución en el sentido de que yo me recuperé como persona, me recuperé como poeta, estoy escribiendo, tengo mi propia voz, no estoy parada a la orilla de él, y creo que eso nos ha dado también una posibilidad de respeto mutuo mucho más grande» dijo Murillo a El País.
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«Tal vez mañana o pasado mañana nos separemos, nos divorciemos -no sé cómo nos vamos a divorciar si no estamos casados-, bueno, nos separemos, pero viviría como con la sombra, como con la marca de una relación que es de esas que se dan una vez en la vida» relató.
*El artículo apareció en la edición impresa de El País el Lunes, 26 de febrero de 1990
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