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Abuso sexual, un mal silenciado en la guerra de los 80

Las mujeres víctimas de delitos sexuales cometidos durante el periodo de guerra nunca recibieron justicia. De hecho Policía Nacional no presenta estadísticas de violencia contra las mujeres anterior a los años 90.

Dirección Nacional del FSLN con Fidel Castro. Foto: Tomada de Confidencial.

La revolución sandinista transformó considerablemente la participación de las mujeres dentro de la sociedad nicaragüense, quienes pasaron de mantenerse confinadas en los hogares, a incidir de forma activa en procesos políticos, sociales y culturales.

La socióloga y feminista María Teresa Blandón destaca que la década de los ochenta simbolizó una explosión de participación de las mujeres pues “veníamos de una dictadura muy autoritaria, muy machista”.

Sin embargo, los cambios políticos no fueron acompañados “con valores asociados con el respeto hacia la integridad física, emocional, sexual de las mujeres” agrega Blandón.

Luz Marina Torres, activista feminista del Colectivo de Mujeres 8 de Marzo, destaca que “la revolución se dedicó a fortalecer el poder” y hubo una situación en la cual las mujeres se vieron obligadas a callar los abusos que afloraban en un contexto de guerra y caos político.

Miles de mujeres se integraron a procesos políticos, sociales o culturales en los 80, pero eso no las excluyó de la violencia y el abuso.  Foto: Memorias de la lucha sandinista.

Mujeres quedan vulnerables

Hablar sobre igualdad económica y elevar el nivel de participación política, significó un momento de mucho optimismo para las mujeres.

“Tenías todo esto que lo sentías, puchica, primera vez en la vida que tengo unos derechos así, nunca los había tenido, que tengo la posibilidad de salir de la casa e ir a alfabetizar e ir a cortar café y algodón”.

El dramático testimonio de Zoilamérica Ortega Murillo 

Por lo que Torres asegura que “fueron pocas las que estudiaban las consecuencias de todo eso” pues la mayoría, como ella, se encontraban bajo el encanto del contexto.

Sin embargo, tras el triunfo de la revolución, algunas verdades fueron descubriéndose.

Mujeres combatientes del Frente Sur , 1979. Foto: CHM-EN

Se empezó a señalar al patronal que abusaba, la militancia que abusaba, y muchos otros casos que permanecían en el profundo silencio.

Para Torres estos abusos eran aún más difícil de visibilizarse pues “¿cómo demandar violencia contra las mujeres si estábamos en una etapa de una cosa bien grande en que supuestamente teníamos derechos las mujeres?”

Por lo que estas contradicciones colocaron a las mujeres en una situación de vulnerabilidad y todos los puntos sobre emancipación femenina fueron poco a poco quedando en el olvido, y en la práctica, las mujeres fueron silenciadas.

Las denuncias “no eran prioritarias”

 Torres trabajó en la Asociación de Mujeres Nicaragüenses Luisa Amanda Espinoza (AMNLAE) y comparte que en 1987 comenzaron a tener un debate interno con el partido pues tenían testimonios de violaciones y de maltrato de militares que nunca fueron públicos.

A través de AMNLAE conocieron más de 100 testimonios de mujeres violadas, mujeres maltratadas, “con mucho miedo de la militancia que, por ello, no habían denunciado ante ninguna institución del Frente”.

Muchas no denunciaron no solo por el miedo, sino que también por la fidelidad a la revolución, y también porque la vergüenza recaía sobre ellas y no sus agresores.

Muchos guerrilleros fueron protegidos cuando cometían crímenes contra mujeres durante la guerra. Foto: Susan Maiselas, Mágnum.

Algunas de estas mujeres incluso fueron amenazadas, “usted no denuncia a este militante, porque si usted denuncia a este militante que es muy activo, que es muy honesto, que es muy centrado en su trabajo, y que tenemos muchos años de conocerlo, eso que usted plantea pues nosotros nunca lo hemos sabido”.

Blandón destaca que “cuando las organizaciones de mujeres denunciaban estos hechos se decía que no era prioritario, sino que lo prioritario era defenderse de la guerra”.

Las rivalidades de los hermanos Humberto y Daniel Ortega Saavedra 

“Mi violación fue ordenada por dos miembros de la dirección nacional”

En 1985 “Carla”, trabajaba para una institución del Estado, donde vivió persecución y acoso ya que, según comparte bajo anonimato, se oponía a la censura y las órdenes que atentaban contra sus principios éticos. Eso le costó meses de tensiones que la llevaron al borde del suicidio.

Asegura que la trataban como si “fuera alguna delincuente, o si yo fuera contrarrevolucionaria, y yo no, solamente soy una trabajadora”.

La pesadilla de “Carla” se extendió, aun cuando cambió de trabajo, pues ya la tenían fichada como “poco confiable políticamente”.

En ese trabajo, la enviaron a cortar café a la montaña como forma de castigo, y fue quizás, el más cruel de todos.

En Jinotega. Su responsable recibió una carta desde la organización del partido en la cual se indicaba que la vigilaran.

Sandinistas decepcionados desgastan base histórica de Ortega 

Un día fue convocada para realizar un trabajo en el cual supuestamente estaría acompañada por otro compañero. El objetivo era movilizar a dos personas por cada UPE (Unidad de Producción Estatal). Sin embargo, al llegar a la frontera entre Matagalpa y Jinotega, se le indicó que se trasladaría sin compañero, solo junto a dos militares.

“Cuando bajé del camión militar no me percate de quiénes eran ni cómo eran, simplemente uno iba adelante y el otro detrás”, comparte.

Mientras caminaban por un surco angosto, dieron con una cabaña, y ellos le hicieron señas para que entrara.

“Ya ahí yo estaba asustada, ya estaba angustiada, porque estoy con dos personas que no conozco sola en el monte, en plena montaña, sin qué defenderme”.

«Carla», asegura que su abuso por dos soldados fue una venganza. Foto: Referencial.

Una vez que oscureció, “Carla” fue tirada al suelo por uno de ellos, mientras el otro le apuntaba con el arma a la cabeza.

“Me tiraron, me golpearon las piernas para que yo perdiera fuerza, me sujetaron los brazos y entonces comenzó ese momento terrible, ese momento doloroso, ese momento que cualquier persona que pasa por eso lo guarda tanto, lo encapsula tanto”.

El abuso se extendió por horas, y “Carla” perdió las fuerzas para continuar luchando.

En cuanto amaneció, golpeada y adolorida, la obligaron a retomar el camino, y tras avanzar por más de una hora, la dejaron sola hasta que llegó a una hacienda y se encontró con un joven médico que estaba prestando su servicio social, quien la recibió con alegría.

“Me desplomé, ahí si comencé a llorar, caí al piso y le empecé a contar lo que acababa de ocurrirme”.

El joven quiso que fueran a poner la denuncia, pero ella se negó pues “¿quién me va a creer? son dos militares, además si me los ponen adelante yo no los reconozco ¿cómo los voy a reconocer? solo sé que eran militares sin grados”.

Dirección Nacional del FSLN con Fidel Castro. Foto: Tomada de Confidencial.

“Carla” tenía 25 años cuando fue violentada sexualmente y cree que su abuso fue ordenado por dos miembros de la dirección nacional.

“Yo estoy convencida completamente que esas dos personas dieron la orden, en el momento no me percaté, yo creí que había sido una cosa que me tocó, pero no, después cuando supe que a los otros compañeros los bajaron acompañados y a mí sola comprendí las cosas, yo estoy completamente segura que a mí me pasaron esa factura”.

Tras los hechos, asegura que habló con su responsable pero no le creyó, lo minimizó.

“A partir de ese momento yo encapsulé todos esos recuerdos y mucho tiempo después como dos o tres años después empecé a tener problemas, pesadillas terribles y tomaba pastillas para poder dormir, entonces eso me obligó a ir donde un psiquiatra, me ayudó mucho, y como cinco o seis años después yo pude hablar”.

¿Quién escucha las voces de las víctimas?

“Carla” asegura comprender a las mujeres que han sido víctimas de violaciones y que no pueden hablar y denunciar inmediatamente sus experiencias.

“No reaccionamos igual, y es exponernos también a otras cosas, a que se nos burlen en el lugar, que nos digan ‘ah esa es la violada, esa es la abusada, esa es la que está acusando a fulano’, ¿cómo iba yo a denunciar una institución como el ejército? yo sola no podía”.

Destaca que a veces la gente no comprende y cuestiona por qué las victimas hablan hasta ahora, pero es difícil “nadie sabe lo que ocurre a lo interno”.

Para Torres, las mujeres no pueden contar estas historias “porque no fueron creídas ayer y no van a ser creídas ahora”.

Y “quien cuenta las historias tiene que huir, si cuenta historias de denuncia a líderes importantes es muy riesgoso para la vida de las mujeres, y las mujeres no siempre tenemos la posibilidad de defendernos en sistemas judiciales como lo que hubo en los ochenta y los que están ahora también”.

Ser niña en Nicaragua, entre el abuso sexual y el embarazo forzado 

Abusos dentro de las más altas esferas

El caso más conocido probablemente sea el del más alto dirigente del FSLN, el presidente Daniel Ortega Saavedra, quien por varios años abusó sexualmente de su hijastra Zoilamérica Narváez cuando apenas tenía once años de edad.

Narváez, hija de la vicepresidenta Rosario Murillo, denunció en 1998 que Ortega a través del uso de su autoridad, fuerza y poder, la utilizó como objeto sexual desde 1978.

Ortega manipuló a la menor con el contexto político del país, pues le aseguraba que a través del acto sexual “aportaba y protegía a la revolución”.

“Llegué a sentir en mis hombros el insoportable y torturante peso de esta. Llegué a creer que mi sacrificio realmente aportaba a la revolución” señaló en su denuncia pública.

Daniel Ortega fue acusado por su hijastra de haberla abusado desde los 11 años.

Narváez no logró denunciar los abusos, violaciones, manipulación, aislamiento, persecución y chantajes a los que fue sometida por miedo a no ser escuchada por su propia madre y el resto de nicaragüenses, debido a la imagen del dirigente.

Y efectivamente, tras hacer pública su acusación, esta no fue atendida con justicia. Murillo defendió a Ortega quien, a pesar de la denuncia, logró postularse nuevamente como presidente del país.

Torres comparte que la movilización que hubo en los barrios para negar la violación de Zoilamérica fue fuerte, “la militancia del Frente Sandinista, mujeres y hombres, se dedicaron a un trabajo de hormiga para que la gente no creyera esa violación”.

Este ha sido uno de los casos más visibilizados sobre los abusos cometidos por militantes sandinistas durante el periodo de guerra y que hasta el momento no han logrado alcanzar la justicia.

Vea este reportaje en video

Otro dirigente con varias denuncias es Tomás Borge, Blandón señala que “había muchos dirigentes del Frente Sandinista que eran acosadores, que cuando llegaban a visitar las regiones del país, parte de su agenda era que les consiguieran adolescentes para tener sexo con ellas”.

“Eso era una práctica generalizada, aceptada, silenciada, ocultada” y destaca que “hubo complicidad, y los propios dirigentes fueron perpetradores de actos de violencia contra las mujeres”.

Castigos sin cárcel

Rafael Henríquez, quien formó parte del servicio militar entre 1984-1986 en el batallón de lucha irregular Farabundo Martí, asegura que no hay peor época para las mujeres que las épocas de guerra y las crisis por el machismo.

Comparte que en una ocasión capturaron a varios contras, entre ellos a una muchacha que también estaba combatiendo.

Y un jefe de compañía llegó al lugar donde estaba la muchacha presa, “la teníamos en una especie de granero que se había improvisado ahí y llego así a altas horas de la noche diciendo que iba a interrogarla”.

Jefes militares propiciaban los abusos durante el conflicto armado en Nicaragua. Foto: Memorias de la lucha sandinista. (Referencial)

Los muchachos que resguardaban la entrada ya estaban advertidos de que no dejaran que la muchacha fuese abusada ni golpeada por lo que notificaron lo que estaba sucediendo.

“No son horas, ni usted es la persona autorizada para hacer ese interrogatorio que dice que va a hacer, es el jefe de información el que tiene que hacerlo” dijo Henríquez al jefe de compañía, quien molesto lo amenazó con el arma acusándolo de insubordinación.

Sin embargo, Henríquez agrega que “el tipo andaba borracho y en ese momento no podía ejercer su autoridad”, por lo que lograron evitar que entrara y violara a la joven.

Esa muchacha tuvo suerte, pero no siempre había batallones decididos a enfrentar a sus superiores. Henríquez indica que había un batallón de lucha irregular el cual funcionaba como castigo, lo integraban los oficiales y soldados del ejército que habían cometido algún tipo de delito, asesinatos, violaciones, y “se les daba la oportunidad de pagar” en lugar de estar en la cárcel, porque necesitaban gente para la guerra.

Blandón afirma que la violencia estaba naturalizada y que hubo actos de violación, de acoso y de abuso sexual contra menores de los dos bandos, tanto de la dirigencia sandinista como de la contra.

BLI Farabundo Martí, al que estaba integrado Rafael Henríquez. Foto: Cortesía.

Casos nunca fueron atendidos

Las mujeres víctimas de delitos sexuales cometidos durante el periodo de guerra nunca recibieron justicia y tampoco fueron incluidas en estadísticas.

La Policía Nacional no presenta estadísticas de violencia contra las mujeres anterior a los años 90.

El 9 de septiembre de 1992 se reformó el código penal en lo referido a los delitos sexuales y a partir de acá se hace referencia a las violaciones. Entre 1992 y 1995 se contabilizaron un total de 3,182 casos de violaciones. Las estadísticas policiales no hicieron referencia a los ocurridos en las zonas de guerra.

 

Nicaragua no cuenta con mayores datos que identifiquen a la mujer como víctima durante el conflicto armado. Las violaciones sexuales, el acoso y demás abusos a los derechos humanos que sufrieron las mujeres y las formas de enfrentar esa violencia.

Los cuerpos de las mujeres fueron utilizados como una herramienta de guerra, no solo en contra de las mujeres “del enemigo” sino también los de sus mismas compañeras.

Henríquez asegura que estos mismos patrones pudieron observarse con el reciente levantamiento de 2018 cuando “la policía y paramilitares utilizaron el abuso sexual como una forma de castigo”.

Para Henríquez el hecho de que después de la guerra no hubiera castigos, es uno de los “pendientes históricos de este país, que después de cada etapa de conflicto no hemos cerrado con un proceso de reparación, de justicia y resarcimiento a las víctimas”.

Tras el triunfo de la revolución en 1979 se hizo “borrón y cuenta nueva”, por lo que no hubo realmente una investigación para entender cuáles fueron los crímenes de la dictadura somocista pero tampoco de los abusos de las tropas del Frente. Lo mismo sucedió en los 80.

Blandón destaca que a estas alturas ningún hombre que haya cometido un acto de abuso sexual o de acoso o de violación puede ostentar cargos públicos.

“Es intolerable pensar que vamos a tener un presidente, un magistrado, un diputado, que es un violador, que es un abusador sexual, si esto sigue ocurriendo quiere decir que esta sociedad no ha cambiado y que el nivel de tolerancia frente a la violencia sigue instalado” asegura.

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