La situación para las mujeres de la Costa Caribe Sur, madres solteras en su mayoría, se agudiza. Paula García y Fermina Vásquez tienen 20 años dedicadas a la extenuante labor de palmear tortillas. Sus jornadas frente al fogón inician desde las cuatro de la madrugada y finalizan hasta las seis de la tarde, siendo este trabajo informal el que les permite llevar el sustento a sus hogares.
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Paula es madre de cinco hijos, todos dependen exclusivamente de las pocas ganancias que genera la venta de tortillas. Sobre todo ahora, que la situación económica ha empeorado en la región y sus ventas se han visto afectadas.
“Hago unas 200 o 400 (tortillas) al día”, nos cuenta sin abandonar su repetitivo palmeo.
“No sabemos lo que nos espera el próximo año, este mes hemos vendido un poco, tengo que pagar la renta del local (…) es poco lo que se gana”, lamentó.
Cada tortilla cuesta 3 córdobas en el puesto de Paula, pero otros ya le subieron a 4, debido al aumento en el precio del maíz y otros insumos que requieren para esta labor como carbón y leña.
Paula antes se dedicaba a vender comida y le iba un poco mejor, pero su negocio se vino a pique con la pandemia de Covid19 hace un año y ahora el local que alquila para su puesto de tortillas, fue vendido por el propietario y pronto se quedará sin empleo.
“No hay alternativas”
Doña Fermina Vásquez, asegura que la venta de tortillas le ha permitido generar ingresos por 20 años, sin embargo, últimamente se ha visto obligada a sumar otras actividades a su jornada, como la venta de refrescos y nacatamales, a consecuencia del “bajón” que ha experimentado la economía local. Bluefields también afectada por la pandemia de Covid19 cerró plazas de empleo y muchas familias perdieron a seres queridos, algunos de ellos cabezas de hogar sobre quienes recaía la responsabilidad de sostener la economía familiar.
“La situación está muy inestable, el maíz está carísimo, tengo que subirle de 3 a 4 córdobas, me siento cansada de este oficio pero no puedo retirarme porque no hay alternativas”, aseguró doña Fermina.
Dice que aunque lo que queda de este año seguirá vendiendo cada tortilla a tres córdobas, el próximo espera subir el precio porque cada vez es más insostenible seguir asumiendo las pérdidas por el aumento de los insumos.
Sus manos dan forma cada día a unas 150 tortillas. El calor del fogón y estar de pie tanto tiempo le cansan demasiado, pero al menos se siente satisfecha de tener bastantes “clientes fieles”, que desde las cinco de la mañana buscan en su puesto el complemento para su desayuno y le permiten los ingresos para mantener a su papá, un ancianito que requiere atenciones especiales.
En Bluefields más de 100 mujeres se dedican a la venta de tortillas. Hay una gran cantidad de puestos de venta, sitios pequeños que ameritan un pago mensual por la renta reduciendo aún más las ganancias de estas laboriosas tortilleras. No hay programas de apoyo estatal para financiamiento, mejora de capacidades ni nada que se le parezca. Literalmente el bienestar de sus familias está en sus manos, con cada palmeo.
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