Felipe, un hombre chinandegano de 37 años de edad, cuya identidad la hemos guardado por su petición, desde hace aproximadamente 17 años fue diagnosticado con insuficiencia renal crónica.
Aunque actualmente habita y trabaja en el extranjero desde hace seis años, ha recibido tratamiento y seguimiento médico para evitar complicaciones por esta enfermedad. Sin embargo, hace aproximadamente un mes acudió a su rutina médica donde le indicaron la necesidad de iniciar la hemodiálisis, un tratamiento para filtrar las toxinas y el agua de la sangre con el fin de controlar la presión arterial y equilibrar los minerales importantes como el potasio, el sodio y el calcio, es decir, lo que sus riñones sanos hacían.
Este tratamiento inicia cuando los riñones ya no pueden atender por más tiempo las necesidades básicas de su cuerpo, o por lo general cuando solo le queda al paciente el 10% o 15% de la función del riñón.
María, esposa de Felipe, tiene la esperanza que este tratamiento le permita años de sobrevivencia y alargar el plazo de apariciones de síntomas que pueden complicar la enfermedad y llevarlo a la muerte, como sucedió con una amiga y su hermano, quienes en 2018 fallecieron por causa de la insuficiencia renal crónica.
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León es el departamento más afectado por esta enfermedad
La epidemia de la insuficiencia renal crónica, que afecta en la costa del pacífico del país, sobre todo a cortadores de caña de azúcar, es conocida como la “nefropatía mesoamericana”, ya que según el doctor José Luis Borgen, miembro de la Unidad Médica Nicaragüense (UMN), la enfermedad “ha afectado la parte sur y costera de México hasta Nicaragua”.
El Mapa Nacional de Salud de 2021 reveló que en ese año las cifras de casos nuevos y muertes por esta enfermedad incrementaron en comparación a 2020, siendo los más afectados los departamento del occidente nicaragüense.
La enfermedad renal crónica se ha convertido durante los últimos años en la principal causa de muerte en el departamento de León al reflejar un incremento del 4% entre 2021, cuando se contabilizó 488 decesos, y 2020, con 468 fallecimientos.
Aunque las cifras parecieran poco alarmante por el leve incremento, la enfermedad sí lo es. Según Borgen, la insuficiencia renal crónica es un padecimiento que no tiene cura, suele ser progresiva, silenciosa y en ocasiones no presenta síntomas hasta etapas avanzadas, cuando las soluciones -la diálisis- son muy costosas; y en el caso de un trasplante de riñón, es imposible en Nicaragua.
Los síntomas de esta enfermedad se desarrollan con el paso del tiempo y suele avanzar lentamente; náuseas, vómitos, pérdida de apetito, fatiga y debilidad, problemas de sueño, cambios en la producción de orina, disminución de la agudeza mental, espasmos musculares y calambres, hinchazón de pies y el tobillo y presión arterial alta.
“Muchos se encaminan hacia la muerte porque no hay formas de atenderlo. Es una demanda de salud y de programas de salud permanente que es muy complicado porque la atención para estas personas es muy cara, y en Nicaragua no tenemos suficientes unidades equipadas para atenderlos y por eso la enfermedad avanza hasta que la persona muere”, aseguró.
Un estudio de la Organización Panamericana de la Salud/Organización Mundial de la Salud (OPS/OMS), informó que la diabetes y la hipertensión, sumadas al envejecimiento, son los principales factores de riesgo para desarrollar la enfermedad renal crónica, así como algunos medicamentos si se toman durante mucho tiempo, especialmente los analgésicos y los antiinflamatorios.
Sin embargo, en Nicaragua la enfermedad se debe a factores como la alta incidencia de calor, la deshidratación y a químicos utilizados por algunas empresas locales.
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Chinandeganos como segundo grupo de nicaragüenses más afectados
El Ministerio de Salud revela que Chinandega es el segundo departamento más afectado por esta enfermedad. El último censo de salud de 2021 registró 5,015 casos nuevos de insuficiencia renal crónica, representando un incremento del 4% en comparación a 2020. En el caso de las muertes, el Minsa asegura que existió un aumento del 15% al contabilizar 429 decesos en 2021, y 365 en 2020.
A criterio de Borgen, las cifras incrementan debido a la escasez de especialistas nefrólogos y a la falta de máquinas de hemodiálisis en Nicaragua, que ha hecho que los hospitales -específicamente en el occidente- se encuentren saturados de pacientes con esta enfermedad, quienes mueren por la falta de tratamiento y seguimiento médico.
“Los sistemas actuales están saturados y no tenemos suficientes máquinas de hemodiálisis para brindarle cobertura a todos esos pacientes”, dijo el médico.
Los capitalinos son el tercer grupo más afectado en el país por esta enfermedad, a pesar que el último censo del Minsa indicó que hubo una disminución en el número de nuevos casos y muertes por insuficiencia renal crónica. El Mapa de Salud contabiliza una disminución en muertes del 9%, y 4% de nuevos casos en 2021 comparado con las cifras de 2020.
“Es una enfermedad en la que es necesario establecer un mapa de incidencia, es decir, los ítem donde más enfermedades se están produciendo, encontrar las causas y tratar de resolverla, pero eso requiere recursos económicos enormes que el país no los tiene”, manifestó Borgen.
La insuficiencia renal crónica es la sexta causa de muerte de más rápido crecimiento que afecta a cerca del 10% de la población a nivel mundial. Se estima que 850 millones de personas en el mundo padecen de enfermedad y esta es responsable de al menos 2,4 millones de muertes al año, mientras que la lesión renal aguda, importante impulsor de la ERC, afecta a más de 13 millones de personas en el mundo.
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