Francisco Gerardo Velásquez, de 37 años, tenía casi seis meses de estar en Estados Unidos como un migrante más, de la ola de nicaragüenses que viajan hacia ese país en busca de una mejoría económica. Sin embargo, falleció el pasado jueves 12 de mayo, en circunstancias desconocidas, que serán reveladas en una semana.
Velásquez es el tercero de cuatro hermanos, con quienes mantenía buenas relaciones, al punto de llamarse constantemente para ponerse al tanto de su vida ahora que él se había establecido en Estados Unidos. Además de eso, era carismático y eso le hacía ganar puntos con muchas personas que lo extrañaron cuando partió.
Padre de tres hijos y con un matrimonio estable, Velásquez se fue de Nicaragua debido a la crisis económica. Su meta era trabajar lo suficiente y recoger para regresar a su natal Sébaco, Matagalpa, a montar un negocio del que aún no se decidía el rubro.
Su viaje fue relativamente tranquilo en comparación a otros testimonios de nicas que han tenido que pasar serias dificultades durante su travesía hacia Estados Unidos, sin embargo, le impactó la gran cantidad de nicaragüenses que viajaron junto a él. Una vez que fue liberado por las autoridades de migración del país norteamericano, estaba a la espera de legalizar su situación migratoria para dejar de ser un indocumentado más.
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Cuando las autoridades estadounidenses decidieron liberarlo, mientras se legalizaba su situación, Francisco no tenía dónde ir. Prácticamente estaba solo, no tenía familias ni conocidos que lo esperaran para recogerlo.
Fue entonces, cuando un amigo suyo de Sébaco, lo conectó con Jonathan Rayo, un nicaragüense que reside en el estado de California que tiene su situación migratoria «un poquito más legal» que la de Velásquez.
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Se pusieron en contacto, y Rayo lo recibió con los brazos abiertos en el lugar donde residía con otros dos nicaragüenses. Con ellos se creó una fuerte amistad, al punto que salían a divertirse, y luego cuando Francisco encontró trabajo en una fábrica de colchones, iban juntos a cobrar su pago.
«Era muy tranquilo. Servicial y todo. Incluso a veces nos hacía la comida», dice Rayo.
Una muerte extraña
De la muerte de Francisco se descartó la mano criminal. Pudo ser intoxicación o un paro cardíaco, le informaron a Jonathan Rayo, luego de que agentes de la policía estadounidenses y médicos forenses examinaran la escena donde encontraron su cadáver.
La mañana de ese jueves, Rayo llamó a Velásquez para saber cómo estaba, porque al parecer no había ido a trabajar, pero sus intentos de comunicación no dieron frutos; Francisco no contestó.
Más tarde ese mismo día, Rayo recibiría una llamada espeluznante de un vecino, informándole que su amigo yacía muerto en su propio vehículo.
«Como a las dos de la tarde llamaron unos vecinos y me dijeron que estaba con los vidrios (del carro) cerrados y con las luces de parqueo puestas, entonces cuando el vecino le tocó la puerta para que apagara las luces, abrió la puerta y lo tocó, porque no reaccionaba, pero ya estaba muerto», relata.
Al lugar se hizo presente una ambulancia, la policía y un detective junto a un médico forense, quienes le dijeron que pudo ser un infarto o muerte por intoxicación, pero no sabrán el resultado hasta el jueves 19 de mayo.
Al vehículo que Francisco poseía aún no se le terminaban de realizar gestiones legales de cambio de propietario, debido a su situación legal, por eso, Rayo solicitó el auto a la policía pero dijeron que lo entregarían al dueño que está registrado. No obstante le solicitaron que sacara las pertenencias.
«A él lo encontraron en el asiento de atrás, y cuando yo me metí a sacar las cosas, estaba vomitado de sangre. Por eso creen que pudo ser intoxicación».
Piden ayuda para repatriarlo
Las personas que eran cercanas a Francisco Gerardo Velásquez han solicitado apoyo económico para subsanar el gasto que requiere la repatriación de su cadáver.
Para ayudar a estas personas puede hacerlo comunicándose con Jonathan Rayo al número +1 (909) 687-9041.
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