El presidente brasileño Jair Bolsonaro defiende un papel de árbitro para las fuerzas armadas en las elecciones, pero pese a los esfuerzos del ultraderechista de alinear a los militares, los expertos descartan toda maniobra antidemocrática proveniente de los cuarteles.
Bolsonaro, un excapitán del Ejército de 67 años, culminará su mandato habiendo intentado convertir a las fuerzas armadas en un soporte político de su gobierno, señala Carlos Fico, profesor de la Universidad Federal de Río de Janeiro, especializado en historia militar.
Prueba de ello, más de 6.000 activos militares o retirados fueron nombrados en la administración federal, con el mayor grado para el general de reserva Hamilton Mourao, vicepresidente de Brasil.
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Este miércoles, Día de la Independencia, Bolsonaro buscó impregnar de tintes electoralistas el tradicional desfile de Brasilia, logrando la participación de seguidores ya fuera con tractores o como miembros de una iglesia evangélica.
Bolsonaro, un nostálgico de la última dictadura (1964-1985), «considera que estar al lado de las fuerzas armadas y tener manifestaciones lo fortalece», asegura Fico.
El ejército y el voto electrónico
Para las elecciones del 2 de octubre, en las que intentará su reelección ante el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010), el mandatario llevó esa voluntad al extremo, al buscar alinear al ejército en su desafío al sistema de urnas electrónicas, cuya confianza pone en duda.
Las fuerzas armadas brindan habitualmente apoyo logístico en las elecciones y garantizan que el proceso comienza sin sobresaltos. Esta vez fueron además invitadas por el Tribunal Superior Electoral (TSE) a participar en una Comisión de Transparencia de las Elecciones (CTE).
«Invitaron a las fuerzas armadas (..) tienen su responsabilidad, su credibilidad y no van a ser decorativas en la elección. Van a hacer lo correcto», lanzó Bolsonaro el 30 de agosto.
Los nueve representantes del ejército aparecieron ante la CTE casi un centenar de cuestionamientos sobre la vulnerabilidad de las urnas electrónicas, endosando así las dudas del presidente.
El TSE calificó buena parte de los señalamientos de «opiniones» y negó por ejemplo la supuesta existencia, citada por los militares, de una «sala oscura» de conteo de votos.
«Profesionalismo» en los cuarteles
Brasil emitió el voto electrónico en 1996 y fue mediante ese mecanismo que Bolsonaro fue elegido cinco veces diputado por Rio de Janeiro y, en 2018, presidente. Nunca se probaron episodios de fraude.
Sin embargo, el ultraderechista, detrás en los sondeos frente a Lula, aseguró que aceptará el veredicto de las urnas «siempre y cuando» el proceso sea «limpio y transparente».
En este sentido, políticos, diplomáticos y observador en Brasilia se han cuestionado cuál sería la actitud de los militares en caso de que Bolsonaro desafiara el resultado.
El general de reserva Maynard Santa Rosa, exsecretario de Asuntos Estratégicos de Bolsonaro, rechaza el «papel moderador» que su antiguo jefe atribuye a las fuerzas armadas y es taxativo sobre el compromiso de los militares frente a una eventual maniobra antidemocrática.
«El presidente expone opiniones inconsecuentes. No existe la menor posibilidad de que (el ejército) tenga un papel fuera del que está escrito en la Constitución», dice a la AFP Santa Rosa, quien lo atribuye por 49 años.
«Los generales que están en el gobierno están en cargos políticos y tienen ese enfoque no militar», pero el «profesionalismo» dentro de los cuarteles anularía cualquier posibilidad de desobediencia constitucional, asegura.
«Teatro político»
Fico coincide en que tanto el ministro de Defensa, general Paulo Sergio Nogueira, como el candidato a vicepresidente de Bolsonaro y exjefe de Gabinete, general Walter Braga Netto, son militares «sin comando de tropas» que han mostrado una serie de «provocaciones».
«Pero no existe ningún movimiento generalizado de militares de activación preocupada por la verificación de las urnas», explica el profesor, que señala a la policía brasileña, «muy influenciada por el bolsonarismo», como un sujeto potencialmente más plausible de provocar un tumulto.
Pese a que el equipo de campaña de Bolsonaro le sugirió abandonar las críticas a las urnas debido a que aleja a los electores moderados y podría restarle votos, un colaborador del presidente se resigna bajo el anonimato a aceptar que el presidente no las deja del todo.
«Es parte de su personaje, del teatro político. Al final, sin eso, dejaría de ser quien es», admite a la AFP.
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