En un contexto de creciente aislamiento internacional, el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo en Nicaragua ha logrado inflar sus reservas internacionales brutas hasta los 8.006,7 millones de dólares al cierre de noviembre de 2025, según datos frescos del Banco Central de Nicaragua (BCN). Este salto, que suma 63,2 millones solo en ese mes, parece un parche temporal para tapar las grietas de una economía asfixiada por sanciones y desconfianza internacional.
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Desde enero de este año, cuando las reservas estaban en 6.147,7 millones, el acumulado asciende a 1.859 millones de dólares más, gracias a maniobras como inyecciones de fondos públicos no financieros, intereses de inversiones y compras selectivas de divisas.
Comparado con octubre (7.943,4 millones), el repunte mensual es modesto, pero el régimen lo vende como victoria. Esto no nace de un boom exportador o turismo revivido, sino de la misma opacidad que define a la dictadura. Remesas forzadas de exiliados, deudas con aliados dudosos como China o Rusia, y un control del dólar que ha congelado la devaluación del córdoba en cero por ciento desde 2024, con planes idénticos para 2026.
💸 Exportaciones a Estados Unidos siguen aumentando. China está muy atrás https://t.co/K7C5BBFByj
— Nicaragua Investiga (@nicaraguainvest) December 12, 2025
Sanciones de Estados Unidos, la Unión Europea y Canadá por violaciones a los derechos humanos –desde la masacre de 2018 hasta la disolución de ONGs y el exilio masivo– han convertido a Nicaragua en un destino tóxico para el capital extranjero. Organismos como el FMI y el Banco Mundial han cerrado las puertas, dejando al régimen mendigando préstamos en la periferia geopolítica.
Este «aumento» de reservas es, en esencia, un búnker defensivo contra la tormenta que ellos mismos provocaron. Expertos independientes lo han dejado claro, «el sistema fortalece la caja chica a corto plazo, pero no revierte la hemorragia estructural de una economía dependiente de exportaciones primarias volátiles y un sector privado estrangulado».
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